KONGOS (Sala Bikini) Barcelona 17/11/16

Versionar el «Get Back» de los Beatles consiguiendo que no suene como ninguna de las otras 287 bandas a las que escuchaste intentarlo antes a lo largo de tu vida conciertera, introducir apariciones fugaces de raperos que se hacen llamar Mozart o intercalar hard rock con kwaito garagero y otros patrones rítmicos negros más tradicionales. Éstas y otras cosas no tan heterodoxas suceden durante los directos ofrecidos por cuatro hermanos sudafricanos vía Londres pero asentados en Arizona que se hacen llamar KONGOS.

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La perspectiva puede asustar un poco a cualquiera que no esté versado en las delicias del mestizaje y la impureza musicales, razón por la que, probablemente, la barcelonesa Sala Bikini estuviera a poco más de la mitad de su capacidad el pasado jueves. Presentando su último álbum Egomaniac en la que fue la primera de las tres fechas españolas del tour europeo de estos peculiares rockeros (pasó el viernes por Santander y finalizó el sábado en Madrid), el público español pareció no estar a la altura cuantitativa de unos tipos que acumulan cerca de 57 millones de visualizaciones en el videoclip del que es hasta ahora su mayor hit, «Come with Me Now», uno de esos temas que todo el mundo ha oído y nadie recuerda dónde.

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Cualitativamente, por otro lado, la modesta congregación de fans allí reunida no tuvo nada que envidiar a la más vasta multitud festivalera; hasta el propio Dylan Kongos, bajista y vocalista de la formación, comentó en un rarísimo inglés de acento tricontinental lo gratamente sorprendido que se quedó al comprobar que más de uno se sabía todas las letras.

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Hay una mística inigualable en la compenetración energética de grupos integrados por miembros de la misma familia, y las actuaciones en vivo de KONGOS son prueba irrefutable de ello, apareciéndose como una especie de Staple Singers blancos y contemporáneos. Se percibe con flagrante obviedad en ese celebérrimo “Come with Me Now” de su debut Lunatic, en el que la gente se vino de pronto arriba mientras ellos parecían aburrirse un poco, y mucho más en el nuevo y adictivo “Take It From Me”, ese acordeón perdido del rock & roll que los convierte en algo a un tiempo reconocible y misterioso. “I Don’t Mind”, “Good Life” (que trata, según el batería y cantante Jesse, de hacerles una peineta a las complicaciones existenciales), “I Want to Know”, “Escape” o un “Blue Monday” de New Order como bis de despedida, dan fe de la sustancia, la entereza y la originalidad que desprende su propuesta artística.

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Esperemos que el puntual despiste de los catalanes no desaliente a este cuarteto de músicos de esos que ya no quedan. Ojalá vuelvan pronto para darnos otra oportunidad, porque la peculiarísima y suculenta aportación de KONGOS al convaleciente rock del siglo XXI no merece ser perdida de vista.

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