Los Deltonos (Ambigú Axerquía) Córdoba 06/10/23
Tres seres enfermos a los que nadie diagnosticó nunca enfermedad alguna. Aquejamos del único mal de la electricidad que mueve sus instrumentos y la fiebre enervante que recorre sus venas de rock and roll. Desde terrenos sobradamente conocidos en los que apelaban a las bases del sistema sonoro central a nuevas e ilusionantes reencarnaciones donde se paseaban y se pasean por aceras paralelas y florecientes de vegetación rítmica. En las sendas perdidas del rhythm and blues, aproximándose al rock duro con conocimiento de causa o bajando al valle del pop afilado y sutil, Los Deltonos siguen siendo una extraordinario anomalía. Tanto a nivel grupal, con el retorno a la banda del bajista Sergio Rodríguez y la recuperación de temas que nunca fueron hit, selectamente escogidos de su no menos excepcional discografía, como en cuanto a su poder de convocatoria, aún sorprendente después de casi cuatro décadas de actividad inalterada e inalterable. Jugando contra los elementos, como casi siempre, en una ciudad tomada de nuevo por las hordas amenazantes del ínclito Manuel Carrasco y otros eventos de índole más cultural que no impidieron una más que decente entrada, que no era otra cosa que la fuerza de la militancia, en una sala Ambigú Axerquía de nuevo abierta de par en par a lo que su majestad Hendrik Röver y compañía (el complemento en la base rítmica de otro veterano a la batería Javier Arias, también es de reseñar) quisieran disponer. A propósito del símil, en su “Saluda al rey” hay mucho de nobles propósitos antimonárquicos. No podríamos esperar menos de él y su magnífica forma de escribir, ni de preguntas sin respuesta sobre el potente ejercicio de resistencia (“Qué podríamos hacer”) que sigue siendo el ADN de los Deltonos.
“Los cambios”, “Siempre me estás llorando”, “Correcto”, “Los buenos tiempos” y tantas otras paradas y recreaciones en esos capítulos de su carrera que deberíamos recorrer una y mil veces son el anverso o el reverso, según se escuche, de sus más recientes episodios de credibilidad, como “Mueve!”, “Porque dudaste”, “Menudeo” o una intrigante, por poderosa, “R&R S.W.A.T.”, una nueva y explícita forma de expresar la sangre nueva, o vieja, que aún riega las arterias de una banda dedicada en cuerpo y alma a reincidir en la esencia sin olvidar la presencia. Una apología explícita de la colleja como “Pedagogía” o un postulado de rock urbano como “La reina del adiós” deberían enseñarse a cualquier alumno poco aventajado de una supuesta escuela de autenticidad. Como también “Vergüenza” debería ser escuchada a todo volumen en algún que otro mitin de esos que dicen servir al pueblo por encima de todo. Röver es el presidente ideal que toca de memoria y con memoria histórica, cambiando de guitarra a placer y estirando o encogiendo los registros varios de unas canciones con muchísima enjundia. Una exhibición de poderío y experiencia, un efectivo paseo por las ramas adrenalínicas de “En mitad”, “Discotheque breakdown”, “Salud!”, “Hey gente” y “Horizonte eléctrico”, sin solución de continuidad y cuestionándose si el rock ha muerto de verdad o aún puede salvarse y salvarnos. La respuesta es clara y rotunda, y se asienta en los riffs salvajes de “Gasolina”, el ritmo sincopado de “Listo” y por supuesto, en la eterna certeza de que “Soy un hombre enfermo” es el himno por excelencia de todos y cada uno de los allí presentes.
En un pis pas y casi sin darnos cuenta, Los Deltonos, que acaban de grabar un directo doble como resumen de su trayectoria reciente y pasada, nos removieron el ánimo y dispusieron que habíamos ido a admirarlos por encima de todo. Luego, cuando abrieron el baúl de vinilos y CDs, no sabíamos por cuál decidirnos para llevarnos a casa y añadir otra muesca a nuestra colección de sonidos esenciales. Si ponemos uno detrás de otro, comprobaremos que desde 1986 no se ha hecho una cosa igual en este país, y que es difícil que tal y como están las cosas se vuelva a hacer algo parecido. Son parte de la historia. De la nuestra al menos, que debería ser la de muchos más.