Daniel Romano – Kissing The Foe (Autoeditado)

Tal como os contamos hace ya meses, desde el fatídico pasado marzo el canadiense Daniel Romano ha sembrado el mundo de discos, los cuales, ahora que se cumple el ciclo de un año, alcanzan ya la cifra de doce (¡doce!) con este que nos ocupa, es decir, uno por mes. Son trabajos en su mayoría editados a través del bandcamp de este músico al que calificar de inquieto, parece cachondeo.

Esta incontinencia no es nueva en él, ni en cuanto a su ritmo de edición ni tampoco en sus cambios de humor estilísticos, que han transitado del country más ortodoxo y revival, hasta la psicodelia más alucinada, pasando por el folk rock tributario del Dylan más eléctrico. De todo eso ha ido dejando una serie de testimonios discográficos que tendrían, quizá, en el álbum Finally Free su cima, aunque cualquier parada en sus ediciones oficiales ofrece enjundia suficiente como para dejarle a uno ojiplático.

Paralelamente a todo este material que alcanza el estado físico, Daniel tiene un Bandcamp repleto de discos que vende sólo (de momento) en formato digital y que únicamente pueden escucharse por esa vía. Son conjuntos de canciones totalmente cohesionados, a los que el músico da forma prácticamente en solitario, como si fuera una especie de Prince, y que cuentan, por supuesto, cada uno con su bonita portada. Son, por tanto, obras que no deben considerarse, ni mucho menos, como anecdóticas o un divertimento. Son perfectamente encuadrables junto a las editadas de forma ortodoxa y de hecho, algunas superan a los discos oficiales.

Es el caso, me aventuro a decir, de este Kissing A Foe que llega habiendo transcurrido el mayor plazo de tiempo entre un disco y otro desde que empezara esta especie de intento de batir dios sabe qué record. White Flag, el inmediatamente anterior aparecido en su Bandcamp, se hizo público en noviembre, éste llega por tanto cuatro meses después, algo ridiculamente rápido para cualquiera, pero un significativo parón dados los estándares de su autor.

Sólo él sabrá los motivos de este paréntesis, pero en todo caso el resultado no desmerece en absoluto el nivel de todo lo anterior, es más, en mi opinión alcanza el imposible de superarlo. El disco es una delicia absoluta. Un compendio de todo lo esbozado en álbumes tan lisérgicamente bellos como Dandelion o How Ill Thy World Is Ordered (el único realmente oficial, junto a un directo, de todo este período), que alcanza una definitiva excelencia desde la primera canción.

La canción inaugural y titular es una epopeya pop de siete minutos llena de ambrosía. Un cúmulo de progresiones melódicas elevadas a la máxima potencia a través de monumentales armonías corales, trompetas y una sección rítmica endiablada que nos lleva a través de los diversos cambios de una de esas canciones en las que uno podría, cómodamente, quedarse a vivir. Puede, de hecho, pensarse que este es uno de esos discos motivados por una sola canción que es la protagonista y el resto es un poco relleno, pero en absoluto. Eso no va con Daniel. Él si hace un disco, lo hace.

Es por eso que el poderoso impacto inicial no desciende en absoluto con “Keepers of the polished world”, canción que no por ser marca de la casa resulta menos perfecta en su precisión. Algo que sigue y sigue hasta completar las doce pistas que por supuesto pueden contarse entre o más impresionante -y es mucho, pero mucho decir- que este hombre de Welland, Ontario, ha ofrecido al mundo no ya durante este pésimo período de un año que todos hemos pasado, si no de una carrera que él va asumiendo con humildad, desde el underground más profundo, con total independencia y sin pedir permiso a nadie para hacer lo que le sale del orto. Y le sale muy bien, o si no escuchen la genialidad, de las muchas que tiene el disco, que a mí más me ha impactado: “Walking around holding hands”, una sencilla canción de amor pseudo-acústica cantada a dúo con la tejana Carson McHone que uno no puede parar de escuchar. Un verdadero encanto, como el que tiene la totalidad del contenido de este magnífico disco, que da que pensar en la lástima que es que en un mundo como este su hacedor no pueda plantearse su edición en vinilo, para disfrute de sus fans. Pero qué más se le puede pedir al muchacho…

Escucha Daniel Romano – Kissing The Foe

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