Lisabö – Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte (bIDEhUTS)
La velocidad, la inmediatez y la saturación no son, desde luego, sustantivos que pudiéramos asociar al universo musical que conforma Lisabö. Cansados como estamos -o deberíamos estarlo, cuanto menos- del discurso basado en “yo lo escuché primero” o “yo he escuchado más” reflejo de las costumbres del oyente actual, que no deja de ser otra cosa, a su vez, que el reflejo de la publicación constante de referencias por parte de los artistas y que, en última instancia, no es otra cosa que el imperativo de los tiempos al que someten las plataformas digitales con el fin de “existir y estar siempre ahí”, es una auténtica delicia contar con un colectivo de músicos como lo son la veterana banda de Irún. Por no entrar en la rueda, no está disponible en Spotify su discografía.
Pero vayamos a lo realmente importante, la eufórica noticia de la publicación a finales del año pasado del disco que nos ocupa, Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte (23), segunda parte de eso que han denominado ellos mismos bilogía, completando lo expuesto en Eta edertasunaren lorratzetan biluztu ginen (18).
Cinco años se han tomado para publicar su continuación, con calma y sin las demandas de los tiempos mencionadas anteriormente, una colección de canciones afín completamente al sonido pergeñado en su antecesor y que guarda similitudes desde la propia composición gráfica de su portada hasta el entramado lírico que conecta los títulos de su anterior trabajo con el primero, conformando entre ambos la maravillosa frase traducida al castellano “Y tras el rastro de la belleza, nos desnudamos hasta transformarnos en mero hueso en el jardín helado”.
Una lírica que, de nuevo, la hayamos en su totalidad escrita por los versos del poeta Martxel Mariskal (en la nave desde los tiempos de Ezlekuak (07), al igual que reconocemos otros elementos clave de su sonido como la dualidad de guitarras, algo bastante habitual en cualquier banda, pero no tanto cuando las otras dualidades de las que hablamos consisten en grabar su cancionero con dos bajos y dos baterías simultáneamente, algo que en esos directos tan llenos de verdad cruda se convierte en experiencia del todo ineludible. Tampoco falta el chelo y la viola características, aunque mucho más agazapados entre la muralla de ruido, de Maite Arroitajauregi (Mursego), ni esa defensa violenta de la belleza más furtiva y esquiva, probablemente la que más necesitemos en este mundo carcomido por el cinismo y el sarcasmo.
Es probable que no quede tanto del sonido otoñal del ya lejano Ezarian (00), grandísima referencia con la cual tuve la suerte de conocerles y, por ende, de adentrarme en otras sonoridades euskaldunes asimilables en alma, que no en forma, como la de la hermosa Anari; todo ha virado hacia un esquinamiento bastante más huraño y exigente de ese post-hardcore (sólo nos da un relativo respiro en la bonita “Hosto zehargarriak “) ingobernable, asimilable en su estela a la de los franceses Programme, los últimos Manta Ray o, sobre todo, los imperiales Swans, pero que no es otra cosa que deleite para quienes no nos conformamos con la papilla grumosita que nos venden y con la que nos bombardean constantemente recomendaciones pagadas –por otros y por sí mismos– de tantos medios y supuestos prescriptores.
Escucha Lisabö – Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte