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Evanescence + Sôber (Alma Occident Madrid – Tierno Galván) 14/06/24

Curioso orden el propuesto para esta velada y conjunción de reminiscencias del metal tardonoventero, evolucionadas a partes dispares también por aquello de la geografía, y que congregó a los estadounidenses Evanescence con los locales Sôber. Luego confirmaríamos lo que se intuía, que el tema logístico de los primeros fue el motivo de la avanzadilla, alterando el supuesto que prima en estos casos, donde la estrella internacional manda. Y no es que haya pasado una barbaridad de tiempo desde su anterior visita a Madrid, aquella no tan lejana en el invierno de 2022, sino que la legión de fans y lo escaso de las oportunidades, amén de eso de tener que salir pitando, mandan.

Los de Amy Lee salieron puntuales, quizá raro en este país, pero con ciertas circunstancias pululando, y desde pronto dejaron clara su entrega descargando sin premisas esos “Broken Pieces Shine” y “Made of Stone” que abrieron boca, literalmente, a una audiencia que parece rejuvenecer en cada ocasión. Y eso está muy bien, que haya vida de retorno al origen y de casi reverencia a iconos significantes, como lo es la californiana para con su legión femenina. Pasarían por la palestra los tempraneros “Sweet Sacrifice” o “Taking Over Me”, entre otros, antes de recalar en la nostalgia de la versión del “Ordinary World” de Duran Duran, piano presidiendo el escenario y dando paso a la Amy Lee pianista que, con sentimiento y con cierto vínculo a sus palabras previas en las que hablaba del significado, relajó la energía a golpe de sentimiento.

Embarcada en labores de tecla, “My Heart is Broken” aparece tímidamente coreada por el público, con un Will Hunt a la batería dotándolo de cuerpo junto con esas guitarras rasgadas que acaban convirtiéndola en contundente. Pasaría de nuevo revista al piano hasta llegar a esa introducción de “Wasted On You” que acaba con Amy Lee volviendo a erguirse. El acompasamiento de bajo y batería, marca de los tiempos de ese chándal metal casi testimonial, aunque fundamental en sus primeros pasos, marcaría “The Change” y la nota sostenida de ese “End of Dream” que comienza a desenfundar la alteración del respetable y, sobre todo, la escala de registros de Lee, que sigue navegando bajo las notas de Emma Anzai.

Las primeras notas de “Going Under” contrastan con el mar de móviles que grabarán videos que jamás se verán y que matan cualquier atisbo de disfrute pleno. Selfies desencuadrados con nula imagen de fondo, visiones truncadas o idiotez de rebaño, la lacra del siglo XXI también es un buen termómetro de por qué está la gente ahí. Se verá de nuevo al final, con “My Immortal” y el cierre, aunque habrá tímidas ocasiones de celebrar como antes, con la interacción y los coros en “Use My Voice”, que, aunque algo paradójica, reclama no perder esa lucha.

“Blind Belief” suena muy contundente y correcta, y tras ese “My Immortal” mencionado y que arrastró otra vez a quemar batería de litio para inmortalizar la puesta en escena de nuevo del piano se llegaba a un final esperado, el de ese “Bring Me to Life” con el que los estadounidenses se ganaron al público hace décadas y todavía parece que son capaces de seguir haciéndolo, con una cooperación entre banda y seguidores, coreando las estrofas rapeadas y certificando que Amy Lee sigue siendo una referencia y Evanescence, un valor seguro.

Con toda la apoteosis californiana ya de camino a la próxima parada, Sôber celebraba sus treinta años de idilio. Los Escobedo y compañía saben de qué va el rollo, y con la apertura de “La prisión del placer” arrastraron a esa legión que tienen de incondicionales. Las notas aporreadas fueron una declaración contundente de ese tópico de los años y la actitud, pero en este caso es cierto.

Más allá de la opinión de cada uno, el estado de forma de los madrileños es envidiable. “Arrependido” dio la oportunidad de mostrarlo en esos registros de más rock puro y quizá algo menos metálico, esos mismos que dan pie al coreo de un público que parece haber vivido más esa cercanía noventera de la génesis del grupo. No obstante, a Sôber se le reconoce esa parte de apadrinamiento de nu metal en España, junto a otras opciones menos producidas.

“Sombras”, con ese sonido arquetípico de hace ya algunos años, entre ese metal que no hace ascos al riff de guitarra protagonista, o “La nube”, con esa entrada nu metalera que adereza cierta voz arrastrada, cobran protagonismo en una noche en la que, como toda celebración, los temas nuevos también tienen cabida. “El día de la liberación” ayuda a sobrellevar cierta teatralidad de Carlos Escobedo, que insiste en la mano cornuta a golpe de proclama en ese tema y en los siguientes, abogando por un clasicismo dentro del buen estado de forma.

“La Araña” es enganchada sin pausa, y “Blancanieve” retoma los guitarreos más contundentes. Por cierto, recordarán que «Evanescence no nos telonean” y hablan de galones, aunque ellos también pueden andar bien de medallas. “Tic Tac”, de principios de la década pasada, supone algo de melodía y tranquilidad antes de que a Carlos Escobedo le entrguen un cartel de amor y deje la guitarra para dar paso a Raúl Perona, colaborador para la ocasión en las tenues notas de teclado de “Eclipse”. “Vulcano” devolverá la energía consumida en los necesarios parones melódicos y abriría la ruta del último tramo del concierto, unos veinte minutos más que deambularon en ese sentido de celebración, con energía, fiesta y algo de comunión con el incondicional y con el que se cerró una noche de reminiscencias casi necesarias para aquello de la memoria.

Fotos Evanescence + Sôber: Jaime Maisseu (Alma Occident Madrid)

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