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El Hijo Ingobernable (Ambigú Axerquía) Córdoba 24/11/18

El Hijo Ingobernable podría ser el título de una película mediocre de media tarde en la habitación de un hotel triste, o el nombre de un poema libre de dudosa permeabilidad emocional. Sin embargo, es una frase certera que el bueno de Rafael Berrio, uno de nuestros talentos más ocultos y valiosos, acuñó en una de sus grandes canciones y que ahora otro músico vocacional, aferrado a la vena literaria que le viene de familia, adopta para presentar su proyecto en solitario. En su primera salida de los límites de su territorio nazarí natural, Víctor Lapido (para muchos, el bueno de los Lapido, como se suele murmurar en los círculos más fieles de los míticos 091) se llevó a cinco grandísimos músicos a Córdoba, a la sala Ambigú Axerquía concretamente, para presentar las canciones de De Mis Soledades Vengo, un EP absolutamente antológico y sorprendente en cuando a la diferencia de registro respecto a sus otros proyectos. Era el reclamo principal de un mini cartel que se completaba con los valencianos Peepshow y que completaba la alineación del III Festival El Colectivo, una experiencia alternativa al habitual circuito que convierte en aún más atractivo el perfil de la escena local. Desde estas páginas, el agradecimiento a sus organizadores y al público que en una noche lluviosa y desapacible asistió en poco número pero enorme entusiasmo a refugiarse en el calor de unas canciones que, sobre todo en el primer caso, te acogen con la inmensidad de unos brazos bien abiertos.

De las siete piezas que componen el citado trabajo del señor Lapido sonaron seis, dejando fuera únicamente un instrumental de inspiración cinematográfica para la que las cuerdas que suenan en el estudio resultarían imprescindibles. El clima apacible, la profusión de arreglos de guitarra acústica y eléctrica y sobre todo una sleep guitar conmovedora conforman el grueso de un directo virtuoso y preciso. “Así lo recuerdo” es folk a medio electrificar, “Te he vuelto a ver” poesía desesperada, “Cierro las alas” clasicismo elegante, “A mi lado” el eterno lado pop de su creador y “Exilio” un prodigio de sensibilidad sonora. La banda está dando los primeros pasos hacia la cohesión, con el puntal de un Antonio Lomas en la batería omnipresente en las últimas semanas en la capital cordobesa, y en su ensimismamiento acústico hay espacio para punteos y líneas de teclado bien definidas.

A un repertorio limitado se le añaden nuevos capítulos que se trasladarán en futuros guiones como “La verdad” o “La nube” y las correspondientes versiones, obvias al abordar al Neil Young de “Harvest moon” y transformarlo en otra cosa alejada del country rock, y al mismísimo George Harrison que con “Give me love (give me peace on Earth)” les inspira una pieza especialmente lucida. Lo que nadie espera es que elijan a una banda tan aparentemente poco propicia a sus propósitos como Ilegales y le den la vuelta de forma magistral a “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”, desnudándola de agresividad y al mismo tiempo dotándola de un alcance renovado, casi modernizando su mensaje sin perder ni un ápice de validez. Al igual que el ulterior “Blues chillando en un cubo”, una reversión –nunca mejor dicho- de su Grupo de Expertos Solynieve basada en el original del hippie inmortal Kevin Ayers. Otra cosa de las que no tienen nada que ver pero que él, como buen ser ingobernable, dota de pleno sentido para el regocijo colectivo, tampoco mejor dicho. Con un disco breve en el que no sobra ni falta nada es fácil convencer en directo, y con una banda de estas prestaciones aún más. No será la última vez que lo escuchemos porque llevamos varios días enganchados a él, y espero que tampoco la última que lo veamos y sintamos de cerca.

De Peepshow, músicos veteranos y absolutamente desconocidos por el sur de la península, sabíamos que el adelanto en forma de EP de su último trabajo (un disco de rock alternativo con esbozos electrónicos titulado Cómo Hacer Una Bomba Atómica) nos había gustado mucho en la escucha previa a su presentación. Liderados por la voz y el carisma de Uve Martínez, la inspiración en The Cure y el post punk de los noventa deriva en una conjunción extraordinaria de mensajes sociales, proclamas realistas y poderío instrumental con eslóganes como “1999”, una suerte de spoken word con base rítmica creciente, o la clarificadora “Dios de España”, su particular forma de entender la idiosincrasia nacional. Una banda con personalidad suficiente para llegar a mucho más público, por su propia calidad como músicos y su impertérrito empeño en hacer conciertos impactantes. Sin duda, una gratísima sorpresa que cerró una noche para recordar. De vástagos impulsados por el desgobierno a falsos voyeurs de una realidad cada vez más impostada. Del ansia por seguir subsistiendo, en definitiva, a la satisfacción por el trabajo hecho con el corazón. Habrá más música, más colectivos, más bandas y más sonrisas. No faltaremos a la cita con todo ello.

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