Adele – 25 (Sony)
El fenómeno de 25, el tercer álbum de Adele, parece habernos pillado desprevenidos a todos, empezando por la propia industria musical. Nadie estaba preparado para que, en plena era de las descargas (ilegales o legales) y el streaming, se batiera un récord de ventas en la primera semana que permanecía inalcanzable desde el año 2000 (NSYNC con No Strings Attached). Tan solo un dato: la artista con más éxito de estos años, Taylor Swift, no vendió ni la mitad de discos en el mismo periodo. Aunque sería muy interesante discutir las causas y consecuencias del fenómeno 25, no es este el momento ni lugar, así que me centraré en el aspecto musical.
Y, musicalmente, ¿qué tiene de especial este álbum para que la gente se haya lanzado a comprarlo como si no hubiese mañana? Pues, en mi opinión, poco. «Hello» es una buena canción, sí, efectista y grandilocuente. Puede llegar a emocionar, sin duda. La formidable voz de Adele no es cuestionable, su garganta es privilegiada y sabe encontrar la forma de crear matices con ella y alcanzar las notas altas sin los molestos chillidos que emiten otras divas. ¿Bueno? Sí. ¿Nuevo? En absoluto. No hay aquí nada que supere «Rolling in the deep», por no ir más lejos. Y si nos empeñamos en hacerlo, nada que no pudiéramos encontrar ya en cualquier álbum de Mariah Carey o Celine Dion.
Ciertamente el amplio equipo (decenas de nombres se acumulan en los créditos, tanto en tareas de composición como de producción) que ha arropado a Adele ha hecho un magnífico trabajo. Han sabido crear canciones bastante diferentes entre sí, reconocibles: por un lado tenemos la emotividad y confesionalidad de «Hello», «When we were young» o «I miss you», cada una de ellas con su toque distintivo (el piano de la primera, los coros de la segunda, el suave toque electrónico de la tercera); por otro, los temas menos introspectivos, como «Water under the bridge», «Send my love (to your new lover)» o «River Lea», se benefician de la producción de gente como Max Martin o Danger Mouse para saltar a un nuevo terreno donde ritmos africanos a lo «Waka waka» se funden con excelsos arreglos orquestales y efectos electrónicos evocadores. Estéticamente son canciones perfectas, pero no dicen nada, no emocionan. El sesgo confesional y autobiográfico de las letras salta por los aires cuando compruebas que las han escrito Bruno Mars o Tobias Jesso Jr. entre otros, lo cual en sí mismo no debería ser peyorativo pero lo deja todo en manos de la interpretación. Y la interpretación, aunque perfecta técnicamente, insisto: no emociona. La impresión es que le han hecho un álbum a medida para que ella, simplemente, ponga su espléndida voz. Sí, a Sinatra también se lo hacían, pero no entremos en odiosas comparaciones…
La conclusión es que estamos ante una actualización, muy afortunada, acertada y profesional, del sonido que triunfaba hace 20 años con las ya mencionadas Mariah Carey, Celine Dion o incluso Whitney Houston. De ahí, posiblemente, el éxito de ventas, ya que estamos hablando de artistas que vendían millones. Puede que incluso los compradores sean los mismos, aunque ahí ya no quiero aventurarme. Eso sí, por favor, que nadie vuelva a escribir que esto es un disco de Soul o tendré que arrancarme los ojos. Es Adult-Oriented Pop de toda la vida.
Se nota que no sabes lo que dices. Sólo una canción fue co-escrita con Bruno Mars y otra con Tobias Jesso Jr. CO-ESCRITAS, es decir, le ayudaron un poco. Ella escribe todas sus canciones, y luego las interpreta de manera magistral, pero ella las escribe, cada una tiene su historia, de hecho ella dice que sabe que una canción es buena cuando ELLA llora mientras la escribe y compone. Cada canción dice mucho, cada canción tiene un «por qué»; se trata en general del pasado de Adele, de una reconciliación consigo misma, con el tiempo; y se nota en las letras. No puedes decir que «no dicen nada», y hay que ser insensible o inhibir conscientemente las emociones, para decir que «no emociona». Siento que la mayoría son tan profundas, y Adele se nota que siente profundamente cuando las canta. Eso es algo que se transmite al oyente.