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Ca7riel y Paco Amoroso (Sant Jordi Club) Barcelona 27/05/2025

Pues resulta que también lo petan en salas grandes, fijaté. Y ojo, que no siempre pasa: hay bandas que de cerca bien, pero luego se amilanan en espacios de estas dimensiones. No es el caso de Ca7riel y Paco Amoroso. Ellos doblan la apuesta y se crecen.

Con las entradas agotadas desde hace meses, así se presentaban en Barcelona en su salto a un recinto de mayores. Venían con la estela de los soldouts por toda LATAM y Estados Unidos —con visita a Coachella y dos noches en Nueva York— y la expectativa por las nubes.

Los porteños están ahora mismo surfeando en un tsunami generado por su éxito en redes (a pesar de que ninguno de ellos es gran fan), la prensa que los adora y el público que se ha vuelto loco con ellos. Ahora queremos saber cómo se van a llevar con la fama. Además, había ganas de ver cómo defendían Papota, que como concepto audiovisual mola porque borda la crítica a una industria musical obsesionada con la apariencia, pero que en lo musical suena más domesticada que sus temas anteriores como “Ouke” o “Mi sombra”. Desde Baño María, andan escorados al pop.

El dúo apareció con 15 minutos de retraso, tras inflarse dos caricaturas gigantes de sus cabezas en versión Chad. Y en cuanto se plantaron en el escenario a dejarse querer, la sala se vino abajo. Mayoría de público argentino, claro (población muy numerosa en Barcelona) y muchos se habían quedado con las ganas en su anterior visita.

Y se lanzaron a un set muy parecido al de su pasado concierto en Barcelona: una primera mitad sentados en taburetes (con Ca7riel a ratos con su guitarra), en homenaje al Tiny Desk que los ha desconfigurado, y la otra mitad arrolladora con regusto a club: bien luces y bases electrónicas. Pero a lo grande.

Repasaron sus tres etapas. La más accesible con Papota: se podría jurar que «El día del amigo» y «#Tetas» fueron responsable de tres cuartas partes del aforo. Las reformadas-post-Tiny de Baño María con «Dumbai» grandiosa, «Mi diosa» o «Pirlo» (lucecita de móvil en mano). Y sus temas anteriores y más extravagantes como «Ouke», «Cono hielo» o la desquiciada «A mí no».

Y les dio para acordarse de sus discos en solitario con «Viuda Negra» (de Paquito) o «Muy bien» (de Cato). Todo el concierto con alma de rave y mucha energía. Con su toque provocador y único. Ellos ponen el carisma, el desparpajo, la química. Y detrás, la banda hace magia. Nueve músicos que incluyen bajo, batería, teclista, tres vientos, dos coristas y un percusionista. Una sobrada que da profundidad a los temas y que les distingue del resto de propuestas de música urbana, más básicas en los acabados.

Están en su momento, eso quedó claro. Cato con su energía infinita y Paco con su flow. Pero que nadie se equivoque, lejos de ser una propuesta que vive de su estilismo, su química o las cabezas gigantes del escenario, se nota que tienen una base. Y por eso se pueden permitir un show que parece un caos, pero que está milimétricamente ejecutado. Y pe-tar-lo.

Fotos Ca7riel y Paco Amoroso: Christian Bertrand (Live Nation)

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