Toundra – IV (Superball Music)

Si hay que ser valiente para dedicarse a la música, más todavía hay que serlo para hacer rock instrumental. Y con las audiencias cada vez más fragmentadas, posiblemente este sea uno de los compartimentos más estancos y donde resulta más complicado atraer a seguidores de otras músicas. La ventaja es que la falta de letras permite eliminar barreras lingüísticas y acceder a otros mercados. Eso lo han leído muy bien Toundra, que han apostado por la internacionalización en respuesta a la apocalíptica situación de la música (y de casi todo) en nuestro país. Para ello han abandonado Aloud y han fichado por Superball.

En un tipo de música en el que el campo para evolucionar no es quizás tan amplio como en otras, Toundra han sabido marcarse un camino y recorrerlo sin repetirse excesivamente. Hasta cierto punto obligados por el cambio de guitarrista, en IV suenan algo diferente a sus anteriores trabajos. Ese post-rock cósmico y centelleante de sus inicios ha mutado en un rock más pesado en el que las guitarras refulgen más potentes y oscuras que de costumbre. El resto, más o menos lo de siempre pero muy bien hilado: los pasajes cambiantes, la alternancia entre distorsión y claridad, la potencia del bombo, el protagonismo de los platos… Sí, estamos ante el ABC del metal instrumental, pero hay que saber atinar con los ingredientes precisos y las dosis exactas.

Tras IV hay un concepto: un bosque en llamas y unos animales huyendo para sobrevivir. El inicio con «Strelka» crea precisamente esa percepción: sonidos bucólicos de un paraje tranquilo que, poco a poco, según se incorporan instrumentos, va adquiriendo intensidad hasta que entra la segunda guitarra y, se supone, el bosque empieza a arder. A partir de ahí, jugando con los consabidos contrastes entre calma y ruido, Toundra van tejiendo la malla sonora con la que, disco tras disco, nos atrapan. Quizás «Viesca» sea el único punto en el que la red muestra agujeros, dejando una ventana abierta a otros sonidos: cuerdas y vientos se elevan aquí sobre las guitarras y la percusión, creando un ambiente que bien puede recordar al III de Led Zeppelin.

No sé hasta qué punto ese bosque ardiendo del que huyen los animales se trata de una metáfora de la situación social actual, pero lo bueno de la música instrumental es que cada uno puede decidir el significado de las sensaciones que le produce. Y Toundra son maestros en generarlas.

 

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