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The Sheepdogs – Changing Colours (Warner)

Ya lo expresé en mi anterior artículo de octubre, de 2017, aquí en Muzikalia, acerca de estos canadienses y lo torno a asegurar ahora pero, en esta oportunidad, en letras mayúsculas: THE SHEEPDOGS ES EL GRUPO DE ROCK AND ROLL DE MÁS CALIDAD DE LOS ÚLTIMOS 10 – 15 AÑOS. Y agrego algo más. Bajo mi prisma personal, la formación que comanda Ewan Currie, ya se ha colado en el Top-100 de las “rock bands” en la totalidad de la historia, sin que me asalte ni una sola una mota dubitativa acerca de ello.

Se antojaba complicado, a priori, siquiera igualar anteriores llaves maestras como, por ejemplo, Learn and Burn (2010), el homónimo de 2012 (nº1 en Canada) o Future Nostalgia (2015) pero como se suele decir: “estos chicos lo han vuelto a hacer” y en este caso, su sexto larga duración, Changing Colours (el cual llegó al nº5 en la listas de su país de origen), prácticamente se equipara a las polivalentes y pulidas cumbres de los citados trabajos previos.

En esta ocasión, a su habitual base de clásico rock sureño (muy a lo Allman Brothers o Creedence), el quinteto anexa todavía más carga de otros estilos como el soul (un gramo de Marvin Gaye por aquí) o el country (otra pizca de Dusty Springfield por allá), pero siempre en sus medidas justas y a través de sus inteligentes filtros “sheepdogianos”. Además, también se ha visto ampliado el número de instrumentos hasta llegar a un total de 25. De tal modo, el triángulo, la mandolina, el banjo, la viola o el ukelele son algunas de las novedades sumadas a las normales herramientas de trabajo de Sheepdogs.

La ecuación genuina estadounidense es mantenida pero, a la vez, reformulada de modo virtuoso en cada disco suyo, además de entreverse para este 2018 algún ligero eco británico. Todo esto se comprueba desde el inicial vaivén de “Nobody” con ¿resonancias de Steve Miller Band pero junto con un lejano influjo del tema “Jet” de Wings? y con una letra de resistencia ante el peso social. Arribamos luego a los típicos riffs meridionales del combo en el single “I’ve got a hole where my heart should be” (“Tengo un agujero donde debería estar mi corazón” se traduciría). Así mismo, merece degustarse la animosa “I ain’t cool”, ya solamente por disfrutar de la sabiduría al trombón de Shamus Currie.

“Let it roll”, con una omnipresente y apacible “pedal steel guitar”, aparenta ser un guiño a Lynyrd Skynyrd pero con un ingrediente adicional de Beatles 67-70 y “I’m just waiting for my time” podría ser un tributo estilístico a Leonard Cohen durante el primer sector del corte. Antes de ésta, se sitúan las sorprendentes guitarras iniciales “heavy light” (para lo que son Sheepdogs) de la instrumental “Kiss the brass ring”, la cual se transforma luego, de manera habilísima, en texturas de tul gracias al órgano. Por otro lado, el puñetazo sobre la mesa más impetuoso lo da “You got to be a man”, la cual ayuda a rememorar la incomparable profundidad pasional del rock and roll de hace 45 años. Como añadido, en el curvado tema “Cherries Jubilee” es como si los cinco componentes hubieran nacido en Alabama.

Acerca de “Cool down”… ¿podría interpretarse como una segunda parte de la canción-título “Learn and Burn” (2010), donde invocaban allí también a The Doors?. Nos dirigimos a frondosos toques latinos con “The big nowhere”, la cual se consolida como otra prueba irrefutable de que los muchachos de Saskatoon (pequeña ciudad al Sur de Canadá), te mantienen siempre pendiente de sus finos, vitales y luminosos ritmos, también rocosos éstos, al unísono.

El sabroso «medley» del final es un efectivo sistema con el que también concluyeron Learn and Burn (cuatro temas) y Future Nostalgia (cinco temas), donde ahora para Changing Colours vuelven a aumentar de número de partes encadenadas sin pausa, llegando aquí hasta las seis piezas. De todas ellas, sobresale el country-rock, “Up in Canada”, es decir, barriendo para casa la banda, lógicamente, con descripciones de las longevas autopistas y estéticos parajes pertenecientes al referenciado país. Sin embargo, dentro del rematador popurrí de ningún modo son descartables el bluegrass “Bailieboro Turnaround” , la acelerada “H.M.S Buffalo” y la refinada “Esprit des Corps” (en éstas tres canciones el “ánima Allman” siempre está ahí). También también se incorporan y juegan a favor, el arranque montañés de “Born a restless man” y el postrero folk-rock “crosbystillsnashero” de la bonita “Run Baby Run”.

En relación a sus bandas de referencia de los años 60 y 70 tampoco hace falta continuar más, ya que las fuentes de los Currie y cia. son incontables y encima, pasándolas éstas por un cedazo realmente clarividente.

