Discos

Fran Gayo – Las Próximas cosechas (Acuarela Discos)

Las Próximas cosechas (09) es el debut en solitario de Fran Gayo tras la disolución de Mus. Y es, ante todo, un disco valiente. Un disco que parte de una concepción artesana, preñada de una belleza extraña que surge sin saber muy bien de dónde. Algo nuevo, pero que, a la par, remite al envolvente espíritu instrumental brumoso del extinto dúo en “Queridísimos amigos…” o a la crudeza desnuda supurada en Divina Lluz (04)(“El primer salmo de la mañana”).

La diferencia fundamental la encontramos en el plano formal, en el abandono del bable por el castellano y en el estreno de Fran como cantante, algo que, en sus palabras, supuso “un autoconocimiento bien jodido, como mirarse en un espejo por primera vez diez minutos y observar con detenimiento cada rasgo”.

Hay que reconocer que su voz es particular, y que de inicio puede echar para atrás, para qué mentir, pero, que si se le da las suficientes escuchas, uno descubre que es el vehículo perfecto para defender líricamente unos textos que, y ahora llegan las diferencias de contenido, abandonan la temática social o política para dibujar bellas estampas cotidianas como “Te irás al campo (por un tiempo)”, más personales y minúsculas. Expresiones espontáneas acompañan no pocos temas aportando credibilidad y cercanía a las historias.

Las Próximas cosechas giran en torno al cambio estacional, metáfora del cambio anímico, con especial mención al invierno –hasta en seis canciones- como analogía de la quietud existencial, del desamparo y del abandono del que guarecerse. Pertrechado por una buena banda, destaca la aportación de los teclados y piano de Edu García, especialmente en ese broche clásico que es “Las naranjas (no son la única fruta)”.

Disco sensorial, palpable, con muchas llamadas a los sentidos, a los paisajes del alma que dotan de latido a cada tema. Envuelto, como toda su obra, por el espíritu norteño de hálito frío, tiene como protagonistas la melancolía y la nostalgia (“En la siesta clara”), el inflamado deseo de trascender a lo efímero (“En 20 minutos me voy”) o la crisis individual que cala de fuera a dentro (“Economía de guerra”, con esas programaciones que rompen la tónica del conjunto remitiendo a La Vida (07)).

Miro a la ventana mientras se impregna del vaho húmedo nocturno, ocasión oportuna para que vuelva a sonar esta colección de viñetas que, más allá de resultar esperanzadoras o apesadumbradas, muestran un hambre voraz por el anhelo de sentir calor.

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