Pony Bravo – Un Gramo de Fe (El Rancho)
Puede que estos tipos sean los más independientes de los independientes nacionales. Lejos de las expectativas suscitadas después de un enormemente fresco y revolucionario primer disco, los de Pony Bravo no se han puesto nerviosos para sacar su segunda referencia. Se han tomado su tiempo (dos años) y han dejado claro que la única presión que sienten es la sanguínea.
Un Gramo de Fe, autoeditado por su propio sello (El Rancho), no es otra cosa que el desarrollo en plan bruto de esas pequeñas chispas de psicodelia flamenca que ya contenía Si Bajo de Espalda no me da Miedo y Otras Historias. Es muy posible que precisamente por eso mismo resulte un disco mucho menos accesible que aquel debut, pero lo cierto es que han ganado en profundidad a todos los niveles compositivos; está claro que Daniel Alonso y compañía conocen muy bien los entresijos de eso que alguien llamó ritmo.
Seguramente no cuenta con temas de la inmediatez de “El pony bravo” o “El rayo”, pero eso no significa que, a pesar de ser un disco concebido para digerirlo despacito y disfrutar del viaje, no tenga enormes canciones que se pueden disfrutar individualmente. De entre todas sobresale una de forma brillante. “La rave de Dios” son cinco minutos y medio de groove hipnótico que induce al sudor colectivo a través de una amalgama de guitarras, bajos, batería, teclados y programaciones electrónicas delirantes; mientras, Daniel estira esa voz a medio camino entre Detroit, Memphis y Sevilla invitándote a que entres y pagues por un gramo de fe.
Aún así hay que entender que la supervivencia de este disco, como los buenos de verdad, está fundamentada en su consumo como una sola pieza; sólo de esta manera se pueden asimilar las enormes dosis de ritmo, ironía y humor que se gastan los sevillanos. Desde la mística trianera de “Niña de fuego” o la actualización post-punk de Veneno y Pata Negra en “Fullero”, a la crítica afilada a golpe de metrónomo de “China da miedo” (“toda una vida fabricando iPhones y Adidas, sólo quieren vivir mejor en China”) o “Super-broker” (“todos somos un poquito americanos”), pasando por el poderío bajístico general, la locura lisérgica de “El campo fui yo” o el guiño reggae de “Pumare-ho!”.
Uno de los imperdibles de este año que va cerrando el telón, descaro y talento a partes iguales. Un escándalo de proporciones bíblicas.
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