Fangoria (Sant Jordi Club) Barcelona 24/04/22

Aplazado por la pandemia, este concierto era esperado por todos los fans que ayer nos congregamos en un Sant Jordi Club lleno, y con ganas de jarana, petardeo y diversión. Observaba a la gente desde la grada y el entusiasmo era generalizado. Caras sonrientes por asistir al baile de la “nueva normalidad” que, esperemos, se prometa definitiva.

El público -de los que podríamos considerar boomers un 90%- se hacinaba en las barras a coger sus cervezas -caras y calientes-, fumaba en las zonas habilitadas, y socializaba como si no hubiera un mañana. Se esperaba una noche especial porque nos reencontrábamos con Fangoria, esa rara avis de dúo que Olvido Gara y Nacho Canut, pese a viento y mareas, ha conseguido sobrevivir al paso del tiempo. Como entidad, porque su música empieza a sonar trasnochada. Pese a ello es curioso como Alaska ha sabido reinvertarse una y otra vez para, aun haciendo siempre lo mismo -adaptar su discurso a la moda imperante- conectar con el público.

Una audiencia variada a tenor por lo que se veía por los pasillos: cuarentañeros con camisetas de los Ramones, mucho chico también en la treintena con outfits imposibles y con el vogueing bullendo en la sangre, puretas que nacieron bailando el “Bailando”, chicas con amigos maricas que parecían terminar la noche como si de una fiesta de soltera se tratase, ávidos cazadores en busca de chasers guapos, y mucho selfie y mucho Instagram para postear el momento fugitivo. El microcosmos fangoril que desde hace años un servidor está integrado la mar de a gusto.

La velada arrancaba con La Prohibida, una artista que cada vez me gusta más. Su electropop que, como dice ella, tira del drama y de las venganzas iluminadas por neones. Y es que al fan medio de Fangoria nos gusta un drama una cosa muy mala. Vestida con tejanos anchos y una cazadora de Bultaco, la de Cádiz se movió con soltura por el escenario, interactuó con el poco público que en ese momento la veía, y cantó pelotazos como “Baloncesto”, “Eres Tan Travesti”, o “Ganas De Matar”. Cantó como una diva. Estupenda actuación.

Ver a Hidrogenesse es siempre enfrentarse a una performance distinta, en la que el espectador siempre es interrogado. Ritmos mutantes, letras inteligentes, mensajes por descifrar. Genís y Carlos son más que nuestros Sparks, mucho más. Ellos son el mejor grupo que tiene el pop nacional, aunque más de un espectador anoche los mirase con cara de ¿“qué-coño-están-haciendo-estos-dos-aquí? Breve y muy intenso set con homenajes a Sara Montiel (“Supersara”), no podía faltar “Disfraz De Tigre” que Fangoria han versionado, ese drama de lo cotidiano que siempre me da pánico escuchar (“No Hay Nada Mas Triste Que Lo Tuyo”), o “La Cita”. Son enormes.

Llegó el turno a Nancys Rubias que siempre les toca el complicado papel de calentar el ambiente. Los fans que fumaban y bebían o hacían cruising en los lavabos estaban ya en la pista. Todo oídos. Mario Vaquerizo es un showman cada vez más cañí y casposo, pero sus ademanes de gran personaje de vodevil me hacen gracia. Él mueve su pelo Pantene como nadie, bebe cervezas en el escenario como nadie, contonea sus caderas como nadie, hace la pelota al público como nadie… ¿Y la música? Bien, la sesión de karaoke es intercambiable a cualquier otra. Sigamos.

Alaska, Nacho, Spunky, y J. Horror subieron al escenario. Empezaba la fiesta de verdad. Enfundada en un vestido en plan alienígena con guiño a Bowie, Olvido daba las gracias a la gente por la espera pandémica y por, sobretoso, no haber devuelto las entradas tras tanta cancelación de fechas. Ella siempre con su elocuencia, saber estar, y siempre dorando la píldora al personal. La amamos.

Con la participación de cuatro bailares que estuvieron estupendos, Fangoria se mostraron como la reserva internacional de hitazos para rescates emocionales. Sonaron proteicas y exuberantes “Dramas Y Comedías”, “Espectacular”, “Mi burbuja Vital” (los «lailalá lailalá» que coreamos se oían en toda la Zona Franca), “Geometría Polisentimental”, “Electristas”…vamos, que más o menos lo mejor del repertorio (bastante alicaído desde hace tiempo) de los últimos años.

No faltaron sus guiños al pasado, bueno, yo diría que al metapasado, con “Perlas Ensangrentadas” y “Bailando”. Y es que pasarán otros mil años y seguiremos recurriendo al “bailando, me paso el día bailando, y los vecinos mientras tanto no paran de molestar”. Un himno de una época, y más que otra cosa, la pieza angular de una Alaska que haría buen share de audiencia si Iker Jiménez abriera un caso de investigación sobre su persona. Lo pasamos estupendamente. Sentirse en zona neutral siempre da seguridad, y más en tiempos bélicos.

Foto: Julio Aznar

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