Janelle Monáe – The Archandroid (Bad Boy Records)
Una de las cosas que siempre me han intrigado del futuro es porque solamente han viajado en el tiempo para enviarnos terminators y promocionar un detergente. ¿No tienen nada mejor que ofrecer? ¿No había ningún mensaje más importarte para decirnos? Vivía con esas preguntas rondándome por la cabeza hasta que me enteré que hace poco hemos recibido a una androide dispuesta a revolucionar la actual languidez de la música pop. Por fin algo útil, pensé, pero al principio preferí guardar las distancias. Soy de la opinión que el peor insulto que puede recibir un disco es “conceptual” y eso era justo lo que se anunciaba en grandes titulares con tipografía Broadway.
La historia, versión corta, va así. En el 2008 Janelle Monáe sufre el mismo secuestro astral que ese espíritu libre llamado Ziggy Stardust protagonizó en los setenta. Se transforma en una androide llamada Cindy Mayweather y a lo largo de tres actos protagoniza una aventura épica en un futuro fritzlangiano y racista a múltiples niveles. El disco que nos ocupa son las partes segunda y tercera de la epopeya mientras que la primera fue grabada en un EP que pasó injustamente desapercibido hace un par de años. Hasta aquí la excusa. La anécdota. La tontería conceptual si se quiere.
Lo que de verdad importa es que esta diminuta hada ha sacado el que muy probablemente sea unos de los grandes discos pop de los últimos años. Desde los iniciales acordes wagnerianos hasta los momentos más funky el disco es un maravilloso caldo lleno de lo mejor de varios estilos. El resultado es un disco claramente pop, en su acepción más abierta, pero lleno de ritmos de R&B, bases hip hop, juegos vocales soul, arreglos spectorianos, orquestra funk y colaboraciones de altura como el rapero Big Boi o los Of Montreal. Canciones como la ya clásica “Tightrope”, la energética “Dance or Die” o la sentimental “Babopbyeya” son ejemplos de un trabajo redondo y hecho desde una apabulladora inteligencia. Si se tuviera que destacar algo por encima del resto, precisamente señalaría esta facultad. Es un disco muy arriesgado, con una producción al límite, con muchísimas personas involucradas (vale la pena mirar los créditos del disco) y que tranquilamente podría haber salido un pastiche indigesto. Pero en cambio se nota que ha sido pensado y meditado y que desde el principio se sabía muy bien a dónde se quería llegar. En este sentido quizás sí que lo de conceptual le ha sentado bien. El punto negativo es una de las pegas de estos discos: su excesivo minutaje. En este caso más de setenta minutos que si bien ni empalagan ni cansan sí que a veces nos olvidamos de prestarle la atención que merece.
Pero no me queda ninguna duda que ha nacido una estrella. Gracias al futuro que nos la mandan con sus mejores deseos. Su reciente cancelación de su primer y único concierto en nuestro país me supuso el mayor trauma musical desde la vuelta de Police a los escenarios. Pero no hay que desesperar. Hay que tener fe en su venida mesiánica. El próximo año en Jerusalén o cualquier otro día de la semana en cualquier otra parte del mundo Janelle Monáe salvará al pop de este siglo.