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White Poppy – Paradise Gardens (Not Not Fun Records)

Detrás del alias White Poppy se esconde la artista canadiense Crystal Dorval. Una joven rubia de aspecto frágil y halo misterioso -entre Nico y Veronica Lake por hacer un acercamiento a su estética– que desde hace unos años se mueve en los márgenes del do it yourself.

Sus intereses son varios, y todos ejecutados con mimo y buen gusto. Desde realizar sus propios vídeos, hasta crear collages pictóricos con animales -su gran obsesión son los gatos-, pasando por su afición por la fotografía creando imágenes en donde interrogar al espectador a base de la saturación de estímulos filtrados por Photoshop. Sinestesias entre la abstracción más cheesy y el rasgo dadá.

En materia musical servidor la descubrió hace ya algunos años, aunque su carrera discurre de puntillas, pespunteando una música desde los márgenes de la industria. Y como suele pasar en muchos casos, este descubrimiento fue a través de un rastreo pormenorizado de un sello por el que tengo especial debilidad: Not Not Fun (sin olvidar su filial escorada a la pista de baile 100%Silk).

El sello de Los Angeles tuvo la virtud de redefinir el ideario punk del DIY apostando por una estética retrofuturista con un fuerte calado romántico/sentimental -sí, todavía queda de esto en la era del hipervínculo- en la edición de su material. La pareja formada por Amanda y Britt Brown editan sin prisas lo que les viene en gana en el formato que la música requiera, esmero en sus diseños, gregarismo y, en definitiva, están redefiniendo el pop actual pervirtiendo paradigmas pretéritos. Como dijo Amanda “…The people who stand out are those who use famous people as an influence that nobody else is using”. Así que antes de llegar a Crystal tuve que haber pasado antes por el bedroom synth de Peaking Lights, el pop anestesiado de Russian Tsarlag o el baile mutante de Maria Minerva. Resonancias turbadoras.

El material de la canadiense se circunscribe a la autoedición y gestión por bandcamp de su música. Su therapeutic pop, como gusta llamarlo ella, empezó su andadura en formato cassette con I Had a dream en en la escudería angelina. Luego fue un goteo de temas colgados en la red que desembocaron preciosos largos como Drifters Gold, editado por Constellation Tatsu, hasta llegar a este maldito año con tres referencias: dos de música de relajación y este bellísimo Paradise Gardens (Not Not Fun, 2020).

Lo que esconde en sus surcos este álbum de White Poppy es un precioso diseño de arquitectura efímera sustentada en robustos cimientos. Son tonadas que despiertan recuerdos agazapados en nuestra mente. Es música nebulosa, pero por la que se cuelan rayos de sol al despuntar la mañana.

El arranque es descomunal: “Broken” tiene la misma pegada que los mejores The Cure (¡ese bajo!) y Crystal susurra la letra envuelta en un halo ambarino. Le sigue “Memories” con una caja de ritmos que te deja en un estado casi de narcolepsia. El efecto opiáceo parece esculpir su peculiar forma de rendir tributo a The Jesus And Mary Chain en “Hardly Alive” que parece una “Juast Like Honey” pasada por el filtro de Spacemen 3.

“Hawk” es una pieza ambient misteriosa, situada en un difuso terreno entre los terrenal y lo celestial, y “Rainbow” y “Phoenix” es dream pop de aires sacros, y telarañas de guitarras (imaginen unos My Bloody Valentine en cámara lenta) que embriagan al más pintado. Otro gran disco de Dorval.

Escucha White Poppy – Paradise Gardens

 

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