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Entrevista: Josele Santiago

Hace poco viajamos a Transilvania y alrededores de la mano de Josele Santiago, no solo porque así ha titulado uno de los mejores trabajos de su carrera sino porque tuvimos el privilegio de escucharlo en dúo acústico con David Krahe y porque además repasa en este formato algunos de los temas que lo han señalado como una personalidad imprescindible del rock en castellano. Su ironía, su talento y su rotundidad escénica precedieron a la entrevista que nos concedió en el camerino del cordobés Palacio de Viana, un marco ideal para el recogimiento que necesita la carnaza que esconden sus composiciones.

Lo de preguntarte por qué has titulado el disco así ya puede sobrar, habida cuenta de la multitud de entrevistas que has hecho y las veces que lo has explicado.

Bueno, es un poco maquinal ya… Pone un poco en guardia, y luego es verdad que el paisaje que esbozan las canciones se parece mucho al de las pelis y los libros de vampiros y bla bla bla… Todo eso es verdad, pero lo he pensado luego, dices “me van a hacer entrevistas y me van a preguntar esto seguro, me tengo que inventar algún rollo”. Seguramente vayan por ahí los tiros pero de una manera intuitiva. Claro, todo esto ¿por qué? Pues no funciona así, funciona por intuición mayormente.

¿Quiere eso decir que las canciones también son intuitivas? Porque no lo parecen, son letras de un tío que se sienta y sabe perfectamente de lo que va a escribir, y además escribe bien.

Es que una cosa no quita la otra, porque yo lo que busco son imágenes potentes, es lo que busco mayormente, y luego ya pues lo dejo abierto a la lectura del personal y de quien quiera. Me gusta más sugerir y se llega yo creo que más dentro a base de imágenes potentes y a la realidad si le añades algo, que es de lo que se trata.

No se deben mostrar las cosas de forma tan evidente, creo. Es necesario un filtro artístico y el tuyo es muy atinado.

A mí me gusta. Luego hay gente que trabaja de otra manera, afortunadamente, porque si no fíjate qué desastre.

Debe ser así sobre todo cuando se trata de canciones tan chungas como las que hay en el disco. Porque vaya tela con lo que cuentas.

Mi discurso es puñetero, sí. Pero el discurso mío siempre ha sido puñetero, no sé si es que tengo vocación de chivato o qué pero a mí me llaman la atención esas cosas, me llaman la atención las grietas que veo, las fisuras, y ahí es donde yo me fijo. Cenizo que es uno. Yo creo que está bien que haya de todo, pero que haya gente así. Hay una frase de El Cabrero buenísima que yo siempre la digo, su discurso es puñetero también, es un francotirador. Él dice que quien vea un mundo perfecto que le siga cantando a los faroles de la feria de Sevilla pero que él no puede, y a mí me pasa lo mismo. ¡Qué le vamos a hacer!

Para eso, para no cantarle a la felicidad precisamente, hay que tener un talento especial también. No todo el mundo es capaz de expresar ese sentimiento de no poder cambiar el mundo pero saber cómo contarlo.

No es ni más fácil ni más difícil que hacer canciones alegres, es otra manera, es distinto. Por suerte, ya te digo.

¿Es el disco más puñetero como dices, o el más jodido, el más oscuro que has hecho hasta ahora?

Es posible. Oscuro no te diría yo, pero puede que de los míos en solitario sí lo sea. He tenido épocas más chungas en los Enemigos pero es probablemente en el que esté más enfadado, tiene un discurso más airado, más disconforme con lo que veo porque es que no me gusta nada la deriva que está tomando la sociedad, no me gusta un pelo y cada vez me gusta menos.

No hace falta que lo digas, aunque sueles aclararlo en estos conciertos acústicos de presentación, a propósito de la canción “Ángel”: El niño, que eres tú supongo, que se levanta por la mañana y manda a todo y a todos a tomar por saco.

