Lagartija Nick + Nudozurdo – Heineken (Madrid)
Inmejorable se presentaba el doble cartel que aunaba el talento pujante de Nudozurdo con el talento inquebrantable de los granadinos Lagartija Nick la fría noche del jueves en Madrid.
Nudozurdo llegaron al escenario sobrios y humildes, sin abusar en absoluto de la estética que gastan tantos referentes actuales afines a su sonido, ya saben, el que bebe de las fuentes inagotables de Joy Division y The Cure por poner los ejemplos más evidentes.
La solvencia instrumental que demostraron dejó asombrados a los allí ya congregados, consiguiendo unos pasajes y atmósferas tensas y sólidas. Una auténtica muralla construida a golpe de pedalera y de esa voz sugerente que te introduce sin piedad una frialdad ardiente en el cuerpo.
Si Sintética (08) había sido aupado por esta casa como mejor disco nacional de 2008, en vivo el cuarteto demostró aumentar más si cabe el efecto de temas como “Otra vez”, “Negativo”, “Mil espejos” o su ya clásico “El hijo de Dios”.
Lagartija Nick irrumpieron confiados y urgentes. Antonio Arias con un look atómico compuesto por traje de chaqueta, sombrero cuasi cordobés y gafas negras, agradecido siempre, se dedicó a escupir una a una casi la totalidad de temas que conforman su reciente Larga Duración (09) nada más pisar el escenario.
Con muchas tablas y una contundencia inapelable, los temas recientes se realzaban, destacando la angustia de “Clavo ardiendo” y la poderosa “Nuevo Nexus” dentro del lote. Un ejercicio de agilidad frontal capitaneado desde atrás por un sobrehumano Eric Jiménez. Y es que ver en vivo a este hombre es un show propio en sí mismo, qué manera de tocar, la de Dios…
Y tras sacudirnos con “Las marcas de mi larga duración”, gafas fuera, y una segunda parte de concierto memorable repleta de clásicos, tanto recientes (“Anoche soñé demasiado” y “20 versiones” son dos perfectos ejemplos del punk-pop-rock versión actual de Lagartija a la altura de lo mejor de su carrera), como añejos (“Estratosfera”, “Esa extraña inercia” o “Nuevo Harlem” dinamitaron la sala entre una audiencia entregada, pero encorsetada en su demostración). Hasta temas como “Lo imprevisto”, que en estudio palidecían ante un sonido sintético, se erguían imponentes a cinco metros de distancia.
Hasta se atrevieron a rescatar “Vuelta de paseo” de Omega (96) sin la presencia del maestro Morente. Y eso es ya mucho, algo que sólo pueden hacer aquellos que gozan de una incombustibilidad marciana.