Nuestros tesoros favoritos (I Parte)
Si sois amantes de la música, seguro que en casa tenéis algún tesoro que por motivos sentimentales o nostálgicos guardáis con especial cariño. Siempre hay un espacio privilegiado para ese vinilo que nos regaló una persona especial, para ese autógrafo, para ese primer cassette que compraste o para una de esas rarezas que querías conseguir y tras una ardua búsqueda terminaste por encontrar, o quizá simplemente le tengas cariño a un álbum concreto que al estar entre tus predilectos has escuchado miles de veces.
Como nos pareció una idea interesante, gran parte del equipo de las personas que formamos parte de Muzikalia hemos rebuscado en nuestras colecciones particulares y hemos recopilado esas joyas que guardamos con orgullo. Esperamos que disfrutéis con estas experiencias tanto como nosotros lo hemos hecho compartiéndolas:
End of the Century. Ramones (Sire Records 1980) y Raw Power. The Stooges (Columbia Records 1973)
Caminando por una de las calles del multicolor bazar callejero, la curiosa mirada de aquel chaval reparó en una de la cubeta de discos del único puesto de música del mercado. Allí estaban esos melenudos; los Ramones, a los que había visto en las revistas que le quitaba a su hermano mayor. Regresó a casa sin la compra que le había encargado su madre, con unas pocas monedas en vez del billete y tarde, ya que estuvo haciendo tiempo en la escalera para que su santa madre no le obligase a devolver ese acetato negro.
Le castigaron sin salir de casa todo el verano. ¡Qué demonios le importaba! Tenía en sus manos su primer disco de los Ramones. Es muchacho era yo y sobra decir que este disco es una de las joyas más preciadas de mi colección.
En el segundo caso, esta casete, que conservo como si fuera una piedra lunar, me la regaló mi hermano cuando yo tenía unos trece años. Entonces en mi casa solo había un pick up de mi padre, un reproductor de casetes de tamaño más bien pequeño y un walkman. El caso es que a mi amigo Alberto le habían regalado un radiocasete de doble pletina, con seis altavoces, de los que salían en las pelis de “breakdancers” americanos, y había que probarlo. A los pocos segundos de que la banda magnética estuviera en contacto con los cabezales de aquella “virguería japonesa a pilas”, el padre de mi amigo entró en la habitación diciendo: “pero no os dais cuenta de que esa cinta que habéis puesto está mal ¡se ha enganchado!”. El pobre hombre no sabía que había empezado a sonar “Search & Destroy”. Anécdotas aparte, esta edición en casete hoy es ya toda una rareza, fue editada años después que su hermano mayor de vinilo y en las primeras tiradas venían los títulos de las canciones traducidas al español. En cada cara de la “cinta” viene el símbolo del sistema de reducción de ruidos de: Dolby System; “reducción de ruido” vs “The Stooges”, dos conceptos francamente contrapuestos.
Fernando del Río
Pearl Jam – Vitalogy
Supongo que la joya de una colección de discos es imposible de escoger. Depende del día y del momento te quedarías con mil discos distintos. Mezclando lo sentimental con la trascendencia que ha tenido en mi vida, hoy elegiría Vitalogy de Pearl Jam. En la navidad del 94, atravesando mi más tierna adolescencia, la música ya empezaba a ser una pequeña obsesión. Aún no recuerdo cómo, convencí a mis padres para que me dejaran hacer una escucha previa de los discos que había pedido a los Reyes y entre ellos brillaba con luz propia el recién editado tercer álbum de mi banda favorita de entonces, Pearl Jam.
En realidad, mi jugada resultó ser un caramelo envenado: tras esa primera escucha la espera hasta que me entregaron el disco fue eterna. Pero recuerdo como si fuera ayer el impacto de aquel primer contacto. Si a la altura de “Not for you” prácticamente levitaba, para cuando llegó “Bugs” no entendía bien qué estaba pasando con Eddie Vedder y compañía. Sí, se parecía a Ten y Vs. pero aquello era mucho más. El innombrable e inenarrable corte que lo cierra solo acrecentó mi confusión y la necesidad de escucharlo de nuevo. Con el tiempo sigue siendo mi álbum favorito de los de Seattle y cada vez que lo escucho sigo pensando que todavía se me escapa algo y dejándome sorprender. Bendita sensación.
Edu Cornejo
Los singles originales de «Come On» – The Rolling Stones y «Common People» de Pulp
No recuerdo demasiados detalles de cómo era mi vida antes de tener hijos. Intuyo que tenía mucho tiempo libre y algo de dinero disponible, porque podía hacer cosas ahora tan lejanas y caprichosas como buscar y comprar vinilos descatalogados. Incluso llegué a viajar un par de veces a Londres, y a dedicar tiempo a rebuscar en tiendas como el Music & Video Exchange de Nottting Hill Gate o Intoxica, en la cercana Portobello Road. La primera que pisé ambas tiendas vez tuve suerte y encontré dos joyas. En Notting Hill, una copia inmaculada de la primera edición del «Come On» de The Rolling Stones a un precio ridículo. El primer single de Jagger y compañía es una adictiva versión de un clásico menor de 1961 de Chuck Berry que suena como como si estuvieras viendo a la banda tocar en un garaje. Lo publicó la Decca en 1963 con la clásica portada genérica de la discográfica y tiene el encanto de la inmortalidad.
En la tienda de Porbello, a pesar de la siempre hosca mirada del dueño, rebusqué en las cubetas de indie hasta encontrar una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, el «Common People». El single más famoso de Pulp se publicó cuando rozaba la mayoría de edad, así que siempre será mi sinónimo preferido de juventud. Me ha acompañado bailando en la carpa pop de casi todos los FIB, en muchas noches en aquel Ochoymedio de Mesonero Romanos y siempre que me ha tocado pinchar.
Cada vez que pongo el single que compré nada barato en Intoxica, con su portada inspirada en Hopper y el vinilo amarillo, recupero de golpe los 20 años.
Iñaki Espejo-Saavedra
SUEDE “Suede” (1993) y “Dog Man Star (1994) autografiados
Hace unos cuantos años (cinco o seis) y durante una de mis frecuentes visitas a Madrid, entré en una céntrica tienda de discos de segunda mano. Siempre he sido coleccionista de discos en general y de Suede -mi banda favorita-, de manera muy particular. Por entonces ya llevaba un tiempo buscando los discos del grupo en formato vinilo de la época (de hecho, en ese momento ni siquiera estaban reeditados en elepé), pero los discos de los 90 son difíciles de conseguir en ese formato además de muy caros. Después de echar un vistazo en las secciones correspondientes, se me ocurrió (de casualidad) preguntar al dependiente si no tendría algo de los británicos en vinilo. Me respondió que tenía unas cajas que acababa de comprar aún sin abrir, y que le sonaba que podía haber algo allí, así que se puso a abrirlas y… ¡premio! Aparecieron “Suede” (1993) y “Dog Man Star” (1994) (mi disco favorito de siempre) en perfecto estado.
Obviamente supongo que la emoción fue latente en mi cara, así que cuando le pregunté el precio (al tenerlos aún en la caja con otro montón de discos no estaban marcados), el tipo de dijo que 20€ el primero y 25€ el segundo (“porque es doble”). Si hubiese comprobado el precio en Discogs o Ebay, hubiera visto que esas cantidades estaban muy por debajo del precio marcado de mercado. Sin embargo, yo tuve la sensación que intentaba inflar los precios sobre lo que su instinto le sugería, así que pagué gustoso los 45€ y salí de la tienda con mi tesoro bajo del brazo.
Pocos años después, concretamente en octubre de 2016, tuve la oportunidad de Entrevistar a Brett Anderson y Neil Codling en la terraza de un hotel bilbaíno para MondoSonoro, con motivo de su participación en el BIME de aquel año. El batería Simon Gilbert (que también estaba por allí) y el propio Brett firmaron mis copias, advirtiendo además que eran originales y no esas reediciones que por entonces ya se habían comercializado. Señalar que Neil se abstuvo de firmar las carátulas ya que se incorporó al grupo justo en el siguiente disco, “Coming Up” (1996). Tengo otros álbumes valiosos y firmados en mi colección pero, por supuesto, estas son las joyas del catálogo, y aquel 28 de octubre de 2016 en el que charlé cara a cara con mi ídolo será difícil de olvidar. Entre otras cosas porque conservo este bonito recuerdo.
Raúl Julián
Fleetwood Mac – Rumours (1977, Big Brother Recordings / Epic Records)
Grabar un disco en circunstancias tan adversas como vivir prácticamente incomunicado con tus compañeros o utilizar los viajes lisérgicos de excusa para abstraerte de un trabajo que en principio debía ser mucho más concienzudo es algo que, paradójicamente, solo puede resultar en una obra maestra de proporciones descomunales. Sucedió, sucede y sucederá con algunos álbumes históricos (el caso de«Exile on main street», grabado por los Rolling Stones, «Revolver», por los Beatles, o «White light, white heat», por The Velvet Underground son otros sonados y esplendorosos ejemplos) en cuya génesis intervinieron factores que no dependían exclusivamente de la pericia musical de las bandas y sin los cuales hoy no serían incluidos en cualquier hipotética -e injusta- lista de referencias imprescindibles. La del autor de estas líneas no era más que la de un preadolescente atribulado por los devastadores efectos del acné sobre su faz y la precaria economía del que quiere pero no puede apropiarse de los primeros tesoros musicales que van conquistando su corazón, y que apenas unas pesetas después de los primeros esfuerzos conseguía hacerse con una cinta de segunda mano, de sonido no tan infame como el previsto, para encontrar en ella una acogedora residencia sonora de por vida.
En 1976, en plena democratización de las drogas, la alianza angloamericana que suponía un quinteto literalmente destrozado un año atrás intentaba recomponer su alineación componiendo una serie de canciones destinadas a perfilar el que luego se convertiría en el mejor disco de su carrera. Por un lado, la pareja formada por el bajista John McVie y la teclista Christine Perfect habían puesto punto final a su relación, contagiando así a los lazos que unían al guitarrista Lindsay Buckingham y Stevie Nicks, quizá la voz más representativa de Fleetwood Mac, que vieron asimismo finiquitada su etapa sentimental. Por otro, el ambiente enrarecido y distante que se respiraba en el grupo hizo que los temas se grabaran aisladamente, sin mezclarse nunca sus miembros en el estudio y llenando de dificultades la mezcla final de unos temas que se sostenían por sí solos. Tal vez por la rabia y los ajustes de cuentas latentes en las composiciones, las letras se interpretan como diatribas eficaces contra ex amantes («You make loving fun»), íntimas confesiones de poso ácido («Songbird») y auténticos himnos sobre un futuro sin vuelta atrás («Dreams», un clásico de su repertorio desde entonces y el único número uno que lograron en USA). En medio de rencores, batallas por dirimir y tragicomedias de culebrón, el otro miembro del grupo, el batería y fundador Mick Fleetwood, vivía el vendaval propio de una demanda de divorcio. Todo listo para que estallara el huracán, como se podrá suponer. Y lo hizo, solo que en una explosión de creatividad que jamás pudieron igualar, tras las continuas idas y venidas de sus componentes, aventuras discográficas al margen del grupo y varios intentos de rescatar la (inconsciente) magia de aquellas tormentosas sesiones. La cocaína y otros excesos fueron los indiscutibles protagonistas en los estudios Sausalito de California, donde empezaron a tomar forma maravillas pop como «The chain», «I don’t want to know», «Don’t stop»o «Go your own way», que posteriormente serían retocadas y aumentadas con el grueso de la producción en diversos estudios de Miami, Hollywood y Los Angeles. Cuarenta millones de copias vendidas después, seguimos comprobando que la vida se resume en una sucesión de rumores, con la salvedad de que tan solo unos pocos se convierten en algo real.
J.J. Caballero
Gran sección.
Suede también es uno de mis favoritos. Me firmó Anderson los CDs y las entradas en Barcelona, después de un conciertazo, sudor y saliva de Anderson incluido en sus acercamientos al público.
Felicidades a la redacción Muzikalia.
De los que has puesto en esta parte I, Manuel, me gustan Suede, Pulp, Rolling Stones, Pearl Jam e Iggy Pop, o sea casi todos me parecen geniales.
Y de la parte II, que continuaste me agrada la música de Smashing Pumpkins, The Cure o Elton John, por ejemplo.
Así que te animo a que sigas con esta estupenda sección «tesorera», un saludo. 😉