Perturbator (Sala La Riviera) Madrid 14/10/22
Recuerdo la aparición de Perturbator en una revista musical defendiendo el siguiente titular. “El Synthwave está muerto”. Fue poco después de la publicación de su último trabajo de estudio. James Kent, la figura del genio que se encuentra tras el proyecto, quería con ello constatar que sus aportaciones fundamentales en la creación y el desarrollo de un género en su vertiente más oscura y contundente estaban listas para dar un giro.
Y eso es lo que fue en gran medida Lustful Sacraments (21), un tratado de rock gótico con un marcado acento darkwave, o viceversa, si se prefiere. El caso es que el francés no se estaba dando cuenta que su propuesta viraba hacia terrenos que aún están muchísimos más muertos y agotados en su revival del todo seco.
Acercando su puesta en escena a algo más orgánico con la incorporación de un extraordinario batería, Perturbator armado de sus sintetizadores y cogiendo la guitarra eléctrica puntualmente, se encaramaba sobre ese amasijo de hierros reflectantes de neón con su poderosa e icónica estrella invertida en su cénit.
La Riviera, sala demasiado ambiciosa en proporciones para el calado del artista en España y del género, no nos olvidemos. Esto no termina, ni terminará, por reventar como debiera, incluso en la faceta darksynth que es la que congrega más audiencia de afinidades aledañas como el metal clásico, el doom, los nuevos siniestros o lo electrónica de club más incisiva.
Debemos decir que el sonido fue rotundo y que la puesta en escena tan ajustadamente vistosa como efectiva en la ejecución, pero el principal problema venía en la comparación de presencia, obsesión y arrase de los temas nuevos –muy menores siempre- que un legado al que prácticamente ningún productor del género llegará nunca en sus cotas de excelencia e inspiración más altas.
Así, por ejemplo, jamás sonará a clásico “Excess” por mucho que se empeñe Perturbator, ni “Messalina, Messalina” proporcionará la atmósfera darky que pretende. Quedará mucho más claro y evidente que algo como “Neo Tokyo” no lo ha hecho ni dios en el género y que ese sonido es propiedad intransferible de su talento desbordante, al igual que el taladro obsesivo erigido con “Humans are such easy prey”, o haber construido un clásico inmortal como “Perturbator theme” para una escena en la que muy que pocas canciones quedarán para la posteridad. Y quién la desea a estas alturas del apocalipsis.