Dorian Wood (Berdache [Gender Art Festival]) L’Hospitalet de Llobregat 29/10/22
El californiano Dorian Wood es una artista que difícilmente deja indiferente. Cada concierto puede deparar sorpresas y sumergir al espectador en diferentes estados de ánimo. En El Pumarejo, pudimos asistir a una performance gloriosa de un artista sin igual. Porque la clausura del festival Berdache (Gender Art Festival) fue eso, una estelar puesta en escena de un cuerpo disruptivo, un cuerpo queer que reivindica su potencial político.
Dorian Wood se subió al escenario con un vestido largo y empezó a contonearse, a tocarse, a mostrar todo el pulso libidinoso y abstracto de la carne. La música era loop continuo de electricidad que creaba remolinos mántricos. Ella se dejaba atravesar por los vaivenes del sonido, y era como si estuviéramos en una misa pagana, o en el renacer de algo nuevo, algo que nacía libre de cadenas.
El cuerpo de Dorian Wood es de una materialidad que proyecta un “otro”, y como teorizaría el antropólogo Victor Turner, está en las fronteras de la liminidad: un cuerpo que transita por un espacio intermedio, que está en un continuo fluir o espacio líquido. Viendo al artista como, en un simulacro bellísimo, atravesaba el sonido, pero en pleno éxtasis se quedaba en un estado intermedio, un limbo de materia volátil y radical, y de autoconocimiento. Wood se zarandeaba, movía los brazos, entraba en trance, hacía esfuerzos por cruzar ese límite imaginario entre lo normativo y lo oscuro, eso que no es negociable y que representa la alteridad.
Expectación, intriga, un profundo deseo de echarle una mano, de besarlo, de cobijarlo en unos brazos amigos, pero al final salía reforzado por su propio pie. Dorian Wood cantaba un villancico para luego encadenar “Gracias A La Vida”. Su decisión era quedarse en un limbo temporal, agenciarse de por vida de un espacio-tiempo queer. Ahí estará en la oscuridad, en una zona de sombras en la que nadie podrá nombrarlo.
Se desnudó emocional y literalmente en el escenario. Su cuerpo es de una belleza atávica, sombría. Su cuerpo es la orografía del miedo, de las angustias de los apátridas; en su cuerpo hay señales de la pérdida y del desarraigo, pero también del amor y del llanto. No fue un concierto: esto fue un exorcismo del que no quería volver. La realidad es muy fea e injusta.
Foto @santa_lux Berdache [Gender Art Festival]
Fué espectacular, algo totalmente diferente a lo que uno está acostumbrado.