Jules Reidy – Ghost/Spirit (Thrill Jockey)
Lo primero que a uno le pasa por la cabeza cuando lee el título del nuevo trabajo de Jules Reidy es la figura del saxofonista y gran pionero del free-jazz Albert Ayler. Y es que este titán de la música negra llevó el jazz a unos límites de una espiritualidad esotérica, construyendo una nueva forma de expandir los límites del sonido improvisado dentro de los parámetros de la devastación como dijo en su momento el ensayista afroamericano Amiri Baraka. Una devastación que le corroía por dentro que la hizo universal. Los sonidos que extraía Ayler de sus pulmones parecían bordear los confines de un gran agujero negro pero tambien circundaban horizontes celestiales.
No sé si la polifacética artista australiana tiene como uno de sus referentes al gran artista de Cleveland, pero tanto los fantasmas como los espíritus han sido el sustrato simbólico de la música de éste, y según declaraciones de Reidy, su nuevo disco evoca un pasado en donde ha tenido que sobrellevar una ruptura amorosa dolorosa, y por otro lado, nació en ella un interés por el misticismo a posteriori, un aprendizaje que tiene mucho de acto redentor y de búsqueda intuitiva de su nuevo yo, por decirlo de alguna manera.
La de Sydney tiene una larga trayectoria. Entre sus discos se encuentran colaboraciones con talentos de la música de vanguardia y la improvisación como Oren Ambarchi o Andrea Belfi entre otros. Desde hace unos años Berlín es la ciudad en donde crea intrincadas texturas que combinan la pulsión atonal de su guitarra o el finger-keeping tradicional, pasando por el folk oscuro, la abstracción ambient, el gusto por la electroacústica, y el pop menos convencional y repleto de aristas.
En este nuevo cancionero Ghost/Spirit (Thrill Jockey, 2025) podríamos estar ante su cima compositiva a la altura de otro gran disco como World In World (2022), en donde su voz manipulada crea un fascinante recorrido impresionista combinando sampleados con el oscilante manejo de las cuerdas de su guitarra. Los ecos a Low se dejan entrever en la inicial “Every Day There’s A Sunset” en la cual Reidy canta al amor alejado de una conceptualización individualista para dejarse llevar por las prebendas del misticismo. En “Satellites” las seis cuerdas van creando ondas concéntricas en forma de mantra, y el sampler de un violonchelo acaba por redondear una tonada que recuerda a la música repetitiva de La Monte Young o las polifonías de Harry Partch. Belleza, heridas sin cauterizar y espiritualidad.
Los ecos a Robbie Basho sobre un manto de electrónica saturada de capas y de gran cromatismo sitúan a “Letter” como otro de los grandes momentos del disco; el shoegaze impregna el lienzo en forma de letanía en “Splits The Light”, y para el final el folk espectral de “You Are Everywhere” es la perfecta fusión entre el universo y nuestra autora en busca de una redención definitiva.