Los Planetas – La Riviera (Madrid)
La expectación se mascaba desde la misma cola de una Riviera abarrotada. Tres años sin Los Planetas, uno más de lo que ya era costumbre después de 14 años acudiendo puntuales a su cita con los años pares, suponían mucho tiempo. Además, los granadinos volvían lo grande, con un disco en el que, lejos de repetir viejas fórmulas, enriquecen su sonido recurriendo al flamenco más profundo.
Primero actuaron Prin’ La Lá, una arriesgada idea de Fernando Vacas (Flow) formada por tres niñas (de 8 a 18 años), que ha encontrado su espacio entre lo naif y la experimentación. Enormemente curiosas e incluso notables en sus guiños a Vainica Doble, abandonaron el escenario con buena nota.
A continuación y tras la espera de rigor, Los Planetas presentaban en Madrid La Leyenda del Espacio comenzando por «El Canto del Bute». J, principal responsable del giro estilístico del grupo, parecía nervioso y desde el principio, se mostraba locuaz agradeciendo con palabras cada buen gesto de sus fans. Mientras, la oscuridad, el ruido y la psicodelia tomaban forma de fandango («Ya no me asomo a la reja»), mirabrás («La verdulera») o verdiales («Si estaba loco por tí»). Tras esto, dándose por satisfechos con la positiva reacción de la mayor parte del público ante su nuevo sonido, recurrieron a la frescura pop de «Reunión en la cumbre» y «Alegrías del incendio» para cerrar, quizás con prisas, una primera parte del concierto dedicada enteramente a su último disco.
Una vez liberados de los nervios del estreno, fue el turno de recuperar muchos de los mejores momentos de la extensa discografía de Los Planetas. Ante el regocijo progresivo de los presentes, hits incontestables y ya convertidos en himnos generacionales como «Un buen día», «Pesadilla en el parque de atracciones», «De Viaje» o «Segundo premio», se alternaron de forma perfecta con medios tiempos tan abrasivos como poco frecuentes en los directos de los granadinos como «La guerra de las Galaxias», «Montañas de basura» (mención especial para Erik que por cierto tocó enmarcado en una especie de jaima abierta) o «La copa de Europa».
Sin duda, razones de sobra para seguir ahondando en su leyenda.