Foo Fighters – Wasting Light (Virgin)

Quienes consideramos los dos primeros trabajos de Foo Fighters como dos joyas de la resaca post-grunge, parecía que nos las prometeríamos felices con el regreso de la banda este año.

“White Limo”, el primer adelanto que escuchamos, era desde luego una canción vieja escuela que rememoraba la urgencia desarmante de temazos pretéritos como “Weenie Beenie” o “Wattershed”; vamos, la de aquellas composiciones que los gorrillas de medio calzoncillo fuera seguidores actuales ni huelen en los recopilatorios salvavidas que actualizan la agenda musical de forma raquítica en los tiempos del “aquí y ahora”.

Más adelante, con Wasting Light (11) ya en nuestras manos, vemos como no era para tanto. Golpes de efecto como la producción de Butch Vig, el regreso de Pat Smear como Footoo o, incluso, la participación puntual de Krist Novoselic en la plomiza “I should have known”, apelaban a la nostalgia de aquellos que vivimos tantos momentos excitantes hace veinte años, pero el resultado final no convence.

Y no lo hace porque, de eso estamos seguros, la incorruptible personalidad y actitud de Dave Grohl le llevó a grabar el disco en el garaje de su casa, pero esa condensación energética, no se vio correspondida con el tratamiento tan limpio, como es habitual en él, que realizó el productor de Nevermind (91) o Siamese Dream (93). Más bazas en su contra: una duración excesiva donde se echa en falta concreción en esos temas de desarrollos que no van a ningún sitio como “Dear Rosemary” o “Arlandria” que aspiran a ser canciones grandes y no pueden más que evidenciar una visible falta paulatina de talento por mucho que nos duela.

Y es que, siendo condescendientes, desde In your honor (05) los lanzamientos de Foo Fighters han ido perdiendo en cuerpo, en canciones certeras de ese rock alternativo seminal de sus primeros trabajos y sobre todo, en ese sonido arisco, bruto e instintivamente puro que destilaba su debut homónimo. Curiosamente, eso no ha ido acompañado de una pérdida de fama o de trascendencia, ahí está el hecho de que una banda que volaba los tímpanos en un club hace quince años ha acabado engullida por todos los tics de las bandas de estadio, algo impensable antaño para los creadores de “Enough Space” o “Good Grief”.

Por tanto, los momentos a recordar se limitan a la citada “White Limo”, los tirones trepidantes de “Rope”, la empática épica reconocida en “Walk” y algún estribillo con sangre como el de “These Days”. El resto, de nuevo, discreto.

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