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María José Llergo (Circo Price – Inverfest) Madrid 22/01/25

Se notaba que María José Llergo llegaba a esta cita con toda la fuerza del mundo. Claro que, esto de por sí, no es noticiable, puesto que la pozoalbense sigue fortaleciendo esa marca personal de energía y de transmisión de cariño en cada ocasión que se le presenta. El escenario también pudo tener que ver, un Circo Price que merodeaba en su cabeza desde que, hace ya cuatro años, fuera testigo de su Sanación. Eso sí, el tiempo pasa y su evolución sigue constante, tanto en la dinámica de su música en estudio como en la puesta en escena, creciendo un poco más cada vez que salta al escenario.

A quien tuviera la oportunidad de asistir a su recital en las Noches del Botánico en el estío madrileño, no le resultó extraño ese iceberg reinante en el centro de la tarima, más conceptual y metafórico que estético, que la protegía desplegando la ruptura del silencio con “ULTRABELLEZA” y, posteriormente, con “SÚPERPODER”, ambos himnos que ilustran esta última etapa y que dejaron claras las intenciones de la noche: una explosión de Llergo en su esencia más actual.

En ello tendrán cabida los ritmos más urbanos, sentidos por ella de manera natural, rítmica, alejada de esa obligación de modernidad impuesta que le distancia a veces de sus primeros pasos a los que siempre vuelve. “Me miras, pero no me ves” certificaba ese péndulo, con un acercamiento más tradicional, pero, destacando sobre todas las cosas, la enorme arma que es su voz en estado puro, como pasará después también con la preciosa “La Luz” y con otros momentos celebradísimos por la audiencia.

Aun así, hay algo en el aspecto del resultado vocal que quizá quede por depurar en su directo, y es cómo hacer más orgánico el empleo de las voces de coro y de profundidad pregrabadas. En el escenario quedó algo descolgado, extraño dentro de todo lo reducido que es un grupo de dos músicos y que no alcanza a “encubrir” ese efecto. La interpretación de “Tanto Tiempo”, “Aprendiendo a volar” o de “PELEA”, temas con sus diferencias para ilustrar este hecho, apuntaron a la necesidad del empleo del recurso del pregrabado con cierta organicidad.

Pero la noche se prestaba para más vínculo emocional y menos tecnicismos. Llergo cuida de los suyos y lo hace muy bien. Presenta y alaba a Julio Martín y Carlos Sosa, “sus chicos”, y les deja brillar. Y no solo para construir sobre cortes idiosincráticos como “Tencontrao”, sino también para desplegar su virtuosismo en “Juramento” o “A través de ti” e, incluso, destacar por méritos propios.

Y dentro de ese crecimiento y conexión está también el público, un respetable entregado, sin concesiones, al mundo de María José Llergo, un universo lleno de proclamas y de recuerdos, y también de alegatos explícitos o barnizados en la metafórica “Malaje”. La expresión de sus sentimientos, tanto en lo lírico como en lo narrativo, acabaron sucumbiendo en la andaluza, que no pudo contener las lágrimas tras plasmar con aceptable éxito “Mediterráneo”, de Serrat, y sentir la respuesta de quienes la rodeaban.

Y es que todos entraron en una espiral creciente de comunión cuya cumbre llegaría con su habitual “Pena, penita, pena”, de Lola Flores, en la que fue la segunda versión de la noche, una canción recurrente en sus finales y que la paseó por todo el círculo de la grada del viejo circo para darse un baño de multitudes y de amor recíproco, conjugando su mundo, su natural simpatía, con el del disfrute colectivo que acabaría a pleno pulmón con una “Rueda, rueda” que, más allá del evidente símil con el espacio, fue la guinda necesaria y simbólica de ese uno que logró formar con todos los allí presentes.

Fotos María José Llergo : Inverfest

 

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