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Purple Mountains – Purple Mountains (Drag City)

“No, I don’t really want to die/ I only want to die in your eyes.”

El pasado 5 de agosto David Berman pasó a mejor vida. Necesitaba que pasaran los días para enfrentarme a la reseña de este disco sin sentir el frío roce de la desolación. Es complicado intentar analizar un disco aislándose del vaivén mediático (y sentimental) que implica forzosamente la pérdida prematura del autor, añadiéndole a esta el plus de dramatismo por la forma. Es complejo mantener la distancia adecuada para no perder la perspectiva. Berman era, posiblemente, el autor más talentoso de su generación. No estaba aquí para salvar al rock & roll, pero sí para asentarlo en férreos cimientos más allá de coyunturas temporales. Con Silver Jews consiguió hilvanar una serie de discos de notable alto, y siempre su espigada figura deambulaba fuera del zoom mediático; justo cuando estaba en su mejor momento de su carrera con el excelente Lookout Mountain, Lookout Sea (2008) dejamos de saber de él. Un disco, que como todos en su carrera, servían al de Virginia como terapia de choque para sobrellevar sus adicciones y su enfermedad mental. Sus canciones son hermosos fotogramas en scope en los que conjuraba y afianzaba alianzas con la memoria, su gente, el paisaje, y así hasta ir edificando su abstracto universo sensorial.

El verso que encabeza esta reseña pertenece a la canción “How To Rent a Room” que abría “The Natural Bridge”. Un bonito epitafio. Un verso que resuena en mi cabeza mientras escribo estas palabras. La vida juega malas pasadas. David tenía ganas de retomar con fuerza su carrera; estaba ilusionado, aunque se quejaba de que esto del bizness no daba para mucho dinero, algo que no ayudaba a costear sus tratamientos.

Psan los días y las redes sociales se llenan de obituarios laudatorios sobre su figura. Leo en una entrevista que concedió a Pitchfork que nunca le gustó ser el centro de atención en un auditorio atestado de gente a pesar de todas las ofertas que le ofrecían para recitar su poesía. Prefería – perfecta definición de la función del artista en la sociedad – ser un observador agudo, un testigo que desmenuza en trozos una realidad hiriente. David lo transformaba en épicas odas a su inestabilidad emocional.

Este Purple Mountains (Drag City, 2019) es su testamento musical, ¡mierda!, y pone los pelos de punta escanear sus pensamientos a la deriva en su travesía final. Un cancionero con un poder evocador irresistible. Siento un respingo cuando canta “This time I think I finally fucked myself .You see, the life I live is sickening […]” y abre el disco con “That’s Just The WayThat I Feel” con ese trote desaliñado a lo Pavement. Un cuaderno de bitácora en donde quedan prendadas las miradas de gente ya en el recuerdo (“All My Hapiness Is Gone”), el presagio fatal de una mañana oscura y fría en la espuma de los días (“Darkness And Cold), esas miles de historias que quedaron por narrar (“Storyline Fever”) o el eco telúrico de Leonard Cohen (“Snow Is Falling In Manhattan”). Genio y figura.

Escucha Purple Mountains – Purple Mountains

 

 

 

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