Remate – Dos Galgos Blancos (Everlasting Records)
El día más inesperado Remate se perderá entre el halo ingrávido de sus sonidos. Se irá, posiblemente a una realidad menos dolorosa que esta: un escenario de cantantes de playback, de chicas con gabardina y miradas que te fulminan como potentes rayos láser; un paraje lleno de escarabajos amarillos, de entomólogos locos que musitan para adentro canciones de Erik Satie… Lo echaremos de menos, qué duda cabe, pero ahí estará a salvo de tanta miseria humana.
Remate -y en esto estoy cada vez más convencido- está de momento aquí, porque quiere desaparecer, y que lo veamos, mientras interpreta con su guitarra una canción rara; un humo, de ligero color amarillo, envolverá su contorno y se perderá entre los últimos arpegios de su guitarra. Será su peculiar cita en el CLUB SILENCIO. Shhhhhhhhh. Se abre el telón y aparece un señor de mediana edad con una gorra. Sonríe, parece tímido, y como los personajes de una película de Todd Solondz en su interior bulle un torrente de emociones que urde un enjambre de sinestesias.
Remate antes de partir nos deja una nueva colección de canciones que son un primoroso ejemplo de cómo hacer pop con pretensión de trascender(nos) sin necesidad de enseñarnos el truco. Él no hace magia, tan solo retrata realidades desenfocadas; una poesía de la otredad en el reino de lo normativo y estandarizado.
Acompañado de Wild Honey en la producción y Kenny Gilmore a las mezclas, Dos Galgos Blancos (Everlasting Records, 2023) retoma lugares y personajes (de ficción o reales) que ya nos acompañaron en su libro Yo creo que Bansky eres tú (Mr. Griffin, 2022). Pero también vuelve a reemprender sus inesperadas imágenes poéticas que parecen sacadas de un musical de Jacques Demy o del costumbrismo anacoreta y esteta de un compositor sin igual.
Las canciones tienen esa magia de lo atemporal. Los arreglos orquestales, las percusiones y sintetizadores engalanan preciosas gemas como “Miranda July” (Weyes Blood seguro que suspiraría por este tema), los aires a Silver Jews en “David Attenborough” pone los pelos de punta, mientras que los ecos dreampop van pespunteando la melodía de “Maribel” (con referencias al cuadro de Felipe Almendros que sirve de portada del disco).
“Conduce un foodtrack por la carretera” y esa es la cocinera Nagomi Neagari a la que le dedica el tema “Nagomi”. Aparece Lou Reed haciendo taichí en una carretera de montaña, y si tiene un cuchillo es porqué la vida en soledad no está desprovista de violencia. Lo sabía muy bien.
Llegamos a “Sannah” (fotógrafa y maquinista sueca), y es pura ambrosía para los oídos escuchar esos sonidos de mellotrón y wurlitzer que te conducen a salitas de estar de estilo imperio; los aires country acolchan la enorme “Aviva” en donde nuestro hombre crea imágenes de infinitos contrastes, opone significantes y significados como si fuera escritura automática. En “Xavier Dolan” el tempo se acelera, como los fotogramas en fuga del director de Laurence Anyways que parecen que quieren atrapar hasta el último estertor de vida de sus personajes, y este fabuloso viaje a ese “otro-mundo-Remate”acaba con “Dolly Parton”, esa maravillosa diva del country y reina de la laca, que cuando empieza a cantar hace que todo se pare por unos segundos.