Refiriéndonos a dos de los principales estandartes revivalistas del “southern rock”, se ha establecido una diferencia entre Black Crowes y The Sheepdogs. Mientras los hermanos Robinson no lograron reemplazar adecuadamente la salida del “guitar man” Marc Ford, a finales de los años 90, (y sin poder evitar los de Atlanta que sus discos perdieran frescura levemente), en este otro caso los hermanos Currie sí que han conseguido que las importantes marchas, primero del guitarra Leot Hanson en 2014 y luego del sustituto Rusty Matyas en 2015, hayan podido ahora cubrirse a la perfección: en este caso con la nueva incorporación, Jimmy Bowskill. Éste intérprete de Ontario y el jefe Ewan, compenetran ambos las seis cuerdas de cada uno con total sincronización en electrizantes temas como, por ejemplo, “Saturday Night” o, dicho en otros términos: “guitarrarmonías” de máxima categoría.

En definitiva, The Sheepdogs, en 2018, continúan manteniendo su recta y equilibrada línea, rehuyendo cualquier mínimo de estridencias y borrones en su sonido, donde siguen siendo decisivos los teclados del propio Shamus en el, también, personalísimo estilo de los “Dogs”. Por otro lado, la habitual sección rítmica compuesta por el bajista Ryan Gullen y el batería Sam Corbett tampoco permiten ambos que ni una sola arista se escape en su zona, dentro del atrayente conjunto de Changing Colours. Es como si los rockerísticos cuadros “retro”, pintados éstos de rutilante color dorado, admitieran a pocos artistas más contemporáneos que les consigan dar una nueva tonalidad magníficamente re-inventada, como si uno de estos escasos pintores actuales capaces de una restauración espléndida y formidable fueran The Sheepdogs, Belle and Sebastian o Lenny Kravitz.

La pregunta final, para mí, es obvia: aunque en su Canada natal se les considera los nº1 ¿cómo es que los fabulosos Sheepdogs no han sido ya más reconocidos mundialmente? Una de las claves podría ser que a ellos mismos no les importa mucho su imagen y no les preocupan dichos adornos visuales sino que ya desde sus primeros discos, Trying to Grow (2007) y Big Stand (2008), los “perros lanudos” se hallan concentradísimos en no fallar en ni una sola canción y permanecen continuamente obsesionados en grabar buenos discos con destino hacia un público rockero pero del auténtico. Por otra parte, tampoco es culpa de estos bravos canadienses el hecho no haber surgido en los años 70, donde la música estaba unida en infinita calidad y recibimiento masivo de ésta, siendo ésto una circunstancia que actualmente ya no se produce, por desgracia.

Ojalá se logre a nivel de audiencias, en general, recuperar esa “nostalgia futura” y el lograr “cambiar los colores” como los propios Sheepdogs nos animan y firman en sus últimos títulos

Inmersos en este Marzo en su gira por Canadá y Estados Unidos, The Sheepdogs también tienen citas europeas programadas para Abril, en Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica y Holanda. Así que esperemos que también vuelvan pronto a tocar por España, como ya hicieron en 2013, 2015 y 2016.

4 comentarios en «The Sheepdogs – Changing Colours (Warner)»

  • Impresionante adentramiento en la postrera obra de este pulcro y casi anacrónico grupo, en precisión e inspiración, y certera disección de lo que nos encontramos, para sumo deleite de nuestros oídos. Se agradece especialmente esta nueva modalidad de poner el enlace para degustar al instante la música a la par que se saborea la crítica, o bien con anterioridad o posterioridad. Por lo que respecta a la cuestión del porqué no son tan reconocidos fuera de su país, el propio articulista ya da pistas y lo deja entrever, y mi opinión va en el sentido de que hoy hay otro paradigma en el negocio de la música, la ausencia de una industria que galvanice los cientos y miles de artistas que pueden darse a conocer de un momento a otro en numerosas plataformas, y concediendo al público la potestad que sean las personas oyentes la que con sus gustos creen tendencias que luego triunfan, y en la actualidad, un grupo como Sheepdogs están, creo yo, ya seleccionados a nivel internacional como música exquisita y selectiva, pero para paladares minoritarios, cuantitativamente hablando, y respecto al panorama musical actual dominante. Saludos a tod@s.

  • Muchas gracias a Xavi Gállego por su comentario hacia mi artículo sobre los sensacionales Sheepdogs y gracias por ofrecer tu amplia visión sobre el tema de la música en general. Un saludo para tí también.

  • Genial artículo sobre, coincido plenamente, una banda actual que toma lo mejor del rock de siempre pero que suena moderna y fresca.

  • Totalmente de acuerdo contigo, Kelo, respecto a los acertados parámetros musicales de la banda canadiense. Gracias por tu comentario sobre mi artículo y sobre los sensacionales Sheepdogs.

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