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NoFX Final Tour (Wizink Center) Madrid 14/05/24

Como con la edad de jubilación pactada, a veces uno se desprende involuntariamente de bandas que han marcado una época. Ahí va implícito lo de la prejubilación, aunque, en otros casos, esta llegue demasiado tarde. Podría decirse que, en el caso que nos atañe, 40 años se han pasado volando. NoFX decían adiós a los escenarios (o eso dicen todos) tras cuatro décadas poniendo patas arriba tanto la superficie que pisan como la industria que revitalizaron.

En Madrid, su única parada ibérica de esta gira de despedida y que le debemos a la gente de HFMN CREW, los californianos se rodearon, literalmente, de amigos. Se trata de eso, de que la jubilación dé paso a algo mejor o más pausado, aunque viendo el ritmo que todavía atesoran los angelinos tampoco tiene pinta de que eso sea muy difícil. Decíamos que, para esta fiesta, NoFX no estuvieron solos y The Meffs, G.A.S. Drummers, Frank Turner & The Sleeping Souls y Circle Jerks se unieron a la celebración como una amplia nómina de teloneros de lujo.

A pesar de que a The Meffs les tocó la siempre dura tarea de abrir a horas intempestivas de la tarde, los británicos cumplieron con su cometido en su debut por estos lares, escupiendo rabia desde el inicio ante el público que se iba congregando en la pista del Palacio. Subiendo el tono, sobre todo el de la cercanía, G.A.S. Drummers abriría su concierto, el único de los locales que tendría la velada, con ese mismo as en la manga. Puede decirse que era obligatorio presenciar su concierto, el de aquella banda de Jerez de la Frontera que inundó de punk rock melódico y pegatinas negras con su nombre multitud de festivales y escenarios a finales de los noventa y principios de siglo.

Al cuarteto le tocó proseguir la loable y difícil tarea de los teloneros en los grandes conciertos, enfrentarse a un sonido enmarañado, pocos juegos de luces y un público que seguía llegando poco a poco al Wizink. A pesar de ello, G.A.S Drummers vinieron a recordar los motivos por los que han recorrido medio mundo con su música, han tocado con grandes bandas de punk rock o por qué el mismísimo Tim Armstrong (Rancid) se fijó en ellos. Desfilaron por el escenario temas como: “We Got the Light”, “Phoenix”, o “American Bliss”, para revalidar su cancionero ante un público que ya andaba ávido de velocidad sonora.

Tercer turno para Frank Turner & the Sleeping Souls. El británico siempre es un profesional al que conviene reverenciar, en lo tocante a llevar su arte al directo. Ni una parada, exceptuando algún saludo en español, sonido espectacular, puesta en escena directa y contundente, son motivos más que suficientes para tenerle en cuenta para siguientes fechas. Como estaba mandado en esta ocasión, su set fue corto, pero con el tiempo suficiente para demostrar que no solo quería ser como Joe Strummer de mayor, algo que se deja ver en su hit “Girl From the Record Shop”, y también que canciones como “No Thank You for the Music”, o “Never Mind the Black Problems” tienen su propia personalidad. Terminando con “I Still Believe” y “Do One”, prometió regresar pronto a escenarios españoles.

Como ocurre en toda fiesta de jubilación, tras el aperitivo y los entremeses ya había gente pululando por la pista saciada de consumo, y eso que todavía no había llegado ese gran plato que determina, en gran parte, el nivel de saciedad que uno está dispuesto a asumir. Y es que Circle Jerks son los padres de la criatura. Eso lo dice la historia, la misma que refleja la importancia en la línea temporal del punk y el hardcore y su fundamental aportación. Y es que, aunque con más años, como el currante que le gusta su trabajo, el retiro también llama a su puerta. Desde el inicio, los de Keith Morris se lanzaron al desenfreno y a la descarga sin miramientos de su hardcore primitivo. Se ve que no ha variado ni un ápice su manera de entender las cosas, de plasmar con un sonido muy reconocible esos celebradísimos “Beverly Hills” o “Where the Shit Hits the Fan” que iban comandando bloques casi temáticos en lo que a ritmo se refiere, e incluso salieron tenues tributos como el que levemente recordó a T.S.O.L.. La energía de un incombustible Greg Hetson hacía patente el buen estado de forma de los californianos, casi tanto como el de los llamados al mosh y a navegar por el público que confirieron un toque hasta nostálgico al asunto. Los Jerks seguían a lo suyo ante la atenta mirada de la gente congregada en los laterales del escenario, algo que, junto con esa luz fija, daba cierto aspecto de tocar en cualquier casa abandonada. Seguirían sonado grandes temas, como ese “Wild in the Streets” que, con sus dos minutos y pico, hasta se hizo larga, porque, reconozcámoslo, la idea del hardcore va más en eso de ser breve, intenso y comerse hasta el micro, como ocurrió con “Don’t Care”. “Wasted” abrió el camino hacia el final de un concierto intenso y clavado en cuarenta minutos que dieron para mucho y para homenajear a uno de los padres de la criatura.

