Underworld – Strawberry Hotel (Smith Hyde / Virgin Music)
Empezar a degustar la última entrega de Underworld es entrar en una dinámica de tiras y aflojas marcados por los primeros minutos de escucha, sorprendidos por la tibia entrada de ese “Black Poppies” que baja las revoluciones que se le presupone a una vuelta de tantos años, o, por lo menos, que se espera. Pero el truco reside ahí: tus pulsaciones ves que no pueden caer más cuando, sin darte cuenta, te encuentras sumergido en la tremenda “Denver Luna” y su posterior “Techno Shinkansen”, dos auténticos monumentos a sus raíces, una insignia de marca personal abocada a las grandes producciones del dúo, bebiendo directamente de la máquina del tiempo de aquellos gloriosos Dubnobasswithmyheadman (JBO, 1994) y Second Toughest in the Infants (JBO, 1996), de aquellas capas y sustratos sobre los que cimentaron un sonido hipnótico, percusivo, de voz sin temor a la espiral y a la pérdida de la noción del tiempo.
Estos temas podrían convertirse en la única razón de existencia de este Strawberry Hotel e, incluso, una motivación para regresar a la estela que aquellos maravillosos años de sencillos de tres cuartos de hora que pasaban por encima de ti sin darte cuenta. Eso sí, desmerecer el resto de esta entrega —la primera en ocho años en formato de larga duración si quitamos el experimento Drift (Smith Hyde Productions / Caroline, 2018 y 2019)— sería ser demasiado parcial. Asumiendo que la construcción de este disco es menos experimental que su serie antecesora, es, por otro lado, una vuelta a la senda del éxito y de la esencia perdida —en parte— en aquel buen Barbara Barbara, We Face a Shining Future (Caroline, 2016). Ahí están para certificarlo el continuo de temas como “and the colour red” o “Hilo Sky”, pero también los intentos diferenciadores de “Ottavia” y los espejos retrovisores a cierta tendencia electrónica de club de principios de siglo mostrados en “King of Haarlem” y, especialmente, en “Burst of Laughter”.
No obstante, el disco decrece en intensidad y valor a medida que se perciben ciertos rellenos trasliterados en esas calmas tensas, pretendidamente oníricas por y para su repertorio, de “Gene Pool” y “Lewis in Pomona” y que anteceden esos cierres epitafio que son “Oh Thorn!”, quizá el menos inncesario de todos, pero, sobre todo, de “Iron Bones” y de “Stick Man Test”, esas típicas últimas almendras amargas que te arrancan el buen sabor de un atracón a mandíbula batiente más que necesario.
Escucha Underworld – Strawberry Hotel