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Fleet Foxes – Shore (Anti Records)

Susan Sontag conservó hasta la muerte dos películas caseras grabadas con una tecnología tan basta que nunca pudo verlas. Pero las atesoraba como un talismán porque dice que, en ellas, estaban las únicas imágenes de sus padres en movimiento. Y al igual que la intelectual neoyorkina necesitaba guardar ese material para conservar su propia esencia, el disco del que os voy a hablar pertenece a una formación cuyo talismán musical nunca han perdido.

Si Phineas and Ferb viven en un eterno verano, las canciones de los de Seattle se hallan en un mundo donde sólo existe el otoño. Es, tal vez, la obra donde Pecknold mejor encuentra su voz y crea música más personal, compleja e inquietante. Si te gustó ese himno atemporal que es “White Winter Hymnal”, este está lleno de temas tan brillantes y evocadores como aquel. Si todos sus discos anteriores eran una completa oda a estar de capa caída ahora, que el vocalista ya tiene 34 años, torna todo como en un juego musical. Eso sí, de otoñales maneras. Y eso es tal vez lo que le da calidad a sus discos.

Lo nuevo de “flota de zorros” sale reforzado porque Shore es brillante y abierto como los primeros días de un otoño cálido. El precioso “Wading in Waist- High water” da comienzo como avisándonos de lo que viene. «Sunblind» y «Young Man’s Game» son temas completamente brillantes, jubilosos, tal vez los más de todo su catálogo. “Can I Believe you” suena épica con un coro de fondo que acompaña el discurrir de la misma. Lo que se puede destacar es que Pecknold ha perfeccionado su lado letrista y compositor, y si antes escribía esos pareados tan conmovedores ahora, en este, domina las metáforas como nunca. “Featherweight” tiene unos arreglos muy complejos cuyas notas van de texturas diversas y flotantes y en “A Long Way Past the Past”, que versa sobre el arrepentimiento, una línea de guitarra cambiante bajo armonías y palabras nos ofrece un díptico preciosista. Luego están esos guiños a la música clásica contemporánea, como es el caso de «Jara», “For a week or two” y «Cradling Mother, Cradling Woman», que es como si hubieran estado con Brian Wilson y Philip Glass en una buhardilla. Sí, señoras y señores, estamos ante una obra con completa voluntad de experimentar y tornarse un clásico. Si te gustan las obras de Richard Swift, Nick Drake o Van Morrison, este es tu disco. “Ragged Wood” es la única pieza que suena a primavera con sus gorriones y gaviotas de fondo. “He Doesn’t Know Why”, que soporta comparación con melodías sesenteras. El punto culminante está en «Quiet Air / Gioia», donde Pecknold grita, «Oh, diablos, camina / no quiero morir nunca» y entonces respondes: “Ni yo, puto COVID-19, conmigo no puedes”.

Cualquier disco de Fleet Foxes trae expectativas pero este, tras una pausa de seis años, y por sorpresa, nos ha sorprendido para bien en un momento cuyo panorama musical es un tanto desolador. Ay, con lo escasitos que andamos, llegan estos zanguangos y lo consiguen.

Tenemos la vuelta de Fleet Foxes, con sus barbas, sus trencas, sus ropas de hippies 2.0 y con una obra brillante. Y aunque usan muchos tópicos en sus letras modo “manual de autoayuda cansino” (que si la luna, el sol, la vida motivadora, en fin) sus canciones te llevan, sin moverte, a celebrar la berrea del ciervo, las primeras lluvias y el retorno de los pucheros al hornillo. Ahora mismo los estoy escuchando y veo mi patio lleno de hojas ocres; es menester que esta tarde haga una recogida. O ya si eso mañana.

Escucha Fleet Foxes – Shore 

 

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