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Nacho Para – No parking tickets in the clouds (Crazy Chester)

Hay discos que transmiten buen rollo nada más ver la portada. Luego el contenido puede estar en consonancia o no, pero esa primera impresión, muchas veces, es la que impregna la posterior escucha e incluso la condiciona. En el caso de este debut en solitario de Nacho Para, compositor y voz de Bantastic Fand, el interior está perfectamente en armonía con el exterior. Esa foto de portada, unos chavales intentando hacer unas migas en el campo hace unas cuántas décadas, desborda amistad, camaradería, ganas de echarle un vistazo a la vida a ver qué nos depara. Cosa rara en estos días, el disco llega con un libreto de 16 páginas donde, junto a las letras, aparecen otras fotos similares que transmiten esa misma sensación de trabajo hecho entre amigos, de recuperación de bonitos recuerdos y de armonía, más que nostalgia, con el pasado.

Un pasado al que Nacho Para, bien arropado por sus compañeros de grupo, no duda en acudir en busca de inspiración para su música. Sus fuentes son evidentes: esa música americana más campestre entre el folk, el country y el rock. Sus referencias también son obvias. En primer lugar, es evidente, Bob Dylan. Un Dylan muy concreto diría yo, el de los últimos 60 y primeros 70. También Tom Petty, su adorado George Harrison (al que le dedicó un libro no hace mucho, hay que recordar que Nacho fue periodista y escritor antes que músico) o todo el árbol genealógico que parte de The Byrds. Puede que también el Van Morrison más bucólico y americanizado, las praderas irlandesas no deben ser tan diferentes de las de Illinois. Todos ellos pasan por la batidora para generar una serie de canciones que, como las de su grupo, desprenden esa ternura y camaradería de las que hablaba al principio.

La dificultad para reunirse que la pandemia introdujo en nuestras vidas, supongo, ha obligado de alguna forma a que estas canciones hayan salido a su nombre y no al del grupo, a pesar de las colaboraciones. También ha influido en la temática, ya que temas como “Only seen my face” evocan esos desgraciados días en los que mucha gente se veía obligada a convivir únicamente con la soledad. La sensación, sin embargo, no es de pesadumbre. Escuchando esta y otras canciones – sin ir más lejos la siguiente, “Leaving you my soul” – uno no puede sino dejarse llevar y caer en manos de una extraña placidez. Los dobros, las armónicas, los banjos o la pedal steel, instrumentos que asociamos a un tipo muy especial de música que nos remonta a una vida más difícil pero más sencilla en muchos aspectos, campan a sus anchas como pequeños potrillos por una pradera verde que casi puede olerse. “In the afternoon” habla de la primera tarde de alguien fuera de prisión, pero podría hablar de cualquiera de nosotros cuando nos liberamos de ataduras internas y externas para volver a contactar con una puesta de sol o con el olor a hierba mojada. Igual que la exuberante “Drivin’ North” puede hablar de cualquiera que, por el contrario, considere la gran ciudad su hogar físico y mental.

Se me acaban las metáforas campestres, pero es necesario hacer un último esfuerzo para hablar de una de las mejores canciones del disco y del año: “Great creation”. La armónica que la abre tiene el mismo poder evocador que la de Dylan al final de “Sad-eyed lady of the Lowlands” o la de Springsteen al principio de “The river”. Ambas te cuentan su propia historia, además de la narrada en la canción. De eso va todo el disco, de que Nacho empiece a contar una historia y tú le pongas un final. O varios, porque a cada escucha las canciones mutan y desvelan nuevos detalles. Inacabable.

Escucha Nacho Para – No parking tickets in the clouds

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