Sí, esa canción es un cabreo mayúsculo, de estos días que se levanta uno indignado y que te da vergüenza. Nos pasa a todos a veces, nos da vergüenza pertenecer a la especia humana, porque nos estamos cargando el medio ambiente y hablamos de esto en tercera persona como si no fuera con nosotros, pero nos vamos a la mierda y nadie habla de eso, todo el mundo habla de otras cosas, de problemas mucho más pequeños. Pero bueno, no sé, ya reventará esto, ahora mismo es un hecho que va a reventar de aquí a nada como siga así. Lo único que sigue importando es hacer dinero rápido, entonces yo qué quieres que te diga, contento no estoy. Hay un diez por ciento de la población que consume el noventa por ciento de lo producido en este mundo, ya solo con eso… Y luego los datos concretos ya son escalofriantes, entonces no me gusta la raza humana, se comporta como un puto virus. Yo estoy muy enfadado, a mis cincuenta y tres años me siento defraudado.

Se nota muchísimo en las canciones de este disco, no solo en la atmósfera general en la que el mal está acechando ahí, esperando tras la puerta.

Intento darle una historia a cada canción, una historia visual por muy abstracta que sea.

Hay un tema que puede ser bastante importante en tu discografía: “Saeta”. No es nada previsible, ni para los que te hemos seguido desde Enemigos ni para cualquiera que haya oído tus canciones esporádicamente. Además toca un tema también delicadísimo como la pederastia.

“Saeta” está tratado de una manera especial. Parece como de los Stranglers, ¿no? Y precisamente por eso, porque lo he trabajado mucho con Raúl (Refree), por cierto muy a gusto. Llevaba hablando de trabajar juntos hace muchísimo tiempo, antes de que se convirtiera en el productor tan solicitado que es ahora. Hace más de diez años, nos conocimos en un festival que organizaba Rockdelux para el aniversario de no sé qué y estuvimos tocando juntos y nos dimos cuenta de que nos entendíamos muy bien. Y bueno, ahora que vivo en Barcelona y me junté con unas canciones, once o doce, suficientes para un elepé, pues le llamé. Vive a seis paradas de metro de mi casa, y por otro lado llamé a Xarim Aresté para grabar con su banda, al que había conocido con Very Pomelo, el grupo que tenía él antes con el que estuve colaborando. Junté a dos puntos que en principio no casaban bien pero yo los veía, somos músicos y lo bonito es juntarse. A mí me gusta llegar con las canciones terminadas al estudio, pero yo considero una canción cuando hay una melodía y una letra, luego ya como la vistas es otro tema. Había salido ya del armario mío del directo riguroso y eso con lo que estaba yo obsesionado, con los sonidos naturales, que son los tres primeros discos. Luego ya en el cuarto, en Lecciones de Vértigo, me lancé un poquito más a volver a la electricidad. Después aparecieron los Enemigos en escena inesperadamente, y afortunadamente porque nos lo estamos pasando muy bien, la verdad. En principio era para un bolo, pero mira aquí seguimos, y cuando decidimos hacer el disco pues me pilló a mí trabajando en lo que iba a ser mi quinto disco en solitario y claro, se me acabó descabalando, pero me da igual.

Mereció la pena, porque en el último disco de Enemigos hay canciones que podrían estar en cualquiera de tus discos en solitario, parece que estuvieran preparadas para ti y al final acabaron en un trabajo como banda.

Claro, es un vehículo de expresión, siempre lo ha sido. He escrito casi siempre todas las canciones menos alguna muy puntual. Las letras todas. Para mí siempre ha sido un vehículo de expresión y ahora tengo dos y mira, tan a gusto, eso no lo puede decir cualquiera. Además con los miembros originales, que eso ya sí que no lo puede decir casi nadie. Ha sido muy emocionante, la verdad. Y luego tengo un tercer frente abierto que es este, el dúo folk.

¿Estás tocando con banda también defendiendo Transilvania?

Ahora empezaremos, en noviembre.

No es tan fácil como parece, por muy sencillo y ligero que parezca el formato acústico. ¿Es un poco como el teatro por aquello de enfrentarte en crudo a los temas y con la posibilidad de que los posibles fallos se noten más?

Se aprende un montón porque los primeros que das son horrorosos, lo pasas muy mal, pero al final es una dinámica que me gusta. Se cambia la contundencia por un jugueteo, puedes estirar los temas. Ahora es con David, pero a veces voy solo y entonces hago lo que me sale de los huevos directamente. Tiene mucha gracia, si quiero lo alargo y si quiero lo acorto, y la relación con el público es mucho más directa y hasta profunda diría yo.

No es habitual que la gente esté tan callada en este tipo de conciertos. Sorprende el silencio, el respeto y la atención a dos músicos, no sé si porque en Córdoba se te quiere mucho y tienes familia por aquí cerca pero tristemente no es algo fácil de conseguir.

Hombre, la gente lo entiende yo creo que a la primera. Estos conciertos así a dos acústicas y voz necesitan ante todo silencio por parte del público, que se agradece una barbaridad. No siempre se encuentra pero sí casi siempre, y tiene que ayudar el sitio también, porque te metes con dos acústicas en un bar de copas un viernes por la noche y estás vendido, pero aquí con la gente sentadita y eso pues ayuda muchísimo.

Tampoco eres muy prolífico tú haciendo canciones. ¿Tenías algo ahí guardado en el fondo de algún cajón que hayas rescatado para grabarlo ahora?

No, no suelo tener mucho fondo de armario. Lo que grabo es lo que suele haber, pero tampoco llevo un mal ritmo. El otro día me lo estaba planteando, por curiosidad lo miré y llevo desde que empezamos con los Enemigos un ritmo de uno cada dos años, que tampoco está mal. Hay un paréntesis de tres pero también es verdad que me puse malo, entonces no es una mala media. Para la edad que tengo ya… Lo que pasa es que puedo ser bastante desesperante con las canciones, tardo mucho en escribirlas.

Bueno, a lo mejor eso es buena señal. Lo de la búsqueda de la perfección y tal…

La perfección es una mierda, hombre (risas). La perfección no existe.

He de decirte que los Enemigos teníais alguna que otra canción si no perfecta, muy cerca de serlo.

Bueno, esa es otra que daría mucho para hablar, cuándo está una canción terminada. El caso es que les doy muchas vueltas. No suelo tener mucha paciencia para nada pero para las canciones tengo toda la del mundo, hasta que no me doy por satisfecho no la doy por terminada y no se la enseño a nadie. Una vez que la he dado por terminada luego sí me gusta y soy bastante abierto, de hecho estoy muy abierto. Los músicos con los que trabajo se sorprenden porque siempre les pido que me sorprendan y me gusta. Ya te digo, yo tengo sagradas una melodía, que a veces tampoco es tan sagrada y se puede cambiar un poquito, y una letra. Eso y una estructura, que tampoco es tan sagrada, pero todo lo que sean arreglos y eso, o dicho de otra manera más rápida, intento no pensar en estilos cuando escribo y es mucho más divertido. Luego ya te la puedes llevar a donde quieras y de esa manera pasan la prueba de la guitarra acústica. Hay que adaptarla, claro, pero se trata mayormente de quitar, son más importantes casi las notas que no das.

Tampoco es que tengan muchas capas tus canciones, son bastante sencillas si las escuchas bien.

Sí, son sencillas, te las saca cualquiera rapidito. Hacemos esto del rock and roll, o el blues, que son muy poquitos acordes. Quiero decir, no es jazz ni nada, no entramos en complicaciones.

Algo de lo que no estarías demasiado lejos, porque los arreglos de algunas de tus canciones son muy de jazz. Incluso en el retorno de Enemigos hay cosas con cierto toque jazzístico.

Sí, escucho mucho jazz. No hay mucho margen a la improvisación tampoco, un poquito a veces. De hecho escucho bastante más jazz que rock, la verdad. Hombre, ellos también cambiaron bastante, mis compañeros en los Enemigos en los diez años que estuvimos separados trabajaron con gente muy diversa y eso se notó. Nos encontramos con músicos más maduros, más experimentados y más abiertos. Afortunadamente se pueden compaginar ambas carreras y yo echaba mucho de menos pegar guitarrazos, no lo sabía pero los echaba de menos. Nos gustaría seguir grabando.

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