Shellac – Excellent Italian Greyhound (Touch & Go)

Steve Albini no se limita a ser uno de los productores (o ingeniero de sonido, como a él le gusta que le llamen) más reputados de los últimos quince años. Junto al también productor Bob Weston y al batería Todd Trainer, Albini tiene un grupo y no se trata de un simple pasatiempo. Por muchos motivos, Shellac es una de las bandas más genuinas y atípicas de los Estados Unidos.

El trío de Chicago rompe un silencio discográfico de siete años para llevar los preceptos de At Action Park (94), Terraform (98) y 1000 Hurts (00) unas zancadas más allá. Excellent Italian Greyhound se desvincula por completo del post-hardcore y el math-rock para firmar la deconstrucción definitiva del hardcore. Y es que a la crudeza extrema y a una desnudez total del sonido marca de la casa, hay que sumar un desafío intelectual que escapa a los dominios de la crítica musical para entrar en el terreno de la teoría del arte moderno o, si me apuran, de la filosofía. Porque éste no es un disco fácil. En su búsqueda de la depuración total del sonido, de la anulación completa de cualquier tipo de artificio (pedales, filtros…), Shellac no se contenta con llegar al esqueleto de la canción; va al átomo de la estructura musical, a cuestionar el propio sentido de lo musical.

Pocas canciones (en el sentido más tradicional del término) encontramos aquí; si acaso las demoledoras “Steady as She Goes” y “Boykott” o el guiño a los Tortoise de 1994 de “Kittypants”. Quien llegue a este disco buscando la inmediatez del pop o la rebeldía controlada del rock actual saldrá despavorido y dirá que temas como “The End of Radio”, “Genuine Lulabelle” o “Be Prepared” parecen la grabación del ensayo de un grupo muy tosco y bruto. Se trata más bien de un work in progress, la plasmación de un proceso creativo en tiempo real. Es una grabación en directo (en el estudio) que parece un trabajo por pistas donde a ratos sólo escuchamos la batería, o el bajo, mientras la canción sigue su curso en un plano invisible, sin el resto de los instrumentos.

Esto no es rock de postal, es música esquiva, premeditadamente fea, y peligrosa. Quien haya tenido la oportunidad de ver a Shellac en directo, sabrá a lo que me refiero cuando digo que una canción tan escalofriante como “Scope” es un puñetazo en plena cara. De una fiereza tan bruta y primitiva que habría que remontarse al hardcore de los 80, a los tiempos de Minor Threat o del propio Steve Albini cuando militaba en Big Black, para encontrar algo tan descarnado, tan real que da casi miedo.

Albini es un viejo zorro al que le gusta que los planes salgan bien y, sobretodo, que suenen bien. Compré el disco en vinilo y, aparte de un maravilloso diseño hasta el último detalle, en el interior de la funda encontré la versión en CD de regalo. Es lo que tiene maniobrar en los márgenes de la industria musical (y renegar de las grabaciones en formato digital). Este monstruo de tres cabezas, el Cerbero del rock independiente

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