María Guadaña – Latidos y Culebras (Happy Place)

Cuando las referencias son tan obvias y las pretensiones tan mínimas, es prácticamente inútil intentar contextualizar una obra musical de forma coherente. Más que nada, porque cualquiera que en el caso que nos ocupa haya tenido ocasión anterior de acercarse a su óptica creativa, ya sabrá que la descripción del concepto sonoro de María Guadaña no obedece a demasiados patrones establecidos, y a la vez resulta bastante reconocible en planteamientos y sonido. Con las obvias aproximaciones a la poesía maldita, al surrealismo emocional y a una oscuridad genérica que todo lo aplaca y llena de ángulos, el nuevo disco de la jiennense profundiza de forma brillante en todo lo citado y lo lleva a una nueva y más jugosa dimensión. Los ambientes y la composición de claroscuros corre a cargo del habitual Tonio Martínez, quien ya dotó de personalidad a sus otros Remedios Paganos, con los que entramos en contacto con un mundo inestable y expresivo a más no poder. A la manera de un Warren Ellis sin tantas contradicciones, la instrumentación parca, con buenas dosis de theremin y apuntes sombríos llenos de detalles, no solo acerca las canciones a la intensidad, a veces excesiva, de Nick Cave, sino mucho más a la implicación sentimental del Tom Waits más volcánico o a los arrebatos de otra Lhasa de Sela atemporal y mágica.

El abismo al que apuntan los temas en su mayoría queda subrayado por el saxo hondo de Dani Niño y el grito ocasional de letras como la de “Preto”, pura prosa al límite de la expresividad. Otra colaboración casi imprescindible es la de Gabri Casanova a los teclados, pieza clave en el desarrollo poético de “Al viento”, en claro contraste con la luz entreverada que asoma en “Imagina”, una leve aproximación al pop en la misma medida en que “Amanece alimaña” se baña en unas guitarras más cercanas al rock de base clásica. Justamente de eso, de toda convencionalidad, se huye de manera evidente a lo largo de las siete canciones que componen el disco. Tanto es así que podemos escuchar, que no bailar, un vals personalísimo titulado “Trinidad”, mezcla de seda y perturbación, sin casi darnos cuenta de que hace un momento que acabamos de escuchar el hechizante mensaje implícito en “Caballero” y la quejumbrosa retahíla que percute en “Plañidera, con lo cual el impacto resulta aún más redondo. Seguramente un efecto no planeado, pero profundamente conmovedor.

No hace falta sentirse atraído por la voz ni la música de María Guadaña para describir las sensaciones que produce en cualquier oyente atento a cualquier atisbo de sensibilidad. Tampoco es necesario disfrutarla, ni sufrir en alma propia lo que ella cuenta en carne ajena. Tan solo hay que saber que en cualquier momento podemos echar mano de una de estas canciones para decir, con esas u otras palabras parecidas, lo que no sabemos ni podemos decir con claridad. En estos Latidos Y Culebras hay mucho por sentir, escuchar y pensar. En cuánto bien nos puede hacer dejarnos llevar, por ejemplo.

Escucha María Guadaña – Latidos y Culebras

 

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