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The Delines – The Sea Drift (Decor)

Puede que algunos no le hayamos prestado la atención debida (yo mismo, mea culpa), pero el caso es que Willy Vlautin es uno de los grandes creadores de historias de su generación. Hablo conscientemente de creador de historias y no de compositor o cantautor porque el tipo, además de liderar el proyecto Richmond Fontaine durante casi treinta años y publicar con ellos catorce discos, también ha escrito unas cuantas novelas. Tanto las historias de sus canciones como las de sus novelas suelen estar cortadas por similar patrón, y de hecho quienes conocen bien su obra, la literaria y la musical, suelen encontrar multitud de referencias cruzadas entre ambas. Unas referencias que pasan por las consabidas historias de almas errantes, de perdedores que se aferran a los últimos resquicios de su dignidad o a una pequeña luz que asoma por el horizonte. Aunque muchas veces Vlautin les niega incluso eso.

Con The Delines, Willy Vlautin ha encontrado un nuevo cauce para ponerle música a esas historias. También ha encontrado la voz perfecta: la de Amy Boone. Cuando ella canta, todas esas historias parecen cobrar vida, su melancolía penetra por nuestros poros y su angustia nos estremece. Al igual que en su anterior álbum, The Imperial, del que por cierto también te hablamos en Muzikalia, este The Sea Drift es una carretera perdida jalonada por moteles de mala muerte donde pernocta principalmente gente que huye de algo. En este caso la carretera lleva hasta el mar, en concreto hasta el Golfo de México. Allí desembocan ríos y sueños, se desvanecen ilusiones y se anhelan tiempos mejores. De ello hablaban Vlautin y Boone enfocando este nuevo disco cuando la conversación llevó a Tony Joe White y su “Rainy night in Georgia”, popularizada por Brook Benton y convertida en abanderada de todas las canciones de noche lluviosa, coche y motel de carretera. Pedirle algo así a Vlautin es redundante, ya que es lo que mejor se le da, pero a posteriori la idea ha alumbrado un álbum brillante.

The Sea Drift es una puesta al día del Nebraska de Springsteen, del Murder Ballads de Nick Cave y del Piano Man de Billy Joel pasado todo ello por el filtro del Lost In The Dream de The War On Drugs y el Trinity Sessions de Cowboy Junkies. De los primeros coge la temática, las historias de perdedores, dolorosas derrotas y vidas sin aspiraciones; de los segundos, el ambiente cinemático, el recogimiento y la intimidad de la soledad. La trompeta de Cory Gray, cuando rasga brevemente ese ambiente, sobrecoge tanto como la voz de Boone. De hecho la trompeta es la principal protagonista de las instrumentales “Lynett’s lament” y “The Gulf Drift lament”, que no necesitan palabras para esclarecer lo que su título vaticina. Con todos esos mimbres se construyen historias de delincuentes a la fuga que saben que no llegarán hasta el mar (“Little Earl”), de vidas condenadas al desastre (“Kid Codeine”), de huidas de la asfixiante rutina (“Drowning in plain sight”) y de relaciones marcadas por el desencuentro, los problemas con la ley y el alcohol que se desvanecen en el vacío más insulso (“All along the ride”, “Surfers in twilight”). Historias que cobran todo su sentido y conforman un escenario único y coherente, como en esas películas corales tan de moda en las últimas décadas en las que personajes distantes acaban convergiendo. En este caso el punto de destino para todos estos personajes es ese Golfo de México que los acabará engullendo a todos.

The Sea Drift de The Delines suena a desesperanza y a derrota, su suavidad detiene nuestros pensamientos y sus silencios los ponen a cien de nuevo, sus escasos momentos de luz hacen que nos agarremos a ellos con nuestras últimas fuerzas, y cuando termina debemos hacer un esfuerzo para recordar que solo era un disco, que solo eran canciones. ¿Solo eran canciones?

Escucha The Delines – The Sea Drift

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