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Capsula (Ambigú Axerquía) Córdoba 30/11/21

La grafía no es errónea. A esta cápsula, placebo sonoro agresivo pero confortador, no se le añade la tilde en la “a” de Ambigú, que la lleva en la “u” de únicos. Es difícil describir tanta intensidad, tanto sudor y tanta alegría por vernos delante de un escenario (con la debida ventilación anterior y posterior, eso sí) bajo techo, a lo grande, como siempre ha sido y esperemos que será en la sala más inquieta de la escena cordobesa. A esta Capsula, digo, no le hace falta acentuación alguna para destacar por encima de las demás sílabas que hicieron grande al garage rock sesentero y situaron en el mapa sonoro de nuestra educación musical a bandas de amplio espectro como The Cramps, T Rex o Rage Against The Machine. Sí, así de amplio, aunque a primera escucha no lo parezca, es el abanico musical que despliegan estos argentinos de nacimiento y vascos de adopción, pareja de hecho desde que descubrieron que sus intereses vitales y artísticos se entrecruzaban a la perfección. El bajo desarmante de la grandísima Coni Duchess, la duquesa de las cuatro cuerdas, y las guitarras, amplificadas hasta el maravilloso exceso, del elegante Martín L. Guevara, reforzadas por la impecable pegada a la batería del recluta Álvaro Olaetxea, son la maquinaria de combate dispuesta a impulsar cualquier marmita de rock distorsionado, psicodelia envenenada o simplemente punk desbastado. Se precian de poseer uno de los directos más intensos del panorama nacional, y si alguien quiere atestiguarlo, solo tiene que hacerse con la fantástica edición de su disco en vivo Dead Or Alive, a ser posible en vinilo incendiario, para reforzar su ya evidente autenticidad.

En su Phantasmaville recientemente editado hay demasiados de esos fantasmas de los que nos gusta rodearnos asiduamente, y no me refiero a algunos de carne y hueso de los que conviene alejarse. En “You won’t believe it” y “The Moebius strip” se plasman las maneras insultantemente atractivas de una roca de sonido a todo trapo con el que empezar a menear los cimientos de una sala que ya casi olvidaba lo que es capaz de conseguir una buena noche de rock and roll. A la última piedra de toque en estudio le han precedido muchas otras que han ido fabricando el muro sónico indestructible de la banda, ya anticipado en piezas más remotas pero igualmente aplastantes, como “Away from heaven” y “Red moon falls”. El post punk al que se rinden en la impecable versión del “Russian roulette” de los no menos imprescindibles The Lords of The New Church –si el bueno de Stiv Bators levantara la cabeza creería en la reencarnación- lo abordan con entereza en “Candle candle” y se (nos) arrastran a su marea interna con “Flood”, anegando el ambiente por completo y poniendo a toda la sala a sacudir caderas y espíritus a cada riff de guitarra, golpe de baqueta y punteo de bajo. Una sacudida inesperada que se prolonga en “All my friends” y las más frescas “Behind the trees” y “(Don’t be afraid and play) rock’n’roll”, pero también en la castellanizada “Ciudad fantasma”. La vía de expresión no depende del vehículo lingüístico elegido, sino de la personalidad y la marca de fábrica de unos músicos que se compenetran ya desde el camerino y no dejan que la amenaza de una nueva pandemia nos impida arremolinarnos junto a sus mástiles durante algo más de una hora y gozar. Gozar como hacía tiempo que no lo hacíamos, y ya era hora. Escuchar un “Sufragette city” ante el que el mismísimo David Bowie en persona debería rendirse y una apisonadora de stoner rock llamada “You cannot blame” no podría ser un mejor colofón, ni una conclusión a nuestras propias conclusiones después de una noche de reencuentros varios, y todos unificados por la música en directo. La de verdad, sin sillas ni mascarillas. Y sin la sensación de estar cometiendo ningún delito ni infringiendo ley alguna, que también es importante.

Poco sospechaban estos músicos procedentes del underground bonaerense, curtidos en mil y una batallas, que al hacer de la tierra de sus ancestros su patria se iban a convertir en referencia para muchos que aún apreciamos, y lo haremos hasta el final, los efluvios de una música sucia, turbia en su propia esencia, como la vida misma y sus múltiples altibajos. Mientras unos cuantos, que son legión, sigamos necesitando de ella y de gente que la hace carne en forma de abrazos y cariño, nada estará perdido. La ternura, a fin de cuentas, está detrás de todo lo que se hace con amor, independientemente de las formas de presentarlo. Y Capsula lo saben a ciencia cierta.

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