Esa misma criatura salió al cónclave siguiendo el horario. Se puede ser punk y ser puntual y también ser punk e irte a fumar a tu puta casa, por ejemplo. No pasa nada. Dicho esto, NoFX no van a cambiar, y menos a las alturas de su maravilloso cuento en el que se encuentran. Desplegados sobre el sobrio escenario en que se había convertido su espacio tras colgar un cartel muy háztelo tú mismo, ese calentamiento algo circense llegó al final cuando sonaron los riffs del “Riff Raff” de AC/DC y comenzaron a hacer lo que mejor saben, encandilar a un público deseoso de más energía, si eso era posible, poniendo sobre las cuerdas “Dinosaurs Will Die”, la celeridad hecha notas, para proseguir por esa versión de “Perfect Government” que logró la entrega absoluta de unos parroquianos que se unieron a Fat Mike y los suyos en las labores de reverberación. Esa misma contundencia arroparía la vetusta “Leave It Alone”, himno marca de la casa, arquetípica a más no poder, cuyo coro se fundiría desde el cartel hasta el final de una sala repleta de intensidad y devoción.

Si algo hay en NoFX es que, a pesar del protagonismo de Fat Mike, existe un alto reconocimiento de sus otros miembros, a los que, obviamente, se cedió su espacio como no podía ser de otra manera en esta celebración. Véase esto en la sempiterna presencia de la trompeta de El Hefe, por ejemplo, en “Bob”; “Stikin’ In My Eye” con Eric Melvin al mando; o la teclista Karina Denike en las labores también vocales del ska punk de “All Outta Angst”. En lo negativo, un punto que para entonces ya era notable (y siempre lo ha sido) es la larga dialéctica que se gastan entre temas. Podremos estar de acuerdo o no con que Sandinista es una chusta, que a Israel habría que atarlo en corto, que si al tener un orgasmo se debe mirar a la cara, que si Madrid es mejor que Barcelona, que si Rancid es mejor que Clash o Crass o yo que sé, pero en otro entorno. No es tanto que las divagaciones ya conocidas de NoFX podrían sumarse a las de Jordan Peterson en el mismo escenario hace menos de un año, sino que algo corta la progresión o aumenta el minutaje sin sustancia.

Insertado este paréntesis (¿a qué molesta meter a capón algo en medio de la crónica?), la velada oscilaba entre esos grandes himnos, quizá personificados especialmente en la algarabía formada alrededor de “Eat the Meek” y algunas que otras de carácter más de relleno, como “Fuck The Kids” o la rapidísima “Juice Head”, contraposición para un nuevo parón de temática irónico-punk, parodiando a Green Day que, no obstante, es otra forma de ver la industria. Eso no apagó el compromiso de un público ya bañado en cerveza y en humo, en sudor e intensidad, que celebró un bloque algo monolítico por el que pasaron “Hobophobic” o “I’m Telling Tim” antes de caer en esos esperados, a tenor de la reacción que siempre levantan entre el respetable, “Les Champs-Élysées” y, sobre todo, “Linoleum”, la forma absoluta de su sello de cierre.

Y lo que pensábamos que era la segunda parte del concierto, en realidad se tornó unos bises al uso. Aparecieron después del supuesto descanso para mear (El Hefe repitió, si no 50 veces que se estaba meando, lo hizo 49) y lograron remontar, en esta ocasión con un Fat Mike menos parlanchín y más centrado en el asunto de tocar en directo. “The Separation of Church and Skate” (su canción favorita, según dijo) y “Don ‘t Call Me White” convirtieron, de nuevo, las primeras filas y el foso en una mezcla de fiesta y campo de batalla y con más personal de seguridad en el foso que en todo el Wizink, que para eso sonaba “Bottles to the Ground”. Para cerrar los postres sonó “The Decline”, con El Hefe a los vientos y Frank Turner a la guitarra, antes de despedirse, ahora sí, para siempre, no sin antes dando las gracias por todos estos años, un sentimiento recíproco que se coló en la noche de los tiempos (quizá algo corta para lo esperado) en la que se convirtió el Palacio de los Deportes de toda la vida, la misma vida en la que sonaron y seguirán sonando NoFX.

Fotos NoFX Final Tour: Fernando del Río

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