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Bigott – Back To Nowhere (Autoeditado)

Ya se sabe: lo bueno si breve, dos veces bueno. Lo tiene interiorizado a más no poder Borja Laudo, Bigott para los amigos, zaragozano que canta en inglés con acento ruso y que en el montonazo de discos que tiene registrados a su nombre rara vez ha traspasado la muy ramoniana barrera de media hora de duración. A veces le han bastado escasos 20 minutos, como es el caso del que hace 14 en su listado de álbumes. Back To Nowhere dura exactamente 21 minutos y 30 segundos y no le falta ni le sobra nada.

Cómo encontrar reparos al minuto y trentaicinco de efervescentes guitarras y perfección pop que contiene “Painting colors”, canción que sirvió de adelanto y que es un vuela-cabezas como pocos escucharán ustedes este año. A Bigott le basta esa duración para decir cuanto tiene que decir, para qué más. Están todas las atmósferas, las guitarras enfurecidas, herederas del post punk y del indie rock más primigenio, las bases rítmicas a todo trapo, la actitud correcta. Y es la perfecta punta de lanza de un disco que funciona, todo él, justo así. Como un directo a la mandíbula. Rápido, fuerte, que no te lo esperas.

Y no es que no fuera esperable algo así de Bigott a estas alturas. Aunque la verdad, su anterior disco –Dedicated To None (2023)- es justo lo contrario de esto. Oscuro, sobrio, acústico. Pero no se trata de eso. La carrera del zaragozano ha dado suficientes giros desde su debut en 2006 como para que podamos esperar casi cualquier cosa de él. Por eso no, no se trata de algo inesperado, es sencillamente que el vértigo que provoca “C’mon”, la rabiosa tonada con la que inaugura este set de 11 canciones, te pilla por sorpresa. Como un ataque blitzkrieg.

De repente te encuentras moviendo frenéticamente la cabeza y ya no paras en 21 minutos y pico. Bien visto, está fenomenal lo de la corta duración, que uno ya no tiene edad para hacer headbanging durante una hora. Pero cómo resistirse al baile de San Vito si “C’mon” empalma con el infalible hit que es la mencionada “Painting colors” (directamente, a mi podio de canciones del año) y ésta, a su vez, con el seductivo instrumental “Vanilla fish”, uno de los dos que se incluyen en el disco, con no poco acierto, debo decir.

Es este un disco al que, la verdad, poco se le puede achacar. De hecho, por un momento puede parecer que Bigott se ha subido al ya algo cansino carro de la modita post-punk, pero no, maneja los géneros y las texturas tan bien como siempre. NI siquiera cosas tan evidentes como el calco del inicio de aquél “Fa-Cé-La” que The Feelies incluían en su mítico Crazy Rhythms (1980) que Borja se marca en la canción titular, o el mismo calco que hace de cualquier canción de los Ramones primigenios en “New York dance” nos pueden llevar a engaño. Este señor siempre lleva las cosas a su terreno. Bigott va a ser siempre Bigott toque punk, country o hip-hop. Y eso es lo que mola de él.

De hecho, verdad sea dicha, no me enganchaba tanto a un disco suyo desde The Orinal Soundtrack (2011). Vaya a usted a saber lo que quiere decir ese título de “vuelta a ninguna parte”, pero a mi donde sí me parece que ha regresado es a la confección de canciones enormes, sin fisuras, con la extrema sencillez que caracteriza a su autor (al loro con “Easy to love”) y la agradecible honestidad de la que hace gala al no pretender nunca dar más de lo que se le pide. Back To Nowhere es, ante todo, un regreso a forma por parte de un excelente compositor y artista que entrega aquí lo mejor de sí mismo de una forma directa y sin remilgos innecesarios. Así que, rindan honores a su buen hacer y  pónganse este disco bien fuerte en el reproductor. No se me ocurre mejor remedio contra la dichosa astenia primaveral que se nos viene encima.

Escucha Bigott – Back To Nowhere

 

 

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