Rosa Venenosa + Marta Tchai (Fotomatón) Madrid 11/11/22
Cuenta el mito que Aracne, reconocida bordadora en la mitología griega, osó retar a Atenea, diosa de la sabiduría, la guerra y los oficios, a tejer el mejor tapiz para comprobar quién era mejor tejedora. Un desafío que, como todo mito, terminó con un infortunio y una moraleja.
No acabó así el concierto que el pasado viernes ofreció Rosa Venenosa en compañía de Marta Tchai en la sala Fotomatón. Porque a pesar de dedicarle la primera una canción a este particular mito, ni ha terminado convertida en araña ni ha heredado de sus protagonistas la rivalidad.
La escena independiente madrileña está saturada. Pero no desde la connotación peyorativa de la palabra; esa congestión destaca por sus alianzas, dando lugar a una red que los propios artistas han tejido en los últimos años, en este caso sin retos o desafíos implicados.
No hay más que ver cualquier sala de conciertos una noche —e incluso día— cualquiera. Marta Tchai evoca a esa canción de autora que hace una década era “lo común” en las salas madrileñas y que todavía funciona en bares y salas; Rosa Venenosa, sin embargo, representa el cambio y la adaptación de los locales a nuevos formatos y estilos que ahora consideramos “comunes”.
Oscuridad experimental
Flamenco, una nana o el más austero acústico. La oscuridad de Rosa Venenosa es capaz de inundar cada género arrojándole una nueva luz. La artista madrileña inició su show con un fragmento a capela de “Mi niña Lola”, del cantaor Pepe Pinto. Unos segundos que, lejos de enmarcar a la artista en un género musical, despistaron a un público que aplaudió la interpretación de uno de los clásicos del flamenco.
Aunque apostó por el acústico para algunos temas, la fuerza de Rosa Venenosa reside, en gran parte, en la producción de sus temas. Para llevarla al directo contó con Marco (Polop), que la acompañó desde la mesa de mezclas dando sentido a los sonidos experimentales que caracterizan la discografía de la artista y aplicando un reverb en su voz que convertía la Fotomatón en una gran sala de conciertos.
Pero no solo la voz consigue ampliar espacios. Una de las virtudes de Rosa Venenosa es la facilidad para entrar en el “mood” de sus temas. Es destacable la performance también experimental —que en escenarios como el del pasado viernes queda grande— y la versatilidad para, segundos después, dirigirse al público como una más, saliendo del papel en un abrir y cerrar de ojos.
Una versatilidad que, como comentábamos, se percibe también en su repertorio, el cual consigue homogeneizar bajo un denominador común: la oscuridad. De Lorca a aquelarres o reflexiones sobre la condición humana sin generar en el público un impacto que, en otros contextos, sería obvio.
La artista, que arrancó en el panorama musical independiente en 2019, ha estrenado este 2022 su primer EP, “Humanos”, que en sus propias palabras “invita a reflexionar sobre lo que somos, nuestras pasiones más oscuras”. Y, de nuevo, no desde un prisma reflexivo y con un tono moralizador: más bien en pro del arte y la música, con temas pegadizos y preparados para ser su despegue definitivo.