Doctor Divago – Complejo Alquería Frailes 13 (Bonavena Música)
Desde hace ya varios años que, cada vez que Doctor Divago saca nuevo disco y tengo la oportunidad de escucharlo, me hago la misma pregunta. Bueno, en realidad son dos. La primera, ¿cómo puede ser que después de casi 30 años sigan entregando discos a cada cual mejor, sin dejarse llevar por el desaliento ni el cansancio ni la inercia compositiva? La segunda, ¿por qué un grupo que lo tiene todo para ser uno de las más destacados a nivel nacional parece quedarse siempre en un segundo plano, lejos de los radares más mediáticos, hasta el punto de tener que fundar su propio sello para publicar sus discos?
Creo que tengo respuesta para ambas. A la primera, diría que esta frescura y energía del Doctor en los últimos años se debe a la estabilidad de una formación que, por fin, no ha sufrido cambios en casi quince años. En cuanto a la segunda, quizás si en alguna de sus crisis hubiesen cerrado el chiringuito, para volver a lo grande una o dos décadas después, estaríamos hablando de un grupo tan mitificado como 091 o Los Enemigos, con quienes comparten cierta parte de su ADN musical.
De todos modos estamos de enhorabuena. En este álbum Doctor Divago vuelven a hacer gala de un estado de forma espectacular tanto en el aspecto musical como en el lírico. No hay grandes sorpresas en ninguno de ellos, pero este disco con título que rinde homenaje a su local de ensayo de toda la vida les trae, después de celebrar su 25º aniversario, potentes y vigorosos como pocas veces antes. Desde ese arranque entre el Power Pop y el Northern Soul que es «Aún queda vino», el Rockabilly de «Engáñame», el Pop Rock melódico de «Al cuarto día» y sus teclados vintage, o un «Sonámbulo» que se acerca al Rock Urbano de los 80, todas las canciones son indispensables, ninguna puede considerarse de relleno.
Los que hayan seguido la trayectoria de Doctor Divago, al menos en esta última década, se encontrarán como en su casa en Complejo Alquería Frailes 13, puesto que contiene todo aquello por lo que muchos amamos a Manolo Bertrán y los suyos. Está la armónica de Chumi, aunque esta vez parezca algo más en segundo plano; están las referencias costumbristas y locales que, combinadas con vivencias personales y letras en primera persona, le dan al disco un maravilloso toque nostálgico; también está el habitual homenaje al boxeo («El tercer hombre en el ring»), por supuesto. Y también está el toque Divago, esa peculiar forma de frasear, de detener la música en el punto álgido de la canción y soltar una sentencia lapidaria, de jugar con el lenguaje y sacarle el jugo a cualquier historia cotidiana que ha creado escuela en Valencia (Radiadores, El Ser Humano, Juanjo Frontera…) Un disco típicamente Divago, y con esto, para quienes les conocemos, está todo dicho.