Stevie Nicks – Live In Concert, The 24 Karat Gold Tour (BMG)

Decir que Stevie Nicks es un icono es algo tan obvio que huelga decirlo. Pero es que además -y eso sí me parece pertinente remarcarlo- es uno de los iconos femeninos más influyentes de la historia del rock. Su forma de cantar, de componer, sus devaneos con el lado salvaje, sus romances, su misticismo, su magnética personalidad en el escenario, todo ello ha ido configurando un personaje cuya marca puede rastrearse fácilmente entre muchas de las mujeres -y por qué no, hombres-que hoy día cogen un micro entre las manos. Miley Cyrus, Harry Styles, Courtney Love, Florence Welch (de Florence + The Machine), Lana del Rey, Taylor Swift, le deben mucho y hasta copian sus ademanes; incluso por ejemplo, este mismo año, Margo Prince, podríamos decir -no sin cierta ironía- que ha publicado el mejor disco de Stevie en años…

Su sombra, por tanto, es alargada, de las más alargadas que ha tenido este invento llamado rock and roll al que pocos como ella han sabido sacar el máximo de su potencial artístico y comercial. Tanto en su incontestable andadura junto a sus compañeros de Fleetwood Mac, una de las bandas más exitosas de la historia, como en solitario, con discos míticos como Belladonna, The Wild Heart o Rock a Little, con los que acumuló millones en ventas durante los ochenta, ha sabido mantenerse en un nivel a la altura de los estándares que cimentaron sus inicios y su popularidad jamás ha decaído. Decisiones como la de no ser madre ni esposa de nadie y declarar al punto que “tal vez mi misión no era ser mamá o esposa, quizás mi misión particular era escribir canciones para hacer sentir mejor a las mamás y a las esposas”, le han valido el cariño de un público predominantemente femenino, que la ve como un espejo glamuroso en el que contemplarse.

Tal vez por eso necesitaba darse un último baño de masas en solitario (antes de embarcarse en otra gira con Fleetwood Mac para darse otro) en lo que se dio en llamar 24 Karat Gold Tour, en consonancia con su último y exitoso -si es que eso aún puede decirse- disco de estudio, de igual título, que la llevó de gira con Pretenders por un buen montón de estadios durante 2016 y 2017 y se salda ahora con una película, dirigida por Joe Tomas, de la que el disco que nos ocupa es, más o menos, banda sonora.

Lo que cabe preguntarse aquí es más o menos lo mismo que siempre cabe preguntarse con los discos en directo: qué utilidad tienen si casi nunca capturan la energía que transmite un evento de estas características cuando se vive de primera mano, o al menos, con imágenes de vídeo que sirvan de sucedáneo. Imagino que nadie entre los lectores será tan inocente como para imaginar un aliciente de este doble álbum en vivo más allá del que supone para el bolsillo de la propia cantante y su discográfica, que intentan sacar rédito de los últimos estertores de una industria ya caduca, a través de la fidelidad de sus fans.

Y es que, a pesar de todo, este disco Stevie se lo debía a sus fans. Nunca, al contrario de la mayoría de sus compañeros de generación, había publicado la diva un disco en directo tal como se concibe tradicionalmente, es decir, en formato doble y plagado de grandes éxitos. Y ella, como probablemente sabe que esta será la última gira que podrá hacer en perfectas condiciones físicas y vocales, decide ofrecer este “regalo” a sus fans desde la cima y, ya de paso, llenar las arcas para el invierno que está llegando.

El disco, como decíamos, doble y plagado de hits, está, por supuesto, ejecutado y grabado de forma impecable por la banda y el personal técnico de Nicks, entre el cual, algunas de sus piezas fundamentales, como el mítico guitarrista Waddy Watchell, llevan con ella desde el principio, algo que de nuevo habla más que bien de la respetabilidad de su figura como artista-empresaria. Ella, además, está espléndida de voz dada su edad (cumplía casi los setenta en fechas del tour) y no desmerece ninguna de sus composiciones, entre las que por supuesto están todas las que deben estar tanto de sus discos en solitario, como “Edge of seventeen”, “Wild heart”, “Stop draggin’ my heart around” (en la que se hecha de menos a Tom Petty, por supuesto) o “Stand back”, como de los discos de los Fleetwood, como “Gipsy” o “Rhiannon”, así como algunas piezas más inesperadas como “Crying in the night”, del disco que hicieron juntos ella y Lindsey Buckinham antes de entrar a formar parte de la banda millonaria, o alguna de las que se presentaban en dicho tour, como la fantásticamente rockera “Starshine”, que se las arregla para no desentonar nada entre tanto himno imperecedero, o esa emocionante “Moonlight” que la cantante dedica al muy añorado Prince.

Y entonces, ¿cuál es el problema?, dirán ustedes. Pues realmente, ninguno. El tema está en qué se espera de algo como esto. Si lo que se espera es una recopilación de grandes éxitos, un repaso a la carrera de una artista con el relumbre extra de una ejecución en directo a cargo de los mejores profesionales del negocio, este es el producto perfecto para regalar estas navidades a quien aún use del formato físico para escuchar música, pues tiene todos esos ingredientes y más. Pero si lo que se quiere es emoción, no la encontrarán entre tanta formalidad. Lo previsible nunca es emocionante y el contenido de este producto, acompañante de una película que seguramente también se pondrá a la venta de cara a la complicada campaña navideña que se avecina, es pulcro, correcto, perfectamente urdido y empaquetado, pero no contiene ni un sólo gramo de eso que le altera a uno el ritmo del corazón cuando escucha música con alma.

Escucha Stevie Nicks – Live In Concert, The 24 Karat Gold Tour 

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