Discos

Andrés Calamaro – Bohemio (Warner Spain)

Uno puede entender la pereza que a estas alturas Calamaro puede provocar a muchos buenos aficionados a la música incluyendo a algunos de los antiguos feligreses de la iglesia calamariana. Ya hace bastante tiempo que el mayor enemigo de Calamaro dejaron de ser las compañías caras para convertirse él mismo en su particular Doctor Moriarty. Un Andrés atrapado en ese eterno retorno que lo llevaba una y otra vez hacia sus obsesiones públicas y a los demonios habituales que intentaba exorcizar en sus canciones. Canciones que a veces podían sonar repetitivas, a ratos innecesarias e inevitablemente casi siempre interpretadas con esa actitud del que parece presumir de estar de vuelta de todo. Un Calamaro que, a decir verdad, parecía que hace mucho tiempo que dejó de dar importancia a lo que sus seguidores reclamaban en un innegociable  o lo tomas o lo dejas que nos obligó a pasearnos por el tango o la cumbia argentina y a fingir emoción por la enésima versión de «Alfonsina y el Mar».

Con estos antecedentes más de uno se sentirá tentado a dejar pasar de largo este último trabajo. La realidad, y juro que no cobro comisión, es que, esta vez sí y casi sin quererlo, Calamaro ha sacado su mejor disco de este siglo ya adolescente. Bohemio es un trabajo que puede convocar a los fans cosechados en los noventa, los de la explosión del Alta Suciedad (1997), con ese público maduro (¿alguien ha dicho AOR?) que también perteneció a la quinta del Mundial 78. Es un disco discreto, de letras sosegadas, intimistas, donde aparta las historias canallas y amores absurdos y acepta generosamente sus pequeñas miserias y a la felicidad más rutinaria. Es un disco aparentemente poco ambicioso pero es en el que Calamaro aparece por fin desenvuelto, tranquilo y liberado de esa presión que se le intuía desde hace tiempo y donde, ¡finalmente!, vuelve a sonar como en sus mejores momentos.

No encontraremos grandes canciones, aunque «Belgrano» o «Dentro de una canción» aguantarían el tipo sin problemas en cualquier álbum suyo, ni su legendaria incontinencia creativa ni tampoco la mala leche que parece reservar para su twitter. Pero es un disco que es como el reencuentro con un viejo amigo, sin duda hay alegría pero es mejor tomarse las cosas con calma y volver a disfrutar de la construcción de la amistad.

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