Sun Orphans + St. Alex (Ambigú Axerquía) Córdoba 05/02/22

La portada del sencillo Friday Night Partiers muestra unas ovejas, algo perdidas y solitarias, a las puertas de un garito en mitad de la noche; la de Angels With Black Feathers, un arcángel del bien y del mal señalando con sus alas a un norte que en verdad perdimos hace tiempo. Esa es la dinámica que precede a un concierto de los Sun Orphans, sensación de estar flotando en el vacío de la juventud, cerveza en mano, hasta que el escenario se ilumina para dar la bienvenida a la banda cordobesa, liderada por un magnético Pedro Pablo Castro cuyas letras interpelan directamente a quienes mezclan sus errores y obsesiones con alcohol. Porque de errores están las vidas llenas, las propias y las ajenas, y a eso precisamente le cantan –y a veces le gritan- los párrafos al límite de balazos de rock retorcido e ingenuo a la vez. Y si no, óiganse la retahíla de guitarras sincopadas en los pecados capitales de “Pride, liars and greed”; la nada acomodaticia melodía (¿hay alguien que pueda corear uno solo de sus temas?) de “Peeing blood”; la vuelta a la dudosa imploración con “Gods” o la reivindicación de uno de sus tesoros ocultos: “Tope clapes”, la plena aceptación de sus cualidades sonoras, asumida ensayo a ensayo. Sin posibilidad de error.

Desde la incomodidad por cuestiones generales al momento de escarbar en los paisajes íntimos más oscuros, los huérfanos de Córdoba mostraron una solidez en su propuesta como nunca hasta este pasado sábado de febrero. Ismael Cobacho, a la batería, estuvo perfecto en su ejecución, como demostró el sujetador negro que planeó hasta él desde el público; Carlos León al bajo, con la tranquilidad que da a los asiduos de las bandas jóvenes locales ver a este virtuoso músico involucrado cada vez más en una banda diametralmente opuesta al recién iniciado con The Flying Cumbias –en estas mismas páginas dimos cumplida cuenta de su debut escénico en el mismo escenario- y la apasionada guitarra de Álvaro Guerrero, definitivamente desvinculado de los admirables Same Fire, arroparon la cada vez más decidida voz del líder. La nueva formación aporta calidad a un proyecto más consolidado, que aspira con acierto a trascenderse a sí mismo. Lo dicen ellos mismos, y no es una mera medida disuasoria: “Take care of the orphans”, y deberíamos aplicarnos el cuento por si su asunto pasa a mayores o escalofríos como el de “Cuando la piel nos pudo” recorren la sala de lado a lado. Solo la “Saliva” que no llegan a escupir esconde los verdaderos versos de la locura intrínseca a la propia existencia. Mejor será dejarlos para otra ocasión, cuando nos acostumbremos a vivir con los fantasmas de Pavement y Fugazi y la deconstrucción del rock alternativo americano cuyo desarrollo trasciende incluso a la edad de nuestros protagonistas.

Los madrileños St. Alex habían abierto camino con fuertes golpes de batería en un punk rock de temáticas en torno a los problemas del primer mundo. Reivindicaciones contenidas en melodías familiares e idóneas para mecerse con los ojos cerrados en mitad de la oscuridad. Cuatro jóvenes músicos deseando contarnos y contarse a sí mismos en mitad de una vorágine de sensaciones mutables. Hacer música es explorar a ciegas por sentimientos que, en el caso de los Sun Orphans, son los de una generación que grita por que la escuchen y la quieran. Esta, por suerte, tiene artistas dispuestos a gritar fuerte por ella. Y a gente que la defiende a capa y espada.

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