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L’Impératrice (La Riviera) Madrid 01/11/24

El concierto de L’Impératrice el 1 de noviembre en la Sala La Riviera marcó un nuevo capítulo para la banda francesa. Cinco meses después de su actuación en el Primavera Sound, la agrupación francesa volvía a España en un contexto incierto y casi misterioso, marcado por la inesperada salida de Flore Benguigui, su vocalista y figura central durante casi una década. Su partida, atribuida a problemas de salud física y mental, dejó a la banda en una encrucijada, y planteó serias dudas sobre la continuidad de su gira y, quizás, sobre la misma supervivencia del proyecto. Durante semanas, la posibilidad de que el grupo reconfigurara su identidad o incluso tomara un rumbo instrumental similar a los primeros Eps pareció una opción real.

Sin embargo, L’Impératrice sorprendió con un giro audaz: Louve, una cantautora de carácter propio, asumiría el papel de vocalista. Esta elección fue sorpresiva, pero al mismo tiempo representaba una oportunidad para que el conjunto parisino explorara un sonido renovado. En el escenario de La Riviera, los integrantes –Charles de Boisseguin en los teclados, Hagni Gwon en sintetizadores, David Gaugué al bajo, Achille Trocellier en la guitarra y Tom Daveau en la batería– no solo demostraron su compromiso con la música, sino también una energía que parecía nutrirse de esta nueva configuración.

Desde el primer acorde de “Cosmogonie,” la propuesta de L’Impératrice dejó claro que estaban dispuestos a sorprender. La pieza instrumental, con sus sintetizadores atmosféricos y un ritmo hipnótico, inundó cada rincón de la sala, envolviéndola en una experiencia sensorial cargada de nostalgia retro y vibraciones futuristas. Con una transición impecable, la entrada de Louve para interpretar “Amour ex Machina” confirmó que este nuevo capítulo no sería una mera adaptación de lo anterior, sino una reinterpretación que añadía nuevas capas al sonido distintivo de la banda, disipando las dudas sobre la dirección del grupo.

Louve asumió el rol de vocalista con aplomo, mostrando una capacidad natural para encajar en la dinámica de la banda y aportar una frescura a los temas que el público ya conoce. Este nuevo comienzo permitió a L’Impératrice explorar una faceta más matizada de su sonido, sin perder ese toque característico que los ha situado entre las bandas de pop electrónico más destacadas de la escena francesa.

El setlist incluyó una selección de temas de su reciente trabajo Pulsar, del cual interpretaron siete de sus diez canciones. Además de “Cosmogonie” y “Amour ex Machina”, piezas como “Me da Igual” y “Danza Marilu” resonaron con una energía inusitada, especialmente en versiones extendidas que jugaron con desarrollos instrumentales envolventes, derrumbando cualquier expectativa. El contraste entre lo orgánico y lo digital, muy al estilo de Daft Punk, fue una constante a lo largo del espectáculo, pero con una originalidad que conecta su sonido con el de bandas coetáneas como Parcels, Roosevelt o Nu Genea.

Uno de los aspectos que más impresionó fue la cuidadosa puesta en escena. La banda se organizó en una pirámide de círculos concéntricos, con Tom Daveau y su batería en la cúspide, creando una estructura visual que enriqueció la experiencia musical. Todos los miembros del grupo lucían trajes retrofuturistas, adornados con linternas en el pecho que evocaban la estética de su último álbum. Este detalle, junto con un juego de luces que cambiaba de acuerdo al tono de cada canción, creó una atmósfera visual inmersiva que complementó la música y profundizó la narrativa de cada tema.

El repertorio no se limitó a su último álbum; la banda también ofreció un repaso por su discografía, rescatando temas icónicos como “Agitations tropicales” y “La lune” de sus primeros EPs, y sumando temas de su celebrado álbum Tako Tsubo (2021). Así, piezas como “Anomalie bleue”, “Submarine” y “Voodoo?” conectaron con la audiencia a través de una interpretación cargada de fuerza. Destacó, además, su versión de “Aerodynamic” de Daft Punk, que sorprendió a los asistentes con una energía contagiosa, mostrando el respeto y la influencia que el dúo francés ha tenido en su trayectoria, sin dejar de imprimir su propio sello al tema.

La conexión con el público fue total, con una audiencia que respondió de manera entusiasta a cada acorde. Los asistentes acompañaron cada canción con aplausos y coros, generando una atmósfera de complicidad que se mantuvo a lo largo de la velada. El final del concierto estuvo a la altura de lo vivido: un bis de cuatro canciones que incluyó temas emblemáticos como “Sonate pacifique” y “Vanille fraise”, que cerraron la noche en un punto álgido de emoción colectiva.

Tras la última nota, los aplausos y ovaciones se prolongaron durante más de cinco minutos, mostrando un aprecio palpable y sincero hacia la banda. Un concierto que no solo confirmó la habilidad del grupo para superar cambios, sino que también consolidó su lugar en la escena musical actual como una propuesta vibrante, única y, sin duda, con un futuro prometedor en el panorama del nu-disco europeo.

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