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American Football (Sala Copérnico) Madrid 04/06/24

De todos los solapes inevitables en la pasada edición del Primavera Sound de Barcelona, ninguno me partió en dos como el que hizo coincidir en dos escenarios diferentes a la misma hora a Bikini Kill con American Football. En esa ocasión, me decanté por la incendiaria exhibición de la banda comandada por Kathleen Hanna. Es por ello que disfrutar de los de Illinois en una sala tan recogida e íntima como Copérnico se antojaba un deleite con el que saldar de manera inmejorable la deuda con los protagonistas de la velada.

Expectación por todo lo alto en una visita que presentaba el cartel de no hay billetes desde cuatro meses antes de ser vivida. Algo que, junto a la sorprendentemente joven audiencia en su mayoría, demostraba el tremendo tirón que American Football insufló en las más recientes generaciones afines al midwest emo.

Es curioso. Comentaba a la salida del show con mi compañero Víctor Terrazas, mucho menor que yo, como para mí los dioses de todo este tinglado serán siempre Sunny Day Real Estate mientras él les catalogaba de algo más oscuros mientras alucinaba con lo que acabábamos de ver. Es posible que ese matiz al que él denominaba como “oscuro” yo lo hiciera con otra acepción más referida al ventrículo, y que por ello, de algún modo, sean los de Seattle junto a otras bandas como The Appleseed Cast, Last Days of April o Elliott quienes copen mi olimpo dentro de la escena.

Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que American Football sean una banda de menor calado emocional, pero sí que su sutileza, languidez y preciosismo prudente no consiguen de una manera tan eufórica calar dentro de mi alma. Desde luego, las de muchísimas personas que me rodeaban lo estaban hasta el tuétano.

Imposible no rendirse ante un sonido nítido, limpio y templado, donde los versos susurrados con su particular tono por Mike Kinsella eran abrigados por maravillosas guitarras arpegiadas y esa trompeta melancólica de aparición sutil.

Celebraban los 25 años de vida de su debut homónimo, y el grueso del concierto consistía en la interpretación del mismo, introducida previamente por su instrumental previo en su cronología discográfica “Five silent miles”. Fue a partir de ese momento cuando comenzó a desgranarse su obra magna entre ovaciones y respeto absoluto entre la audiencia, interpretado en estricto orden salvo por el detalle de dejar su tema de apertura para el final del grueso del show: su imprescindible “Never meant”. Particularmente, destaco la defensa de “Stay home”, mi favorita. Espectaculares sus ocho minutos encerrados en un bucle progresivo radiante de belleza.

La celebración no quedó aquí, ya que, tras el homenaje a su disco referencial, llegaron rescates de sus otros dos trabajos posteriores, también denominados American Football (2 y 3), sellando la visita con un tema a la altura de lo mejor de su discografía, “Doom in full Bloom”.

Foto American Football: Raúl del Olmo

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