Freedonia – Loco Club (Valencia)
Dice la sabiduría popular que al lugar donde fuiste feliz no deberías tratar de volver. Sin embargo la sabiduría popular a veces, aunque sean pocas, se equivoca. Anoche una gran banda decidió revolverse contra ese aforismo, actuando de nuevo en una sala que había visitado hacía pocos meses, sin material nuevo y con un setlist prácticamente calcado al de su anterior cita. Además en un día poco propicio: el Festival Deleste abrió sus puertas al mismo tiempo que Freedonia, seguramente, estarían probando sonido en el Loco Club. Nada de todo eso desanimó a un buen puñado de entusiastas que decidimos hacer frente, nosotros también, a la maldición. ¿Cómo que no? ¡Al lugar donde hemos sido felices deberíamos volver siempre, una y otra vez!
Y allí estábamos. Como en su visita anterior, al descorrerse la cortina (no sin algún pequeño problema técnico, rápidamente solucionado), apareció el numeroso séquito musical de Maika Sitté, sin ella. Allí estaban, como la vez anterior, los amos del teclado, la batería, el bajo, la guitarra y la sección de viento. Otra vez, exquisitamente vestidos. La misma presentación, el mismo ritual, la misma introducción instrumental mientras la gente iba poco a poco llenando la sala y ya se escuchaban los primeros rugidos de aprobación.
Rugidos que se convirtieron en aullidos de admiración cuando apareció la vocalista y se arrancó con «Dignity and freedom», el tema que da nombre al disco que llevan todo este 2015 presentando a lo largo del país. Yo no dejaba de preguntarme, ¿sería esta la misma gente que les vio allá por el mes de abril y no han dudado en repetir? ¿Habrá funcionado el boca a boca y estamos ante una nueva hornada de amantes del Soul que se perdieron la cita primaveral y han querido desquitarse? La verdad, ni lo sé ni creo que sea importante. Como mucho lo sería para la banda, pero el hecho de ver otra vez la sala prácticamente llena, y las primeras filas saltando, bailando y cantando, debería ser suficiente para no hacerse más preguntas.
Después de «Dignity and freedom» y «Livin’on» seguidas es difícil levantar más los ánimos, y quizás por eso Maika se entregó a un par de baladones de esos que hacen levantarse a los espíritus de las mejores voces del Soul, que reviven y la poseen sobre el escenario. Increíble su voz, increíble su actitud, su entrega y la emoción que transmite en esas distancias más cortas y tórridas, donde el carisma de una soulwoman se la juega. Un amigo que me acompañaba no dudó en compararla con la gran Aretha Franklin, y aunque eso son palabras (muy, muy) mayores, lo cierto es que lo de Maika Sitté no sólo es derroche físico y vocal, es auténtico talento, es energía animal, es carisma escénico… mueve la sala con un par de miradas, con un gesto nos echa a todos al suelo, nos levanta, nos pone a aplaudir o nos obliga a hacer contorsiones imposibles. Ella manda. Y seguía, y seguía: «Upside down», «Funky voodoo»…
Al igual que en su anterior visita, la parte central del concierto estuvo formada por tres instrumentales, espléndidos, que dieron tiempo a que Maika se pasara por el camerino, se quitara el sudor y se enfundara otro traje con el que volvió y nos escupió a la cara un «See and don’t see», brillante, brutal. Después de «Man like me» ya no hubo pausa: las fuerzas escaseaban, y ahí donde los mortales las ahorran o se dejan desfallecer, los integrantes de Freedonia (sí, también los músicos, hay que ser unos héroes para aguantar con una sonrisa casi dos horas bajo los focos con esos trajes y seguir moviéndose al compás de la música) se dedican a quemar las naves y a bailar sobre sus cenizas. «I don’t need you» me sigue sonando a pelotazo de los Jackson 5, es una gran canción, como también lo es la reivindicativa «Working class» durante la cual se vio más de un puño en alto en la sala. «¡¡Sí!!», respondimos a gritos cada vez que la cantante nos preguntaba si éramos clase trabajadora, aunque seguramente hubiésemos respondido con igual entusiasmo si nos hubiese preguntado si éramos accionistas de Bankia o miembros del Club Bilderberg, tal era el entusiasmo ya a esas alturas de concierto.
Si bestial fue el final encadenando «Running to nowhere» («nos vamos«…gritos y silbidos, «noooooooooooo«…»es mentira, no nos vamos a ninguna parteeeeeeeeeee«) y «The thing has come», colosales fueron los bises. En primer lugar su ya habitual versión del «Don’t let me be misunderstood», que ellos siempre presentan como una versión de «The Animals y Nina Simone«, reivindicando así que, aunque la versión más conocida sea la de Burdon y los suyos, fue la grandísima Nina la primera que la grabó. Siguieron con «Shake your body» (una canción propia, no confundir con otros clásicos del funk y la música disco) dedicada a un incansable fan de la primera fila que hizo exactamente eso, sacudir su cuerpo, durante todo el concierto. También tuvo dedicatoria la última canción que interpretaron, la incendiaria, dolorosa, tremenda, beligerante y tormentosa «Beggin’ you», una de sus mejores canciones y que sólo ha salido en single, que yo sepa. Deberían solucionar eso en su próximo álbum. Pero a lo que íbamos… en este caso la dedicatoria fue para el típico grupillo de gente que, no sé si invitados o pagando, se dedican a cotorrear sin importarles lo que pase sobre el escenario. Afortunadamente anoche se encontraron con una Valquiria Negra que les escupió la canción en la cara, mirándoles fijamente con ojos de desprecio mientras aullaba, se dejaba caer al suelo y realizaba todo si ritual de despedida a lo James Brown. La gente normal, la que va a los conciertos porque son conciertos y no lugares donde ligar o flipar con la última moda de preparar gintónics, se entusiasmó con su entrega y acabamos todos gritando y si no nos echamos al suelo como el Padrino del Soul fue porque no había prácticamente sitio para hacerlo ni nadie que nos recogiera y nos pusiera la capa al cuello. Final sublime. ¿Como en la visita anterior? Pues ahora mismo el cuerpo me pide decir que incluso más.
No quiero desvelar conversaciones privadas, pero confesaré que había una cierta preocupación por la asistencia de público ante la cantidad y calidad de eventos programados para estas fechas en Valencia, dura competencia para una banda foránea sin un nombre consolidado, aunque sea uno de los referentes más claros de la música negra en nuestro país. Después de lo de ayer, queda claro que Freedonia no tienen nada que temer: su mejor promoción la hacen ellos mismos dando estas lecciones de Soul, entrega, dignidad, libertad y dominio sobre un escenario.
A la salida de la sala, el entusiasmo de los que habían asistido a tal demostración de poder era inversamente proporcional al de los vecinos que intentaban dormir, así que nos disolvimos pronto. A pesar de ello, todavía tuve tiempo de escuchar a una chica, no tendría muchos más de veinte años, explicar a unas amigas lo mucho que le había gustado el concierto, que no conocía a la banda y que todavía estaba alucinando. Hay cantera, amigos.
Como dice un buen amigo de Facebook: SOUL IS THE ANSWER.