Silvana Estrada + Valeria Castro (Noches del Botánico) Madrid 16/06/23
Hay veces que ocurren coincidencias asombrosas, casualidades mágicas que dan cierto sentido al azar de nuestras vidas. Son esas “psicomagias” en las que creemos las que nos permiten alegrar nuestra existencia, engañándonos o no.
El caso es que me refiero a que el día que vine yo al mundo se daba la circunstancia de que era el elegido para que Silvana Estrada tocara en el ciclo de las Noches del Botánico. El impacto emocional del todavía muy latente Marchita (22) sigue pegando fuerte dentro y se me antojaba una cita ineludible con la que por fin saldar mi deuda con la artista, a la que sólo había podido disfrutar sobre un escenario con la fugaz colaboración que tuvo junto a Mon Laferte en el concierto que dio la chilena el pasado año en La Riviera. El otro regalo del destino fue que Sigur Rós publicase por sorpresa total ese mismo día su nuevo trabajo ÁTTA (23), pero de eso hablaremos otro día.
El doble cartel para la calurosa tarde-noche madrileña en el bonito paraje del jardín botánico de la complutense lo completaba Valeria Castro. La presencia de la canaria auguraba un amistoso combate entre voces impresionantes e imprescindibles, dotada cada una de genio, técnica y sensibilidades desbordantes.
Abrió la velada con un sol aún pujante esta última, con una parroquia del todo entregada a sus virtudes. La artista desplegó un elenco escénico de músicos completísimo donde no faltó incluso un cuarteto de cuerda intermitente para abrigar las composiciones de su reciente Con cariño y con cuidado (23), disco muy influido por esa querencia siempre nostálgica y de fuerte arraigo que sienten los nacidos en el archipiélago cuando se sienten como ese marinero en tierra del que hablaba Rafael Alberti al encontrarse lejos del hogar. Especialmente bonitas me parecieron las canciones que inflamaban ese sustrato tan incrustado en el corazón de Valeria, la desnuda “Cuídate” y la sentida “La raíz” sobre todo.
La nacida en La Palma se sentía segura, querida y cómoda, tanto es así que parecía que jamás abandonaría un escenario que la jaleaba en los lances más animados al igual que la brindaba un reverencial silencio en los momentos en que su garganta lucía con primor.
Mención especial y habitual al sonido que emanaba desde el escenario del Botánico: limpio y expansivo, sin perderse matiz alguno. Exactamente lo mismo vivimos de nuevo durante el concierto de Silvana Estrada.
Antes una pequeña auto-reflexión, si me permiten. Los cortavenas de vocación, como quien les escribe, debemos darnos cuenta de que, por muy emo-sad-me quiero morir-el amor es lo mejor hasta que te mata sea el artista que hemos ido a ver, esto es un concierto y los momentos de alegría y más livianos SIEMPRE van a tener lugar, pequeño aunque sea. Bastante tiene alguna gente con sus propias vidas como para que les puteen encima tras pagar por ir a un concierto (risas enlatadas).
Bien, con ello me refiero a que Silvana, por mucho que nos pusiera al filo de la cornisa desde una azotea en Marchita (22 ) y por muy intensa que sea, no la podemos pedir ese mood durante una hora y media. Dicho lo cual, la mexicana comenzó realmente bien el concierto, con esa aura que poseen los artistas que desde muy jóvenes están llamados a ser especiales. Los lances iniciales como “Tristeza”, la versión “Clandestina” de Manu Chao o “Sabré Olvidar”, con una incisiva interpretación por su parte que me recordaba por momentos a Chavela Vargas, no los disfruté en su justa medida al pillarme aún algo descolocado entre el gentío y el impacto de tener por fin delante a quien tanto deseas.
Pero lo que es Silvana Estrada, se mostraba radiante, emocionada, agradecida y comunicativa, sólo necesitaba por mi parte que me cayera una buena hostia para dejarme llevar por la corriente. Y así fue.
Pocos tramos de concierto recuerdo recientemente con el calado emocional que tuvo el que abarcó desde “Ser de ti” hasta “Marchita”, pasando por medio por una canción nueva extraordinaria cargada de despecho que estrenaba esa noche en Madrid, “Dime”, y su colosal último single, “Milagro y desastre”, intensísima, la cual acompañó con unas curiosas percusiones sobre el prominente hueso de mandíbula de qué se yo qué animal. Previamente, había introducido el tema con una escalofriante reflexión acerca del sentido pendular de nuestra vida que nos acompañará siempre, viajando constantemente desde las cimas hasta los abismos del amor.
Tras este bloque que puso a prueba la elasticidad de nuestro corazón, tocaba un fin de fiesta más ligero donde sonaron “Al norte”, “Tenías que ser tú” o la anodina versión del “Tom’s dinner” de Suzanne Vega, si bien antes había detonado esa joya providencial en el desarrollo de su carrera artística que es “Te guardo”, punto de inflexión en la proyección de una artista que aspira a copar lo más alto del Olimpo del folk hispano-americano.
Fotos Silvana Estrada + Valeria Castro (Víctor Moreno – Noches del Botánico)