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Triángulo de Amor Bizarro – La Riviera (Madrid) 16/07/20

La última vez que estuve en La Riviera disfrutando de un concierto fue viendo a Nada Surf hace cuatro meses aproximadamente. Recuerdo estar en primera fila saltando, bailando y cantando. Ayer, tras la travesía en el desierto físico y mental que hemos sufrido, llegaba a la sala con mascarilla, esperando a ser ubicado en una silla y observando la distopía más inverosímil y cutre que la ciencia ficción pudiera habernos hecho imaginar.

2020 es el año que no olvidaremos nunca quienes lo (sobre)vivimos: una pandemia de consecuencias devastadoras en todos los sentidos asola un planeta ya de por sí convulso, problemático y al límite de sus posibilidades. Tras el confinamiento, tocaba ir apreciando eso que se ha dado en llamar nueva normalidad, y que por tener, tiene de todo menos de normal, en la esfera de los conciertos en vivo, uno de los mimbres principales del universo musical, herido profundamente tras este desastre como cada uno de los eslabones de la cultura.

Observando las medidas sanitarias que son necesarias tomar, a cualquiera que le haya escupido vino en un ojo Marilyn Manson y le hayan mordido en un brazo durante un show de los Stooges como a servidor, se le cortaba el cuerpo con sólo presenciar el ambiente de la sala: con el agobio de las mascarillas puestas todo el tiempo, lejos del escenario y sentado sin ni siquiera poder ponernos en pie en la zona del asiento, presenciar un concierto tras todos estos meses donde nuestras mentes y cuerpos han resultado maltrechos tragando techo e incertidumbre, no parecía el mejor escenario posible para disfrutar de la música en vivo, elemento fundamental en la vida de muchas personas. Me prometí a mí mismo no prodigarme mucho en este tipo de eventos profilácticos, auténticos tanatorios funcionales, pero con excepciones.

Y el pasado jueves en Madrid la excepción se llamaba Triángulo de Amor Bizarro. No se me ocurre una banda que haya facturado un disco tan premonitorio y apocalíptico de manera casual con respecto lo que hemos vivido que los gallegos. Y no sólo eso, el enfoque rico, polivalente, extremo y valiente de la obra homónima la encumbra como uno de los mejores trabajos facturados en mucho tiempo no ya en España, sino en el planeta. Un crecimiento artístico fastuoso, llevado por dos sensaciones complementarias sustentadas por las voces de Isa y Rodrigo respectivamente, a las formas que ocurría en otro disco que adoro, el Esperanza (00) de Manta Ray y su uso de voces para transmitir estados anímicos casi contrapuestos. Las que canta ella, derrochando una emoción que conmueve hasta el tuétano. Las que canta él, rezumando una mala hostia frontal desarmante.

Por tanto, cita ineludible a pesar de los duros condicionantes que acucian a los directos en esta etapa post-COVID. Visto lo visto, resultaba del todo impensable que nos fuéramos a encontrar ante semejante exhibición de tensión, catarsis y sentimiento por parte de los gallegos. Un show que, acompañando a la reformulación artística que supone su nuevo trabajo, les encumbra al olimpo de bandas fundamentales de nuestro tiempo, un crecimiento sin límite y concienzudo, sin trampa ni cartón.

El cuarteto arrancó con la tensión contenida de “No eres tú”, presagiando por dónde irían los tiros, si bien justo después desarrollaron una primera parte de set basada en canciones menos recientes, entre las que destacaron temas primerizos como el clásico “El fantasma de la transición” y el muro de guitarras heredero de la mejor tradición de My Bloody Valentine que trenzaron con “Para los seres atados a las condiciones terrenas”.

Sin embargo, no fue hasta que las violentas percusiones industriosas de “Ruptura” nos flagelaron los oídos cuando nos dimos cuenta de la tremenda magnitud que iba a tener la velada más extraña de nuestras vidas, una especie de secuestro amordazado en una silla en la que por dentro se vivía un crisol sin fin de sensaciones encontradas con las asombrosas canciones de Triángulo de Amor Bizarro sacudiéndonos las entrañas.

Así, el entramado de la imponente “Fukushima”, seguido de una de las canciones más emocionantes que he escuchado jamás en mi vida como es la indescriptible “Asmr para ti”, me demostraron empíricamente que las lágrimas caen por dentro de la mascarilla si te emocionas de más en un concierto y que mi quebradizo estado emocional, tan agitado y hambriento como desorientado y volátil, se deleitaba y sangraba a un tiempo con estas canciones. La siguió, muy bien hilvanada, una inflamadísima “Qué hizo por ella cuando la encontró”, rescatada de su extraordinario Salve Discordia (16), germen de la inmensidad alcanzada con su nuevo largo, añadiendo las dosis más ariscas del también excelente Año Santo (10). Y cuando pensaba que la mascarilla ya estaba seca, a la basura directa por inundación tras la solemne y hermosísima “Cura mi corazón”, de una belleza inusitada para estos tiempos tan horripilantes y que Isa, tan entrañable como emotiva, dedicó casi con piedad “al mundo”.

Tiempo de salvajadas acuchillantes después con la malsana “Vigilantes del espejo” y el ruidismo extremo que pedía estrellar todo el patio de sillas plegables y fallecer en un pogo ahí mismo que fue “Canción de la fama”. Uno tenía la sensación de recorrerle la espina dorsal la escenificación sonora del fin del mundo, entre la dulce anestesia de los sentimientos y la asilvestrada violencia de la enajenación, heredada de un extrañamiento que nos acompaña como una voraz garrapata en estos días a poco que alguien tenga un mínimo de sensibilidad.

No faltaron clásicos para destensar un poco la exigencia sonora reciente –excelente, por supuesto- con temas como la epatante “Baila sumeria” o el bajo trotón de “O Isa”. Hacia el final reservaron el filo crítico de “Les llevaré mi cruz”, la esperanzadora “Barca quemada” y la inevitable y celebradísima “De la monarquía a la criptocracia”.

Y cuando pensábamos que ya lo habían dado todo, el cuarteto nos reservó otra joya conmovedora, “Seguidores”, a la que acompañó una salvaje “El crimen: cómo ocurre y cómo remediarlo” para recordarnos lo buenos que eran al principio y lo impresionantemente enormes que son a día de hoy.

Una noche inolvidable para demostrarnos que, incluso en la hora más oscura, la luz de la trascendencia nos puede salvar, al menos por un instante.

 

3 comentarios en «Triángulo de Amor Bizarro – La Riviera (Madrid) 16/07/20»

  • Anestesia y soma profiláctico para grabarnos a fuego que cualquier cosa que vivimos, hasta la mierda más grande y olorosa, fue mejor que lo mejor de esta nueva subnormalidad. Enhorabuena por la crónica, me ha gustado mucho.

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