Marco Maril – 15. 11. 18 (Jabalina Música)
El gallego Marco Maril lleva ya muchos años en la escena indie patria. Proyectos tan interesantes como Hemisferio Izquierdo, Dar Ful Ful y Apenino dan buena cuenta de su buen gusto pop. Llega el momento en el que se decide publicar bajo su nombre con un disco que nace de una ruptura sentimental, y de la manera en la que el artista intenta exorcizar sus fantasmas.
“15. 11. 18” (Jabalina, 2021) es la fecha en la que Marco empezó a experimentar con las posibilidades armónicas y tonales del piano; un instrumento que le ha servido para encadenar diez canciones primorosas engarzadas con sutiles arreglos de cello (Macarena Montesinos), y la voz de Iria Vázquez. Quizá los más importante de este disco sea la manera que tiene Maril de gestionar los espacios de silencio; unos silencios palpitantes que ejercen de antesala a los sonidos ingrávidos del piano. Desentrañando los misterios del silencio, la quietud.
La pieza que abre el disco (“La Gran Mentira”) es una melancólica remembranza del fracaso amoroso. El piano va tejiendo una melodía de suave abstracción que acolcha la bonita voz del autor. Las adaptaciones de poemas del Romancero Gitano de García Lorca llegan con “Preciosa Y Aire” (hermosos arreglos de cello y el contrapunto en la voz de Vázquez) con esos ecos a música de cámara ensoñadora, y “Romance De La Luna, Luna” a ritmo de vals.
“Azul Ultramar” se enreda entre loops de olas de mar y coros que invocan a las espectrales coreografías vocales de Julee Cruise, y en “Corazón Ardiendo” Vázquez toma las riendas de la canción, y su tonalidad es de una bella plasticidad.
Maril hace un guiño a la gran cineasta en “Una Escena De Varda” enlazando versos mecidos por el aire del atardecer (“mi vida junto a ti/ cada abrazo que me dabas/como ha ocurrido, dime/cómo ha podido pasar/cómo explicar que ha sido como una escena de Varda”).
La miniatura de “No Pensar” nos lleva a recordar el Donosti Sound; “El Aire Y El Mar” es una cinemática pieza cuya quietud es expectante, y cierra el disco con “Luz”, cantada en galego, en la que el folclore y las retorcidas nanas de Javier Corcobado crean una estrecha alianza.