El documental sobre Parchís (Netflix)
Que esperando al concierto de The Cure del pasado 13 de julio el tema de conversación, entre varios fans que nos arremolinábamos allende el escenario, fuese sobre el documental de Parchís, estrenado en Netflix, muestra un poco lo que está dando de sí el mismo.
Aparte de la situación de explotación laboral y desprotección de la infancia en la industria del espectáculo durante los primeros años de la democracia, debemos hacer hincapié en lo que Parchís significaron musicalmente. Fueron los que más películas infantiles hicieron en esa década. Tino, Yolanda, Gemma, David y Óscar empezaron con una aventura que ni ellos sabían hasta donde podría llegar. Un casting, donde buscaban niños guapos y que supieran cantar y moverse, los reclutó. Bueno, en realidad, del casting tal cual solo entró Gemma, tal como dicen en el documental. A Tino lo conocían de cantar en el colegio, Yolanda era hija de Rudy Ventura, trompetista popular en los años 60 con temas como «Balada de trompeta» o «Canto a Mallorca» entre otros. David entró porque bailaba bien y Óscar era un pilluelo guaperas y ya. La Convención sobre los Derechos del niño ni existía y, por tanto, se fue todo de madre.
Hoy todo lo que vivieron sería difícil, por no decir imposible. Empresarios que querían coquetear con las niñas, ambas menores. Madrecitas que desfogaban sus cosas metiéndose en la habitación de Tino, también menor de edad. Por no hablar de horarios y normas un tanto rocambolescas. Fiestas donde corría alcohol y drogas por un tubo. Gamberrismo en los hoteles y ausencia de control parental.
Parchís fueron una máquina de hacer dinero pero, a qué negarlo, tenían unos temarracos que, como bien reseña el periodista José Viruete, “sonaban como una bomba”. Ejemplo está «La batalla de los Planetas», que le pega mil patadas a muchos temas de los editados cuando La Movida. Aquí un ejemplo:
Eso sí, Josep Llobell, que en aquel tiempo era técnico de sonido, suelta a continuación que los nenes grababan, pero luego llegaban cantantes de estudio poniendo voz de niños. Y como se da cuenta que la ha liado parda suelta; “Pero las voces de Parchís estaban en un plano, sus timbres están ahí siempre”. Ya, ya…
Daniel Arasanz, el director del docu, no encontraba ayuda para montar este proyecto y entonces se tiró de lleno al crowdfunding a través de una web. Crearon IN-EDIT Films y consiguieron recaudar 50.000 euros, con lo cual llegaron a montar el proyecto. Y tras un periplo por países latinoamericanos, a Netflix le moló la idea e hicieron un “me lo llevo”. Luego vino todo lo que conocen y, por supuesto, el reconocimiento.
Ahora ya se está hablando de una serie que cuente justamente tantas cosas que se han quedado atrás; ¿Dónde fue el dinero que tanto ganaron? ¿Realmente Belter estaba para echar el cerrojazo? ¿Fueron tan bestiales su paso por los hoteles? ¿Qué tejemaneje hubo entre ellos? ¿Cómo era la relación entre los padres? ¿Qué pasaba en la habitación de Tino? ¿Hubo gente que se sobrepasó con dos niñas menores? Lo que para nosotros era un grupo inocente, jovial y cuyas canciones nos sabíamos de memoria (yo estaba enamorado de Gemma, la ficha verde), en realidad fue todo lo contrario de una cosa idílica. Pero es que pusieron la banda sonora a Comando G y, oye, ahí palabras mayores.
Los comentarios y relatos que merodean por el mismo son jugosos a la par de instructivo. Entre ellos agradecer las palabras de Joaquín Oristrell que, tras el abandono de los padres en una actuación donde sudaban la tira, suelta; “Hombre, si suda tu hija, suda tú, qué menos… Por lo menos te podrás comprar algo con el dinero de ella”. En realidad, una vez visto el mismo, -y recomendable de todas, todas- te quedas con la sensación que fue un cúmulo de errores lo que llevaron a un final tan rocambolesco; la discográfica sacando tajada a más no poder, los promotores haciendo bolos a bocajarro sin pagar lo estipulado y unos padres que tampoco estaban muy por la labor, por desconocimiento o disimulo, o ambas cosas, de controlar el cotarro. Tal como dice Oristrell; “que si unos hombres perversos, que si unos explotadores, unos tal, pero son tus hijos… No hay excusa”.
Tenemos la suerte de que todo ha cambiado. Ellos, que vivieron arriba y luego pasaron abajo, se dieron cuenta, como una de sus canciones, que la tierra es esto. Fueron admirados hasta la extenuación en España, Perú, Argentina y México y a puntico estuvieron de firmar con Disney. Les habría venido genial una Paquita Salas que velase por sus primas, por la alimentación (mejor torreznos que las de chuches que comían en los hoteles) y que, de seguro, no permitiría que unos empresarios les robasen el 70% de sus ganancias, mientras el grupo tan solo se llevaba un 30% (y a repartir). Ella haría contratos 180.
Lo acabo de ver, y me ha parecido muy total. Y nosotros cantando parchís, chis, chis, y mientras ellos, los protas, liándola en los hoteles como si fuesen unos Led Zeppelin
Hey, ha vuelto Toño Martín! Ya hacía tiempo que no lo leíamos por estos lares. Bienvenido.
Los documentales sobre música me molan mucha y he de reconocer que este, cuando terminas de verlo, te quedas con ganas de más. Muy bueno, sí señor.