Pumuky – Justicia Poética (Jabalina)
La trayectoria de Pumuky es una suerte de carrera de fondo en la que cada paso parece costar un mundo -movimientos geográficos, cambios de formación casi constantes- pero cuyos resultados sitúan a la banda más cerca de su meta.
¿Y cuál es su meta? Siempre la misma: dignificar el acto de creación artística como el más puro para establecer un diálogo con nuestros corazones, con el motor de aquello que nos hace sentir sin medir ni circunstancias, ni consecuencias.
Podíamos decir sin miedo a equivocarnos que con Justicia Poética (15) alcanzan su cénit a la hora de lograr dicho objetivo. Desde la maravillosa portada de Xavier Jalón -con ellos trabajando desde El bosque en llamas (09)-, la cual muestra a un hombre mutilado elevado a los cielos por una bandada de pájaros (¿Una suerte de reverso metafórico del poema El Albatros de Baudelaire?), hay una gesto decidido a alzarse por encima de todo el mundanal ruido ordinario que parece ahogarnos en la nada día tras día.
Sin temas tan directos como «Si desaparezco», o sin temas tan indiscutiblemente grandes como «Quinta da Regaleira», Justicia Poética (15) es un disco de digestión lenta, pausada, destinado a observar sin miedo el inmenso paisaje que se extiende ante el oyente y en el que, sin duda alguna, es la cohesión y la homogeneidad de su conjunto los que salen ganando.
Parece complicado llegar a entender cómo prescindiendo de bateristas en favor de cajas de ritmos, y acrecentando el uso de sintetizadores, hayan elaborado su obra más orgánica y cálida, construida sobre los cimientos de unas texturas y atmósferas que elevan la emoción hasta cotas anteriormente inéditas. Un trabajo artesanal, rico, pautado, trufado de verdad ciertamente.
Habría que retroceder mucho en nuestro oído musical para enfrentarnos a un disco que nos haga dejarnos llevar con más decisión inconsciente al abandono de sus espirales sonoras. Su escucha nos embarca en un viaje triste hasta el infinito, como todo lo bello, como todo lo que indaga en la esencia pura de su propio ser, acompasado por un vals hipodérmico entre música y letras.
Resulta difícil destacar canciones, pero quizá el grueso descomunal de entrañas se centre en la dupla que forman «La venganza de Rubik» y «Escritura automática 9mm», sin dejar atrás la inmensa «La culpa y el librepensador», recordando a unos The Cure vaporosos y narcotizados con un Jaír Ramírez cantando con más tristeza arrastrada que nunca, dejándonos en un pozo de angustia observando ese intento por escapar lejos de la culpa.
Y es que, como escribí una vez, Las personas que afrontan la tristeza y no escapan de ella son las que tienen más vida por delante. Pumuky serían los mejores embajadores de esta idea.