Dirty Fences + Danger (Wurlitzer Ballroom) Madrid 12/10/19
Este pasado sábado 12 de octubre, día de la hispanidad, día de las fuerzas armadas, día de los desfiles militares sobre farolas, de la Polla Records en el Wizink Center, regresaron a Madrid, al Wurlitzer Ballroom, los actuales reyes del Punk Rock New Yorker, las bestias pardas de los Dirty Fences.
La ingesta de adrenalina insuflada por este bolo ha sido notable y esto no es algo baladí, esto es un hecho incontestable; obtener un extracto de alegría vital como consecuencia de un concierto no es capaz de lograrlo cualquiera.
Comenzó la tanda Danger, banda de nuevo cuño afincada en Madrid y de cosmopolita formación en la que militan chica vasca, alemán y sueco a mayor gloria del Punk Rock pesado de las energías elevadas y las noches de carmín y cuero; de los Devil Dogs a Judas Priest supervisados de cerca por los Dictators y mirando a las últimas producciones de Turbonegro como dirección y leitmotiv… a grandes rasgos y con trazo grueso, porque el grupo destila personalidad propia y apertura de miras. Hilando más fino, incluso se les podría perfilar reflejos con Electric Six o los suecos Satan Takes A Holiday, más por compartir lugares comunes que por una intención premeditada en este sentido. Eficaces, resueltos y muy muy divertidos, misión cumplida y recinto a punto de caramelo, tocaba el plato gordo.
Lo de Dirty Fences no tuvo nombre; llegar y besar el santo, actuación a pedir de boca, los anales de la historia y las mil idioteces y frases hechas que se pudieran usar se quedan cortas para hablar de estos mendrugos, New York en vena de la banda que ha vuelto a dar vida al Power Pop de corte Punk. Y sí, claro que se puede hablar de influencias, de Kiss por allí y de Grand Funk por allá, de Redd Kross y los Hard Ons, de Joan Jett y de los Fleshtones, de como sobrevuela todo el conjunto un inconfundible aroma a los Ramones… pero lo que a mi me parece realmente interesante destacar sobre ellos, es el elemento de originalidad que los distingue y se centra en la forma que tienen de atacar rítmicamente las canciones y una inflexión peculiar en la manera de articular la melodía vocal, algo difícil de concretar que viaja del desenfreno lúdico a la elegancia sostenida que marca una diferencia, real y manifiesta, frente a sus compañeros de promoción que han hecho de la revisión del Glam setentero en el siglo XXI un santo y seña internacional.
Aquí no hay lindezas de presentaciones, números de relleno para hacer bulto o agradecimientos de diplomacias miserables hacia los arcángeles y el manager; “five, six, seven eight” grita un batería loco que lleva todo el concierto haciendo muecas con la mandíbula fuera de control mientras salta y se pone en pie sin quitar su mochila de las espaldas, como el enfermo que guarda un catéter en ella. Se despachan a gusto y sin pausa con el nutrido repertorio que les dispensan sus siete años de funcionamiento, con un especial deje y carencia a su primer y ya lejano disco del 2013 Too High to Kross. Una hora religiosa de intenso pase sin pausa, para volver con un bis de tres temas que de forma inmediata y prescindiendo del instante para coger aire, deja el evento por todo lo alto y en su cima máxima con un White Lies coreado hasta el delirio por el enfervorecido público que había petado el Wurli. El Rock es esto, algo muy parecido o debería.
que vengan a tocar a España los DIRTY FENCES y no verlos si te gusta el punk-rock es una pena. Unos máquinas.