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El Drogas – Solo quiero brujas en esta noche sin compañía (Warner)

El timbre es lo que caracteriza un sonido y tiene cualidades esenciales como son el tono, la duración y la intensidad. También, cuando cursábamos primaria o secundaria, era aquello que nos llamaba nuevamente al quehacer lectivo. Digo todo esto porque lo que me toca hablar ahora tiene mucho que ver con ello. Y es que el pasado 4 de octubre El Drogas, Enrique Villareal Armendáriz, de Pamplona, 60 tacos recién cumplidos, sacó una obra que no solo es llamativa por el contenido sino por el continente. Cinco discos, cada uno diferente al otro, que bajo el título de Solo quiero brujas en esta noche sin compañía, vienen a despertar conciencias a base de rimas que nos dan hostias con la mano abierta. Este título tan largo está basado en un poema de Leopoldo María Panero y en él se enmarcan este quinteto de genialidad renombrados como Timbre. Sí, señoras y señores, cinco, ni dos ni tres; en tiempos en que 40 minutos a lo sumo es ya una obra larguita, este artista mayúsculo e inmenso, ajeno a modas y tendencias, viene bien cargadito para animar la temporada. Por si tuviéramos poco entre la exhumación de Franco, las reelecciones y el eterno conflicto catalán, El Drogas lleva unas semanas pegando unas estopas que me levanto cada día deseando leer a ver qué nueva cosa ha soltado por esa boquita. Y cierto es que tiene el patio animadete.

Si su anterior trabajo Demasiado tonto en la corteza fue triplete, ahora vienen cuarenta y dos canciones del tirón. Hay grupos en España que tienen menos canciones en el mercado que él de una sola tarascada; por ejemplo Leño, Alarma, Family o Parálisis Permanente.

El primer disco, y el que entra de forma más calma, es el nombrado como Timbre acústico. Sale la luz, y donde resalta melodías más pop y con sonido unplugged. Siete temas cantados a golpe de guitarra, batería fina y letras solventes.

Para el segundo disco, Timbre oxidado (Europa). Pinturas de guerra, aparece El Drogas de la metralla, el de Barricada pura y dura, el que se codeó con el rock radical vasco y el que da hostias como panes a golpe de distorsión, riffs gordos y mucho hardcore. Es el disco que más molará al fan Barricada.

Timbre canalla y de bullanga. El arrabal que tiembla nos pasea por un suburbio porteño con canallas, putas, noches largas, alcohol, drogas y navajazos.

El cuarto Timbre fundido. Circo sin hogar se basa en un cuento de Fénix de Julio Ramón Ribeyro y donde todo se cuenta modo narración. Seguro que la puesta en escena de este “timbre” tendrá mucho regusto teatral del que tanto gusta a Enrique. Ya lo hacía en Barricada y de seguro aquí también.

Finalizan el álbum con Timbre equivocado. Deja que me agite en la frontera, donde El Drogas mete de todo un poco, arrejuntado y, encima, no le queda nada mal.

Un quíntuple álbum con las rimas habituales y tan características de este personaje mayúsculo, cuyas entrevistas (véase la que nos ha dado a MUZIKALIA) no dejan títere con cabeza. Enrique es de los que uno gusta leer y escuchar, no solo por sus situaciones vivenciales al límite, sino por la enorme cultura social y general que aglutina. Si entre el anecdotario de El Drogas está que lo echaron de clase por llevar camiseta del Che, o cuando participó en Barrio Sésamo con Barricada, ahora podremos citarlo por traer al mercado, en plena época de crisis en la industria musical, ni más ni menos que cinco discos. Pero cierto es que suenan tan geniales, tan llenos de gracia y picardía, que es evidente la ayuda de las musas. Perdón, las brujas, que son quiénes a él inspiran según sus propias palabras. Habrá que ver lo que hará en la gira con todo este material.

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